Acerca de Halloween (II)

Por Un Monje Benedictino

Halloween 02 (02)
Niños disfrazados de santos

Origen del “trick or treat” (Truco o trato): Hoy en día, los niños que celebran Halloween golpean las puertas para pedir caramelos diciendo: truco o trato -o una frase equivalente-, llegando a perpetrar toda clase de maldades contra quienes no les dan lo que piden. Esta práctica se remonta a lo que hacían los sacerdotes druidas: disfrazados de fantasmas y brujas, recorrían las casas del vecindario exigiendo alimentos -y en algunos casos niños y vírgenes- para ofrendar en sacrificio a su dios Samhain en el festival de la muerte. Si la gente no daba el alimento o persona que exigían, se lanzaba una maldición sobre la casa o bien se vengaban quemándole el terreno, matando su ganado, etc.

Varios Obispos católicos previenen sobre el efecto nocivo de la celebración de Halloween
, dada la vinculación que establece con el demonio. Dice uno de ellos: “Tanto los padres cristianos como todos aquellos que creemos en los valores de la vida, debemos saber que la fiesta de Halloween es una adoración a Satanás, quien se hace presente de modo sutil a través de la apariencia de esta fiesta, detrás de los juegos de los jóvenes y niños.
El padre Joan María Canals ha explicado que Halloween
"no es inocente, pues tiene un trasfondo de ocultismo y de otros tipos de corrientes que dejan su huella de anticristianismo".

La voz de renombrados exorcistas
El P. Gabriele Amorth, exorcista principal de la Diócesis de Roma, al referirse a la celebración cada vez más generalizada de Halloween, afirma lo siguiente:
Festejar la fiesta de Halloween es alabar al diablo, el cual, aunque es adorado en una noche, desde entonces se toma sus derechos sobre las personas. No nos maravillemos si el mundo parece estar cada vez más patas para arriba, y si los consultorios de psicólogos y psiquiatras pululan con niños que no pueden dormir, o son insoportables, agitados; o abundan los jóvenes obsesionados por el suicidio. Esos macabros disfraces, esas invocaciones aparentemente infantiles, no son otra cosa que una forma de culto a Satanás, príncipe de este mundo”.
Y continúa el P Amorth:
“La fiesta de Halloween es una especie de reunión espiritista presentada bajo la forma de juego divertido. Y en esto hay una gran astucia del demonio. Porque todo se presenta bajo una forma lúdica e inocente. De la misma manera como es presentado el pecado en el mundo de hoy”. Y recuerda que, al contrario, en varias ciudades de Italia, se celebra la “fiesta de la luz”, una verdadera y oportuna contraofensiva a estos festejos de las tinieblas, con cantos al Señor y juegos inocentes para los niños.

El P. José Antonio Fortea, famoso exorcista de Madrid, relata algunos casos concretos de posesión e influencia diabólica. Cuenta el caso de un niño que, desde que se hubo disfrazado en la noche de Halloween y festejado dicha fiesta, terminó por ser poseído por el demonio. El relato es muy iluminador respecto a la celebración de Halloween, porque:
a) Ni el niño ni sus padres tenían una intención directa de hacer esoterismo o brujería:
eran ignorantes del tema, simplemente compraron el disfraz para que el chico se divirtiera como los demás chicos del colegio.
b) El demonio vino al niño, dado que él usó determinados signos (disfraz de calavera, bocha ensangrentada, machete), que lo vinculaban al demonio.
c) Los signos que se refieren a Satanás son vinculantes con él: no es lo mismo vestirse de flor, de osito, o de angelito, que vestirse de demonio, de calavera, de muerte, etc. Éstos últimos son “vinculantes” con el demonio y son una puerta abierta a la acción del Maligno en los incautos que los usan.
d) No debemos olvidar que en la noche del 31 de octubre, en las celebraciones de las misas negras y demás ritos satánicos,
se consagra a Satanás a todos los niños del mundo y se le hacen especiales oraciones y sacrificios para que sea su dueño, su dios, su rey. Estas invocaciones dan poder a los espíritus del mal para hacer daño a los desprevenidos que los llaman.

Conclusión: Los motivos arriba expuestos explican por qué todo buen católico debe oponerse a la celebración de Halloween: lo que está en juego es la misma salud, espiritual y física, de los niños. Nuestro deber es protegerlos. Para eso es preciso apartarlos de tales prácticas, y tanto mejor si se lo hace reemplazándolas por otras que sean buenas y edificantes.