Mártir de la Misa de Navidad

Posted by: Ioseph

Campo concentración ruso - Gulag
Campo de Concentración ruso Gulag

Waldman, judío húngaro, relata su conversión en el campo de concentración nº 4528, en Siberia. Había caído en gracia a los comisarios y capataces ofreciéndose como voluntario para limpiar sus cuartos, y conseguía cosas que canjeaba a los prisioneros a diez veces su valor.

Se acercaba la Natividad del Señor. Los únicos velando eran el Padre Krauss y Helmud Friedman, joven estudiante alemán. El sacerdote no andaba bien de salud; Helmud le instó a no ir al trabajo aquel día. Ellos harían su tarea; mas el P. Krauss rehusó.
La próxima Navidad anhelaban celebrarla con Misa. ¿Y el permiso de los comisarios? Peligroso. Tratando de ganarse al judío Waldman, le propusieron un
negocio. Éste conseguiría autorización, pan y vino... a precio de tres vasos de azúcar en efectivo, o su equivalente, entregado el día antes de la Misa. Con la discusión, bajó el precio a dos vasos cerrando el trato.

Nochebuena. En forma excepcional llegó el permiso y dos dedos de vino. Helmud pagó con ofrecimientos de los deportados: uno contribuyó con tres botones; otro, cinco; diez fósforos; algo de hilo; un trozo de lápiz. Faltaba el importe de un vaso y medio...
Los deportados de la última barraca consiguieron la mesa, y las mujeres una estola. La Misa no era segura: El P. Krauss sufría altas fiebres, convulsiones y decaimiento. Para que el capataz no molestase, lo reemplazaron ese día en su labor. Todos rodeaban de atenciones al sacerdote que pretendía, antes de morir, acercar a todos a Dios en esa Nochebuena. Férrea voluntad, se alzó, ordenando preparar todo para la Misa. Querían disuadirle, pero decía:
Preparen, preparen todo.

Llegó el momento. Dos prisioneros le sostenían al caminar. En la pobre mesa, un paño, y un vaso por cáliz; pan, vino, agua. Un crucifijo, hecho allí por Helmud; la estola improvisada por las mujeres.
El sacerdote esbozó la señal de la cruz, pronunciando con lentitud y unción las fórmulas rituales. Al fondo alguien entonó
Noche de paz. Con temblor siguieron todos los demás. Misa lenta; Helmud ayudó a levantar el cáliz en la elevación, llevando luego la mano del sacerdote hasta la boca de los fieles en la comunión. ¡Qué felices de celebrar así aquella Navidad!

Al final de la Misa el sacerdote, clavando sus ojos en el crucifijo, quedó inmóvil. Parecía que recitaría las tres Avemarías, pero sus labios no se movían. Helmud tomó su mano; estaba helada, sin pulso. Fue extendido al pie del altar, donde acabó su martirio. Todos miraban a Helmud, que no se sentía con fuerza para dar la triste nueva. Luego dijo:
Rezad por este sacerdote que ofreció su vida con generosidad por el prójimo. Uno tras otro, los deportados besaron la mano del mártir siberiano.
Silbatazo del cabo anunciando la hora de ir cada uno a su lugar. Todos salieron, menos el judío Waldman. Al verle, Helmud, mostrando el saco del difunto, le indicó que en caso de deuda, todo era para él. Pero el judío devolvió lo recibido diciendo:
Toma Helmud, y da a cada cual lo suyo.
Cercano al cadáver, besó sus manos exclamando:
Lloro; yo, que nunca lloré. Para mí la vida empieza hoy...

Fuente: Cfr. Rosario Rey Garrido, Anécdotas y reflexiones

Que la Santa Misa sea el centro de la celebración de la Navidad para todos nosotros.
A la vista de este ejemplo notable, ¿no nos animaremos a participar de la llamada ‘Misa de Gallo’, en aquellos lugares donde se celebre?