San Francisco de Asís, el amor y la ternura de Dios

Posted by: Lotario de Segni

San Francisco - Tránsito

En el día de ayer la Santa Madre Iglesia ha celebrado la entrada en la gloria de uno de sus hijos más preclaros, el seráfico Padre San Francisco de Asís. Su vida, llena de la divina simplicidad, ha dejado una honda huella en la historia; sobre todo a causa de la Orden religiosa que fundó y de los hijos que en ella brillaron. Hoy consideraremos tres aspectos de la vida del seráfico Padre que nos ayudarán a conocerlo, imitarlo e invocarlo.

Las virtudes monásticas de San Francisco:
La obediencia: Con gran inocencia lo vemos obedecer a Fray Angel de Rieti, el religioso que le dieron por superior, y con toda verdad pudo decir a sus religiosos: "Recibí del cielo, sobre todas las demás, esta gracia: la de poder obedecer a un novicio de una hora, si me lo diesen por superior, con la misma sumisión que al más antiguo de mis religiosos".
Pobreza: A esta virtud profesó un culto caballeresco, hasta el punto de llorar si encontraba un pordiosero más pobre que él; hasta el punto de despojarse de lo que tenía para cubrir al que viese desnudo; se desposó místicamente con esta virtud y le fue fiel hasta la muerte, tanto que quiso le pusieran en el suelo para morir pobremente.
La humildad: Esta virtud resplandeció vivamente en el alma del Poverello; ella lo hacía considerar lo que de Dios había en cada persona, en cada creatura; por eso contemplaba a Dios en los animales, en las plantas, en el fuego,en el agua, en los astros. Por humildad y a consecuencia de una visión, renunció San Francisco a la idea de ser sacerdote. Una vez en que era conducido por un religioso suyo, por al camino de Bolonia a Perusa, a lomos de un asno, oyó que este religioso se quejaba en el fondo de su alma de que en el siglo su familia era más poderosa y noble que la de Francisco y ahora él se veía en el trabajo de conducir el asno de éste. San Francisco al momento se bajó del asno y le dijo que tenía razón, el religioso se arrepintió y el seráfico Padre lo perdonó sin amargura ni reproches.
Mortificación: Sus primeros pasos por este camino espantan a la naturaleza humana: en la Porciúncula se arrojó sobre un rosal para vencer una tentación contra la pureza, la cual una vez vencida, el rosal dejó de tener espinas hasta el día de hoy; en otra oportunidad, para vencer otra tentación, se arrojó en un estanque helado; el poco alimento que tomaba lo espolvoreaba con ceniza; el agua que bebía era la justa y necesaria. Un día en que le preguntaban la razón de una vida tan austera, respondió: "Es muy difícil satisfacer las necesidades del cuerpo sin dejarse llevar de la sensualidad". Pero a pesar de tanta penitencia fue un espejo de amabilidad, dulzura y alegría.
El legislador: La primera Regla que Francisco había escrito en Rivotorto era muy breve y sencilla, según él mismo lo dice en su testamento: "yo la hice escribir en pocas y sencillas palabras, y el Señor Papa se dignó confirmármela". En su mayor parte se componía de pasajes sacados del evangelio según San Lucas. Por eso Francisco la llamaba forma sancti Evangelii, ya que lo que él quería era indicar a los hermanos la mejor manera de practicar el Evangelio.

San Francisco, dice uno de sus primeros biógrafos, hacía admoniciones, reprensiones y preceptos con el fin de indicar la mejor forma de seguir el Evangelio de forma práctica. He aquí algunas de ellas:
VI. De la necesidad de seguir a Jesucristo: "Gustamos ser llamados siervos de Dios; pero debemos avergonzarnos de ello; porque los santos han hecho grandes cosas, y nosotros queremos ser honrados y estimados simplemente porque las contamos y predicamos".
VIII. No hay que envidiar a nadie: sobre todo no hay que envidiar el bien que Dios realiza en los demás.
XVI. Sobre la pureza de corazón: limpios de corazón son los que desprecian la tierra, buscan el cielo y miran a Dios siempre y en todas partes.
XXI. Del fraile elocuente y vano: desgraciado del fraile que pone su gozo en hacer reír a los demás con palabras vanidosas y fútiles y que con sus hechos no corresponde a la gracia que le ha sido otorgada por Dios.

El apostolado de seráfico: Lo que el serafín de Asís veía en las almas era la grandeza de su vocación y de su fin último y en cada una de ellas contemplaba los efectos que la aplicación de los méritos del Redentor habían de procurar. Busca, sobre todo, a las almas puras, es decir, a las que después de pecar se han arrepentido  y han reconquistado así la candidez del alma.
¡Conquistar!: Este fue su lema tácito pero siempre palpitante en todos sus actos; sus armas fueron: la vida interior y el buen ejemplo. Quería prosélitos no por ansia de grandezas sino para beneficio esencial de los mismos conquistados. Refiriendo uno de sus biógrafos el hecho de la concesión de la indulgencia de la Porciúncula dice que cuando Honorio III le preguntó cuantos años de indulgencia quería, San Francisco le contestó que no quería años sino almas.
En el reclutamiento de vocaciones  no buscaba el seráfico Padre cantidad sino calidad, pero tampoco la rechazaba. En la Regla de 1223 declara:
"los que vengan a recibir esta vida deben ser examinados acerca de la ortodoxia de su fe y de los sacramentos de la Iglesia".

"Este varón, por designio divino, fue concedido al mundo no solo como remedio de la turbada edad en que vivió, sino más aún, como renovador de la sociedad cristiana de todos los tiempos". (cfr. Pio XI, Encícl. Rite expiatis, del 30 de abril de 1926).

Fuentes: P. Leopoldo de Cherancé, o.f.m. cap., Vida de
San Francisco de Asís,
Ed. Difusión, Bs. As. 1945
Juan Jorgensen, San Francisco de Asís, su vida
y su obra,
Ed. Difusión, Bs. As. 1951, 3ª ed.
Fuentes: Agustín Baez, o.f.m.,
San Francisco de Asís, Patrono universal
de la Acción Católica,
Ed. Pax et Bonum, Bs. As.