La impresión de las Santas Llagas en el cuerpo de San Francisco de Asís

Posted by: Lotario de Segni

Estigmatización de San Francisco - B Gozzoli

"Cuando el siervo fiel y ministro de Cristo, Francisco, comenzó, dos años antes de su muerte (1224), en las soledades del monte Alvernia, un ayuno de cuarenta días en honor de San Miguel (29 de septiembre), fue inundado con una dulzura inusitada, de contemplación celestial; vio entonces, al acercarse la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, un serafín con seis alas resplandecientes que bajaba de lo alto y se le acercaba... Después de un coloquio íntimo y misterioso, desapareció la visión, y en el corazón del Santo quedó un amor de fervor extraordinario; sobre su cuerpo la aparición había dejado una huella misteriosa de la Pasión de Cristo, como si un sello hubiera sido aplicado sobre la carne previamente reblandecida por el fuego. Y aparecieron en sus manos y sus pies las señales de los clavos, cuyas cabezas eran visibles en la parte interior las manos y en la parte superior de los pies, mientras la marca de las puntas salían bajo las plantas de los pies y sobre el dorso de las manos. Su costado derecho estaba también traspasado como por un lanzazo, con un reborde cicatrizado y rojo, por donde rezumaba su preciosa sangre, que manchaba sus vestidos. Este milagro, nuevo e inaudito desde los tiempos más lejanos, convirtió a Francisco en otro hombre, condecorado con las llagas del Señor. Bajó del monte llevando las llagas del Crucificado, no grabada por las manos de un artista sobre unas tablas de piedra o de madera, sino impresas por el dedo de Dios en su propia carne." Así cuenta San Buenaventura el prodigioso hecho que hoy conmemoramos.

Ésta fiesta, que hasta la última reforma litúrgica se celebraba en toda la Iglesia y que ahora pertenece a las "Propias de las Ordenes Religiosas", es mucho más importante de lo que se estima; ya que su fin es la enfervorización del amor a Dios que, como se expresa en la oración colecta propia de la fiesta, se encontraba ya en el siglo XIII en una etapa de frialdad. A causa de esta frialdad el Señor Jesucristo quiso ser representado en su imagen de sufriente por amor y para ello eligió al Seráfico Padre San Francisco, que pasó a ser el primer ser humano estigmatizado de que se tenga testimonio fehaciente.

Según los teólogos, los estigmas son como la coronación de la configuración de un alma con Jesucristo sufriente y manifiestan que quien los posee es, como se llamó a San Francisco ya en su tiempo, otro Cristo. Y de tal forma el amor de San Francisco llegó a alturas inusuales que mereció ser el primero a quien el Señor visitara para imprimir por su propia mano las señales de nuestra redención. De aquí le viene el nombre de "seráfico", porque su amor se comparaba al de este coro angélico que se consume de amor a Dios constantemente por toda la eternidad; lo cual queda significado por el hecho de que el Señor quiso manifestarse en forma de un serafín y no de otro coro angélico. También el hecho del serafín manifiesta que la crucifixión de Francisco era, como la de Nuestro Señor Jesucristo, por un desborde de amor a Dios y a las almas por Él.

Pensemos que si en el s. XIII el amor a Dios estaba en una etapa de enfriamiento, ¡cuánto más no lo estará en esta época de hedonismo, de un gran amor propio "legal", de búsqueda de poder, de avaricia desmedida, de subversión autorizada de los valores, en fin, de antropolatría o adoración del hombre! En una época tal es menester volver a valorizar la fiesta de hoy y a recordar que el crecimiento del amor de Dios está en proporción con nuestra inmolación diaria por agradarle a Él. Inmolación ésta que debe ser hasta en lo más mínimo, cuidando de hacer todo lo mejor posible y para esto, hacerlo con atención y dedicación, a imitación del Santo de Asís.

El Seráfico Padre vivió constantemente  en el amor de Dios y del prójimo, es decir, lejos de esa imagen falsa que ciertos "iluminados" han propagado de un Francisco rebelde a la autoridad de la jerarquía, de un soñador que no respetaba las normas dadas por la competente autoridad, de un líder social que se ocupaba sólo de alimentar los cuerpos; por el contrario, San Francisco comprendió que el amor a Dios se manifiesta en el cumplimiento de sus mandatos, y el Señor dijo en el Evangelio:
"vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando", y "quien a vosotros os escucha a Mi me escucha"; el Seráfico Padre imitó en todo al Divino Modelo que no vino para hacer su voluntad. Así, él se inmoló en cada cosa adversa que le ocurría hasta el punto de padecer, ya en vida, la traición de la especialísima vocación que el Señor le había dado sin enfurecerse ni odiar a nadie. Vocación esta que no es la de una pobreza material hueca sino la de una pobreza espiritual que se refleja al exterior en la pobreza de bienes de fortuna; ya que, como escribió San Francisco, "quien aún conserva la bolsa de su propio juicio, no es verdaderamente pobre" .

Así pues, la impresión de las Santas Llagas en el cuerpo de San Francisco es un claro testimonio de la gran semejanza que este santo tuvo con Nuestro Señor, semejanza que se manifiesta sobre todo en la constancia en el sufrir por amor de Dios y bien de las almas.

Según una antigua tradición de la Orden Franciscana, el Seráfico Padre San Francisco baja en este día al purgatorio y lleva al cielo las almas de los miembros de cualquiera de sus tres órdenes que allí se encuentren.

Oración: Seráfico Padre San Francisco, por vuestras llagas alcanzadme del Señor: paz, paciencia y humildad; fe, esperanza y caridad, y un santo amor y temor de Dios. Que así sea Señor. Amén.