Llegada de San Pedro a Roma

Posted by: Nycticorax

San Pedro 01 (01)

Bajo el reinado de Claudio, el año 42 de nuestra era, un viajero, cubierto de polvo y abrumado por el cansancio de un largo camino, llegaba a la entrada de Roma, cerca de la puerta Naval.
Un filósofo romano, amante de novedades, impresionado al observar el traje del extranjero y la expresión grave e inteligente de su rostro, le habló, entablándose el diálogo siguiente:
 
EL FILÓSOFO- Extranjero, ¿de dónde vienes? ¿Cuál es tu país?
PEDRO- Vengo de Oriente; y pertenezco a una raza que vosotros detestáis, a la que habéis expulsado de Roma: mis compatriotas se encuentran relegados al otro lado del Tiber. Soy judío de nación, nacido en Betsaida de Galilea.
EL FILÓSOFO- ¿Qué es lo que te trae a Roma?
PEDRO- Vengo a destruir el culto de los dioses que vosotros adoráis y a haceros conocer al único verdadero Dios que no conocéis. Vengo a establecer una religión nueva, la única buena, la única divina.
EL FILÓSOFO- ¡A fe que esto es algo nuevo! ¡Hacer conocer un nuevo Dios, establecer una religión nueva!... ¡La empresa es grande! Pero, ¿Cuál es el Dios desconocido de que hablas?
PEDRO- Es el Dios que ha creado el cielo y la tierra; es un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios padre ha enviado al mundo a su Hijo único, Jesucristo, que se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Como hombre, fue al principio carpintero en una pequeña aldea, Nazaret; vivió pobre; murió en una cruz en Jerusalén para expiar los pecados del mundo, pero resucitó al tercer día. Como Dios, tiene todo poder en el cielo y en la tierra, y me envía para deciros que todos los dioses del Imperio no son sino falsas deidades introducidas por el demonio. Él es el único verdadero Dios a quien se debe adorar en todo el universo.
EL FILÓSOFO- ¡Por Júpiter, tú deliras!... ¡Tu querrías derribar los altares de nuestros dioses, que han dado a los romanos el imperio del mundo, para hacer adorar en su lugar a un Dios crucificado! Pero ¿puede, acaso, imaginarse algo más absurdo, más impío?
PEDRO- No, no deliro. Dentro de poco vuestros templos serán un montón de ruinas; y en Roma no habrá más que un sólo Dios, el Dios crucificado en Jerusalén.
EL FILÓSOFO- ¿Y qué vienes a anunciarnos de parte de un Dios tan extraño?... Seguramente tu religión debe ser cómoda, fácil y atrayente, puesto que esperas substituir con ella la religión del Imperio.
PEDRO- La religión que yo predico parece una locura a los hombres. Obliga a la inteligencia a creer misterios insondables, y al corazón a domar todas sus pasiones. Condena todos los vicios que tienen templos en esta ciudad; impone la práctica de las virtudes más difíciles: la humildad, la castidad, la caridad, la penitencia.
EL FILÓSOFO- ¿Y qué prometes a los secuaces de tu religión?
PEDRO- Aquí en la tierra tendrán que soportar incesantes luchas, privaciones y sufrimientos. Deben estar prontos a sacrificarlo todo, hasta la propia vida, antes que apostatar de su fe. Pero en el cielo, después de su muerte, yo les prometo un trono de gloria más hermoso que todos los tronos del mundo.
EL FILÓSOFO- Si los romanos renuncian a las delicias de la vida para abrazar tu religión tan austera; si cambian los bienes presentes por los tronos que les prometes sobre las nubes, yo te miraré como a un Dios.
PEDRO- Yo no soy nada por mí mismo, pero Aquel que me envía es todopoderoso. Vengo en su nombre a enseñar a todas las naciones, y a restablecer su religión en todo el universo.

Continuará el 24 de abril.

Fuente: P. A. Hillaire., La Religión Demostrada, 1935