Nuestra Señora de la Merced, Liberadora de los Cautivos

Posted by: Juan Sobiesky

Ntra Sra de la Merced

Este título de la Santísima Virgen hace referencia a la misericordia suya, que nos debe mover a nosotros sus hijos a vivir el pedido del Señor: "sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso" (Lc 6, 36).

Surge esta devoción por una intervención de la Santísima Virgen María en tiempos en que numerosos cristianos eran capturados por los musulmanes y llevados como esclavos a Africa.

En 1203, San Pedro Nolasco, siendo aun seglar, con sus propios bienes, y aprovechando su condición de comerciante, organizó expediciones para negociar la redención de cautivos.
Comprometió a otros en la misma empresa, poniendo todos en común sus bienes para ese noble fin.

Cuando se les acabó el dinero formaron cofradías para recaudar la llamada
"limosna para los cautivos".
Agotada con el tiempo toda ayuda, San Pedro Nolasco entra en un período de reflexión y oración para discernir cuál debía ser su futuro.

En la noche del 1 al 2 de Agosto de 1218 se aparece la Santísima Virgen a San Pedro Nolasco, a San Raimundo de Peñafort y al Rey Jaime I de Aragón, comunicándoles a cada uno por separado, pero en el mismo momento, su deseo de que se forme una congregación para redimir (
liberar) a los cautivos de manos de los musulmanes. Ella sería la liberadora de aquellos cautivos, expuestos a perder la fe.

Luego que San Pedro Nolasco manifiesta a la Santísima Virgen su indignidad para llevar a cabo tal obra, Ella, la Reina del Cielo, a quien invocamos todos como Auxilio de los cristianos, le responde que la fundación de esa congregación es voluntad de Dios y será en honor de Ella.

Así, entonces, San Pedro Nolasco funda la Congregación con el apoyo del Rey Jaime I de Aragón,
el Conquistador, y con el consejo de San Raimundo de Peñafort.
Así los mercedarios se hacen
caballeros de la Virgen al servicio de su obra redentora.

En el año 1272 los frailes reunidos en Capítulo General eligen como nombre el de
La Orden de Santa María de la Merced, de la Redención de los Cautivos.

En el año 1696 el Papa Inocencio XII extendió la fiesta de la Virgen de la Merced al 24 de Septiembre para toda la Iglesia.

En nuestros días tenemos esclavitudes terribles como aquellas. La privación de la libertad de las personas, no siempre por coacción externa, es lo más difundido, como siempre lo ha deseado el enemigo mortal de nuestra naturaleza que sigue engañando al género humano con aquel
"seréis como Dios".
Embauca al hombre proponiéndole como libertad el soltarse del
yugo suave que nos pide el Señor que carguemos, para cargar con el que él nos propone, que nos hace caer en la esclavitud terrible e implacable de nuestras pasiones que someten nuestra voluntad a su señorío de perversión y destrucción personal.

¡Que bueno sería que volvamos nuestro rostro a Nuestra Señora del Cielo, la Virgen de la Merced, liberadora de los Cautivos, para que Ella nos alcance la gracia de parte de Dios nuestro Padre, de poder vernos como somos realmente a los ojos de Dios y reconocer cuales son las cadenas que nos esclavizan y nos hacen servidores del Príncipe de este mundo, para luego poder encontrar el propio camino a seguir y que nos lleva a la liberación de esa esclavitud; que no es otro que el camino de la humildad, la senda estrecha que lleva a la vida!

¡Qué bueno sería que se nos corra el velo que hoy tenemos los cristianos que hace que, lejos de ver la gravedad de la situación presente del mundo y de la Iglesia, vivamos distraídos con la mirada puesta en cosas que, si bien quizá no son malas en sí, tampoco son las importantes en las que deberíamos gastar el tiempo valioso de la vida presente!

Ayudemos también, como los mercedarios, a liberar al hombre de la esclavitud del acomodar la fe al propio gusto y comodidad. Sacudamos el yugo que nos oprime y nos hace arrastrarnos por este mundo, siendo que estamos llamados a volar muy alto y a ayudar a otros a hacerlo también.

Nuestra Señora de la Merced, liberadora de los cautivos, ruega por nosotros a Dios, para que liberados de la cruel esclavitud del demonio, podamos como hijos de Dios, ayudar a nuestros hermanos los hombres a liberarse también de las opresiones presentes y así avanzar con firmeza hacia aquella Ciudad a la que Dios nos llama para gozar eternamente de la Gloria.