La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María

Posted by: Laudem Gloriae

Inmaculada Concepción 05 (08)

Hoy es el día de la fiesta solemnísima de la Inmaculada Concepción de María. Este dogma nos enseña que, por singular privilegio de Dios, fue Ella eximida del pecado original y de las concupiscencias que trae consigo el pecado. Pío IX lo definió como dogma de fe en 1854, declarando que “María, por un privilegio único, fue preservada de la mancha original desde el primer instante de su concepción”.
Esta fiesta entona perfectamente con el espíritu del Adviento; mientras el alma se prepara a la venida del Redentor, es muy natural acordarse de aquella mujer –“la Purísima”– que fue su Madre.

La misma promesa del Salvador está unida, más aún, incluida en la promesa de esta Virgen singular. Después de haber maldecido a la serpiente tentadora, dijo el Señor:
“Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia: Ella te aplastará la cabeza” (Gén. 3,15). Y he aquí que la Virgen profetizada aparece “blanca como la nieve, resplandeciente como el sol, llena de gracia y bendita entre todas las mujeres” (Breviario Romano).
Precisamente en previsión del sublime privilegio de la maternidad divina, fue María –única entre todas las criaturas– preservada del pecado original.

Sin embargo, no veamos en la Inmaculada únicamente la preservación del pecado original, la ausencia absoluta incluso de la más tenue sombra de imperfección; admiremos también el aspecto positivo de este misterio, que la hizo desde el primer instante de su ser “llena de gracia”.
Enseñan, en efecto, los teólogos que María Santísima comenzó su ‘carrera espiritual’ con una gracia mucho más abundante y perfecta que la que los más grandes santos alcanzan al final de su vida. Si consideramos luego que durante toda su existencia la Virgen bendita respondió siempre de un modo perfectísimo a todos los movimientos de la gracia, a cualquier llamamiento divino, se podrá intuir con qué incesante y rapidísimo progreso crecieron en Ella la caridad y la gracia, hasta convertirla en la criatura más santa y más totalmente unida y transformada en Dios.
San Juan de la Cruz, al describir las maravillas del estado de unión con Dios, nos presentó a la Virgen Inmaculada como su prototipo y modelo:
“Tales eran las [obras] de la gloriosísima Virgen Nuestra Señora, la cual, estando desde el principio levantada a este alto estado [de unión], nunca tuvo impresa en su alma forma de alguna criatura ni por ella se movió, sino siempre su moción fue por el Espíritu Santo” (Subida III,2,10)

En María, pues, se realizan de la manera más acabada las dos condiciones esenciales del estado de unión. La primera –negativa– que en la voluntad humana no haya nada contrario a la voluntad divina, ningún apego que la haga prisionera, haciéndola obrar por amor de la criatura. Y la segunda –positiva– que la voluntad humana en todo y por todo se mueva únicamente por la voluntad de Dios.
De este modo aparece a nuestros ojos la inmaculada como la Esposa purísima del Espíritu Santo, no sólo en relación a su divina Maternidad, sino también con respecto a toda su vida, ya que durante ella se mueve únicamente bajo su divino impulso.

¡Oh Virgen Inmaculada, que yo que soy tan reacio, tan perezoso y mezquino en darme a Dios, comprenda cuán puro debe estar mi corazón para no rehusar nunca nada al Señor y poder repetir siempre contigo mi sereno y animoso “fiat”!
Ilumina mi alma con la luz que brota de tu radiante pureza, para que no se oculte en mi corazón ningún afecto que impida mi unión con Dios y me ate a las criaturas.

Fuente: Cf. P. Gabriel de S. M. Magdalena, o.c.d, Intimidad Divina