La práctica de la humildad (III)

Posted by: Ioseph

San Bernardo de Claraval 01 (01)
San Bernardo de Claraval

“El que se convierte en maestro de sí mismo, se hace discípulo de un necio”
San Bernardo

Haz todas las cosas, por pequeñas que sean, con mucha atención y con el máximo esmero y diligencia; porque el hacer las cosas con ligereza y precipitación es señal de presunción; el verdadero humilde está siempre en guardia para no fallar aun en las cosas más insignificantes. Por la misma razón, practica siempre los ejercicios de piedad más corrientes y huye de las cosas extraordinarias que te sugiere tu naturaleza; porque así como el orgulloso quiere singularizarse siempre, así el humilde se complace en las cosas corrientes y ordinarias.

Convéncete de que no eres buen consejero de ti mismo, y por eso, teme y desconfía de tus opiniones, que tienen una raíz mala y corrompida. Con esta persuasión, aconséjate, en lo posible, de hombres sabios y de buena conciencia, y prefiere ser gobernado por uno que sea mejor que tú a seguir tu propio parecer.

¿Has recibido de Dios grandes talentos? ¿O eres, por ventura, un grande del mundo? Esfuérzate en conocerte tal y como eres y procura convencerte de tu debilidad, de tu incapacidad y de tu nada; debes hacerte más pequeño que un niño; no andes tras las alabanzas de los hombres, ni ambiciones los honores; antes bien rechaza aquéllas y éstos.

Si te hacen alguna injuria o te ocasionan algún grave disgusto, en vez de indignarte con quien te ha ofendido, alza los ojos al cielo y mira al Señor, que con su infinita y amable providencia lo ha dispuesto así para hacerte expiar tus pecados, o para destruir en ti el espíritu de soberbia, obligándote a hacer actos de paciencia y de humildad.

Cuando se te presente la ocasión de prestar algún servicio bajo y abyecto al prójimo, hazlo con alegría y con la humildad con que lo harías si fueras el siervo de todos. De esta práctica sacarás tesoros inmensos de virtud y de gracia.

Por alto que sea el grado de gracia y de virtud a que hayas llegado, por grande que sea el don de oración que Dios te haya concedido, aunque hayas vivido durante mil años en la inocencia y en el fervor de la devoción, debes caminar siempre con temor y desconfiar de ti mismo, especialmente en materia de castidad: no olvides que llevas dentro de ti un
fomes inextinguible y una fuente inagotable de pecados, y piensa que eres todo debilidad, inconstancia, infidelidad. Está siempre en guardia sobre ti mismo; cierra los ojos para no ver ni sentir lo que podría manchar tu alma; huye siempre de las ocasiones peligrosas; evita todas las conversaciones inútiles con personas del otro sexo, y en las necesarias mantente en la más escrupulosa modestia y contención; finalmente, puesto que sin la gracia de Dios no puedes hacer nada bueno, pídele continuamente que tenga misericordia de ti y que no te deje solo en ningún momento.

Fuente: Gioacchino Pecci (Luego León XIII), La práctica de la humildad