El matrimonio cristiano (II)

Posted by: Ioseph

Virgen Niña 01 (01b)
La Virgen María con San Joaquín y Santa Ana

Acaso por ningún otro motivo ha tenido que aguantar la Iglesia tantos reproches como por la entereza con que ha defendido el matrimonio. Muchos se han alejado de ella, indignados. Y, sin embargo, llegará un tiempo en que la humanidad entera tendrá que demostrar su gratitud a la Iglesia por haber defendido con firmeza inquebrantable la indisolubilidad y unidad del matrimonio. Porque si es verdad que la cultura humana es una consecuencia de la vida de familia y que en último término a la familia se debe la cultura, ¡qué gran bien ha hecho a la cultura el Cristianismo por todo cuanto ha hecho y sigue haciendo en bien de la familia!
¿No sería lógico que en esta crisis que sufre la familia la legislación civil también aceptase las orientaciones de la Iglesia, que cuenta ya con una experiencia de dos milenios, y que se ha granjeado méritos, más que ningún otro, en la defensa de la célula primaria de la sociedad?

La única reforma del matrimonio no puede tener más que un solo camino: restituir el matrimonio a las bases cristianas, salvar la indisolubilidad y pureza del matrimonio... Únicamente con esto se salva el porvenir de la humanidad.
Si es cierto que el Estado no puede prescindir de la familia, no lo es menos que
el Estado es incapaz por sus propias fuerzas de crear los fundamentos morales en que la familia se apoya. Ningún Estado puede ver con gusto que los matrimonios se disuelvan. Todos saben y experimentan las consecuencias que acarrea el divorcio, en punto a los intereses bien entendidos de la nación. Y todos los Estados se afanan en que dentro de su territorio sean firmes los hogares... Pero hay que reconocer que sin la ayuda de la religión los mejores esfuerzos no corren mejor suerte que aquellos planes que hizo el emperador Augusto.

En la época de Octavio Augusto, el divorcio se había difundido como una plaga en el imperio romano. El emperador dio
dos leyes severas: una en el año cuarto después de Cristo. Es la llamada «Lex Julia». La otra en el año nueve después de Cristo: Es la llamada «Lex Papia Poppaea». En estas leyes se señalaban premios para los que contrajeran matrimonio y tuvieran muchos hijos; y al mismo tiempo establecía sanciones para aquellos que no se casaban, o si se casaban tenían pocos hijos.
¿Cuál fue el resultado de estas leyes? Nulo. No tuvieron ningún efecto positivo.
¿Por qué? La historia nos da la contestación: el mismo Augusto, que promulgó estas leyes tan severas, vivía en adulterio, y así daba testimonio irrefutable de que las leyes civiles en sí mismas son insuficientes, si no se educa antes la conciencia de los ciudadanos.
Por esto nunca se alabará bastante la labor del Cristianismo, que levantó el matrimonio a categoría de sacramento. En el árbol de la Redención, uno de sus mejores frutos es precisamente éste:
la familia cristiana. Y fortaleciendo de esta manera la familia, el Cristianismo pudo levantar, sobre las ruinas del mundo antiguo, los cimientos de la cultura cristiana.

Fuente: Mons. Tihamér Tóth, El matrimonio cristiano, Resumen adaptado por Alberto Zuñiga Croxato