Los hombres están obligados por ley divina a aceptar la verdadera fe

Posted by: Lotario de Segni

Santo Tomás de Aquino 01 (04)

Así como el principio del amor corporal es la visión propia del ojo corporal, así también el comienzo del amor espiritual debe ser la visión inteligible del objeto espiritual amable. Pero la visión del objeto espiritual amable, que es Dios, no podemos alcanzarla al presente sino por la fe (puesto que excede a la visión natural), y sobre todo consistiendo nuestra felicidad en su fruición. Es preciso, pues, que seamos inducidos por la ley divina a la verdadera fe.

La ley divina ordena al hombre con el objeto de que esté sometido totalmente a Dios. Pero así como el hombre se somete a Dios por parte de la voluntad, amándole, así también se somete, por parte del entendimiento, creyendo en Él. Mas no creyendo algo falso, porque Dios, que es la Verdad, no puede proponer al hombre ninguna falsedad; por lo que, quien cree algo falso no cree a Dios. Por tanto, los hombres son conducidos a la verdadera fe por la ley divina.

Quien yerre sobre lo que pertenece a la esencia de una cosa, no conoce dicha cosa, como quien pensase que el hombre equivale a animal irracional, no conoce al hombre. Otra cosa sería si se equivocara sobre alguno de sus accidentes. Mas, tratándose de compuestos, quien yerra sobre algunos de los principios esenciales, no conocerá la cosa de modo acabado, pero sí hasta cierto punto, como quien piensa que el hombre es animal irracional tiene de él un conocimiento genérico.

Pero esto no puede suceder con las cosas simples, puesto que un error cualquiera acerca de ellas nos priva totalmente de su conocimiento. Es así que Dios es simplísimo. Luego quien yerra sobre Dios no le conoce, como quien cree que Dios es cuerpo, no le conoce, pues toma por Dios una cosa distinta. Ahora bien, nosotros amamos y deseamos una cosa en la medida en que la conocemos. Así, pues, quien yerra sobre Dios, no puede amarle ni desearle como fin. Por consiguiente, siendo el objeto de la ley divina el conseguir que los hombres amen y deseen a Dios, resultará que los hombres son constreñidos por ella a tener una fe verdadera de Dios.

La falsa opinión es, con respecto a lo inteligible, lo mismo que el vicio opuesto es a la virtud en lo moral, pues
el bien del entendimiento es lo verdadero. Si, pues, a la ley divina corresponde prohibir los vicios, a ella corresponderá también rechazar las falsas opiniones sobre Dios y las cosas divinas.

Por esto se dice en Hebreos 11, 6:
“Sin la fe es imposible agradar a Dios”. Y en el Éxodo 20, 2., antes de establecer precepto alguno, se anticipa la fe recta en Dios, al decir: “Oye, Israel: El Señor, tu Dios, es único”.

Con esto se refuta el error de quienes decían que nada importa para la salvación del hombre la clase de fe con que éste sirva a Dios.

 Fuente: Santo Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, L. III, c. 118, B.A.C, Madrid 1968