Llegada de San Pedro a Roma (IIª y última parte)

Posted by: Nycticorax

San Pedro 02 (05)

EL FILÓSOFO- ¡Dioses inmortales! ¡Jamás hombre alguno soñó con semejante proyecto!...Establecer una religión de tal naturaleza en Roma, en el centro de la civilización y de las luces; querer hacer adorar a un Galileo crucificado, ¡es locura!... ¿quién eres tú para soñar en semejantes empresas?
PEDRO- ¿Ves allá en la orilla a aquellos pescadores? Pues ese es mi oficio. Para ganar el pan he pasado una buena parte de mi vida remendando redes y pescando en un pequeño lago de mi tierra.
EL FILÓSOFO- ¿De qué medios dispones para imponer al mundo tus ideas? ¿Tienes, por ventura, soldados más numerosos y más valientes que los de César?
PEDRO- Nosotros somos doce, diseminados por todos los pueblos, y mi Dios me prohíbe emplear la violencia. El nos ha enviado como ovejas en medio de los lobos. No tengo más arma que esta cruz de madera…
EL FILÓSOFO- ¿Posees, al menos, inmensos tesoros para ganar discípulos?
PEDRO- No tengo ni oro ni plata. En el mundo no poseo más que este vestido que me cubre.
EL FILÓSOFO- En ese caso, confiarás en tu elocuencia. ¿Cuánto tiempo has estudiado con los retóricos de Atenas o de Alejandría el arte de persuadir a los hombres?
PEDRO- Ignoro los artificios del lenguaje. No he frecuentado más escuela que la del carpintero, mi maestro, y no sé nada fuera de la santa religión que él me ha enseñado.
EL FILÓSOFO- Pero ¿esperas tú entonces que los emperadores, los magistrados, los gobernadores de provincia, los ricos y los sabios favorecerán tu empresa?
PEDRO- No; toda mi esperanza está en Dios. ¿Cómo podría yo contar con los ricos, los sabios y los césares?...Yo mando a los ricos que desprecien sus riquezas, a los sabios que sometan su razón al yugo de la fe, a César que abdique su dignidad de gran pontífice y acate las órdenes de Aquél que me envía.
EL FILÓSOFO- En tales condiciones, fácil cosa es prever que todo estará contra ti. ¿Qué intentas hacer cuando tal suceda?
PEDRO- Morir en una cruz: mi divino maestro me lo ha predicho.
EL FILÓSOFO- Verdaderamente esto es lo más verosímil de todo cuanto acabas de decirme. Extranjero, tu empresa es una locura… ¡adiós!
 
El romano se va, mientras, hablando consigo mismo, dice
: “¡Pobre loco! Es una lástima que este judío haya perdido la cabeza; parece una persona respetable”.
Pedro besa su cruz de madera y penetra en Roma. Allí, a pesar de los sacerdotes, a pesar de los filósofos, a pesar de los Césares, funda la religión de Jesucristo; hace adorar por esos orgullosos romanos a un judío crucificado; persuade a los voluptuosos a que practiquen la penitencia, y puebla de vírgenes aquella ciudad disoluta. El ignorante pescador demuestra su doctrina tan cumplidamente, que los que la abrazan derraman con gusto su sangre en defensa de la misma.
 
Algunos años más tarde, el apóstol extiende sus brazos en la cruz que ha predicado. Su muerte fija para siempre en Roma la sede de su imperio. Después de su martirio, la cátedra desde la cual ha enseñado nunca queda vacante. Durante trescientos años la espada de los Césares hiere a todos los que la ocupan. Pero su trigésimo segundo sucesor bautiza al César y enarbola la cruz sobre el capitolio. En adelante, la cruz de madera llevada a Roma por Pedro reinará sobre el mundo:
Stat crux dum volvitur orbis.
 
¿No es esto un milagro? ¡Un pescador triunfa de todo el poder romano encarnizado en destruir su obra, y el mundo adora a un judío crucificado, bajo la palabra de doce pescadores de galilea! ¡Esto no era humanamente posible y, sin embargo, ha sucedido!... La locura de la cruz ha triunfado de todo el universo: he ahí el monumento inmortal de la divinidad del cristianismo. ¡El dedo de Dios está ahí!...

Fuente: P. A. Hillaire., La Religión Demostrada, 1935