El pensamiento de Santa Catalina sobre el purgatorio

Posted by: Nycticorax

Purgatorio 01b (02)

Hemos estado contemplando desde el inicio del mes a los Santos que ya gozan de la visión de Dios en el Cielo, para luego meditar esa otra realidad de las Almas que purgan por sus penas no satisfechas en el Purgatorio; por eso queremos presentar con relación a dicho tema una parte de la Audiencia general de Su Santidad Papa Benedicto XVI, del día 12 de enero de 2011, en la que presentaba la figura de Santa Catalina de Génova (S. XV):

[…] el pensamiento de Catalina sobre el purgatorio, por el que es particularmente conocida, esta condensado en las últimas dos partes del libro citado al inicio: el
“Tratado sobre el purgatorio” y el “Dialogo entre el alma y el cuerpo”.
Es importante observar que Catalina, en su experiencia mística, nunca tuvo revelaciones específicas sobre el purgatorio o sobre las almas que se están purificando en él. Con todo, en los escritos inspirados por nuestra Santa es un elemento central, y la manera de describirlo tiene características originales respecto a su época.
El primer rasgo original se refiere al “lugar” de la purificación de las almas. En su tiempo se representaba principalmente con el recurso a imágenes ligadas al espacio: se pensaba en un cierto espacio, donde se encontraría el purgatorio. En Catalina, en cambio, el
purgatorio no está presentado como un elemento del paisaje de las entrañas de la tierra: es un fuego no exterior, sino interior.
Esto es el purgatorio, un fuego interior. La Santa habla del camino de purificación del alma hacia la comunión plena con Dios, partiendo de su propia experiencia de profundo dolor por los pecados cometidos, en contraste con el infinito amor de Dios. Hemos escuchado sobre el momento de la conversión, donde Catalina siente de repente la bondad de Dios, la distancia infinita de su propia vida de esta bondad y un fuego abrasador dentro de ella. Y este es el fuego que purifica, es el fuego interior del purgatorio.

También aquí hay un rasgo original respecto al pensamiento de la época. No se parte, de hecho, del más allá para narrar los tormentos del purgatorio –como era habitual en ese tiempo y quizás también hoy- y después indicar el camino para la purificación o la conversión, sino que nuestra santa parte de la experiencia propia interior de su vida en camino hacia la eternidad.
El alma –dice Catalina- se presenta a Dios aun ligada a los deseos y a la pena que derivan del pecado, y esto le hace imposible gozar de la visión beatífica de Dios. Catalina afirma que Dios es tan puro y santo que el alma con las manchas del pecado no puede encontrarse en presencia de la divina majestad. Y también nosotros nos damos cuenta de cuán alejados estamos, cómo estamos llenos de tantas cosas, de manera que no podemos ver a Dios. El alma es consciente del inmenso amor y de la perfecta justicia de Dios y, en consecuencia, sufre por no haber respondido de modo correcto y perfecto a ese amor, y por ello el amor mismo a Dios se convierte en llama, el amor mismo la purifica de sus escorias de pecado.

En Catalina se percibe la presencia de fuentes teológicas y místicas a las que era normal recurrir en su época. En particular se encuentra una imagen de Dionisio el Areopagita, la del hilo de oro que une el corazón humano con Dios mismo. Cuando
Dios ha purificado al hombre, lo ata con un hilo finísimo de oro, que es su amor, y lo atrae hacia sí con un afecto tan fuerte, que el hombre se queda como “superado y vencido y todo fuera de sí”. Así el corazón humano es invadido por el amor de Dios que se convierte en la única guía, el único motor de su existencia.
Esta situación de elevación hacia Dios y de abandono a su voluntad, expresada en la imagen del hilo, es utilizada por Catalina para expresar la acción de la luz divina sobre las almas del purgatorio, luz que las purifica y las eleva hacia los esplendores de los rayos resplandecientes de Dios.
Querido amigos, los santos, en su experiencia de unión con Dios, alcanzan un
“saber” tan profundo de los misterios divinos, en el que amor y conocimiento se compenetran, que son de ayuda a los mismos teólogos en su tarea de estudio, de inteligentia fidei, de inteligencia de los misterios de la fe, de profundización real de los misterios, por ejemplo de qué es el purgatorio. […]Hasta aquí el Santo Padre.

Nosotros católicos rezamos todos los domingos
“Creo en la Comunión de los Santos”; si es así pongámoslo por obra y no nos olvidemos de las almas que necesitan de nuestras oraciones, sacrificios, limosnas, Misas, etc. y que son parte de la Iglesia de Dios –además, también, un día nosotros necesitaremos de quienes podrán rezar por nosotros.