Santidad Argentina (IX)

Posted by: Corim

Carreta 01 (01)

Madre María Benita Arias. Octava parte.

En las entregas anteriores, hemos considerado el trabajo y los sacrificios de la Madre Benita por comenzar y llevar adelante la obra eminentemente Eucarística que Dios le inspiraba. Hoy la vamos a acompañar por el itinerario de sus fundaciones y consideraremos los aspectos más relevantes de cada una.
 
Luego de la ya nombrada Casa contigua a la Iglesia del Carmen, lugar donde nació el Instituto de las Siervas de Jesús Sacramentado, la Madre Benita comienza con los trabajos de construcción de la “Casa de Jesús”, en el predio de las calles Yatay y Corrientes. El lugar no es como lo podemos ver en la actualidad. Era una zona de pastoreo y hornos de ladrillos. Para asistir a misa había que dar un gran rodeo para llegar hasta la Iglesia de Balvanera, que era la más cercana; podemos apreciar lo que nos cuenta un vecino del lugar en esa época:
“gracias a la Madre, nosotros tuvimos una capilla para satisfacer nuestros deberes religiosos, un asilo para una multitud de huérfanas y un colegio en el que los niños recibían una educación sólidamente cristiana.”
 
El lugar dista unas 30 cuadras de la primera casa de las Hermanas. Sin embargo comienzan a ir todos los días a dar clases por la mañana y catecismo por la tarde. Para realizar ese trayecto debían salir temprano y caminar por sendas muy precarias, ya que no existía el asfalto ni los cómodos automóviles que hoy podemos utilizar; en algunos sitios estaba tan mal trazado el camino que más de una vez, cuando podían usar carreta, aparecían las hermanas en el suelo. Esto costó la quebradura de costillas de varias hermanas, entre ellas la Madre Benita. ¡Qué sacrificio no haría la Madre por llevar el Evangelio a todas las almas!, es que cuando se enciende el fuego de la Santa Caridad mediante la oración y la unión con Dios escondido en la Eucaristía, no se miden los riesgos, los trabajos, el cansancio, los peligros; todo eso lo supera ampliamente el Amor de Dios. Es así que podemos ver a la Madre Benita andar por caminos polvorientos, o soportar aguaceros e incomodidades de todo tipo, por la Gloria de Dios.
 
Cuentan las crónicas de aquella época, que las Hermanas habían reunido el dinero para cubrir los costos del material destinado a la construcción de la “Casa de Jesús”, pero no para pagar a los albañiles. Así que las Hermanas tuvieron que ingeniárselas y comenzar ellas mismas la construcción de las dos primeras dependencias necesarias para la labor que llevaban a cabo. Ya para finales de 1873, la “Casa de Jesús” estaba funcionando con la atención gratuita, por parte de las religiosas, de 14 niñas huérfanas y de 21 niñas externas.
 
Luego de esta fundación, que es la primera salida de la casa Madre del Instituto, siguieron muchas otras como fruto del gran amor a Dios que tenía la Madre. Es así que ahora podemos ver a Madre Benita en viaje rumbo a Salta para extender su Obra Eucarística y de Caridad. El viaje fue largo y penoso, con miles de dificultades y peligros, a la vez que perjudicial para la salud de la Madre, que contrajo una fuerte bronquitis. Igualmente había que seguir, y la Fundadora abraza la Cruz que el Señor le envía y continúa el tramo que le espera hasta llegar a destino.
 
Si durante el trayecto divisaba de lejos el campanario de una Iglesia, su amor por Cristo le impulsaba a exclamar:
“Allí está nuestro amado Jesús Sacramentado. ¿Lo ven hermanas? ¡Allí está! ¡Y tal vez solo! ¡Ah, Señor; y no poder visitarte!” Hacía una comunión espiritual y recitaba algún himno piadoso dedicado a la Eucaristía o a la Virgen.
Lamentablemente con el correr del tiempo la fundación de Salta no prosperó. Pero en todos quedó el recuerdo inolvidable de la presencia de la Madre Benita y de sus hijas, su amor a Cristo Sacramentado y su pasión por conducir las almas a Dios.
 
El siguiente destino elegido por las hermanas para extender la Obra Eucarística, es la ciudad de Bolívar, en la provincia de Buenos Aires. Un grupo de fieles, con la figura de Mons. Espinosa a la cabeza, presentaron a la Madre Benita el proyecto de un colegio de educación católica en esa ciudad, para asegurar la formación cristiana de sus hijos. La madre acepta gustosa la idea y envía a las nueve primeras religiosas de su Congregación. Inmediatamente las hermanas se pusieron a trabajar en la heroica tarea de conquistar almas para el Cielo.
 
 Podemos considerar aquí un aspecto fundamental de la Madre Benita. Ella consideraba de primordial importancia la apertura de colegios verdaderamente cristianos, donde se eduque a los niños y jóvenes en los principios de nuestra fe, e intentaba que las Hermanas tuvieran en su alma el fuego de la verdadera caridad cristiana, que es procurar la salvación de las almas que tienen a cargo por la responsabilidad del puesto de maestra. Y más que otras materias, la Madre hacía hincapié en la enseñanza del Catecismo. Para ilustrar mejor esta idea vamos a transcribir una anécdota protagonizada por la Madre y Sor Peregrina Liz, en ese entonces novicia, integrante de la comunidad de Hermanas de la “Casa de Jesús”:
 
“Yo era maestra de la Casa de Jesús. Como había un solo salón, un día en que hacía mucho calor, salimos al patio, sacamos el pizarrón, puse a las niñas en semicírculo y dicté la clase de matemática con mucho entusiasmo. Casualmente la Madre me estaba observando detrás de una persiana. Como solíamos hacer, le besé la mano y ella me dijo: Te estaba observando mientras hacías la lección. La hiciste muy bien. Veo que enseñas bien la matemática. ¿Enseñas también así el catecismo?... No te olvides que nuestra escuelita es como el cebo que el pescador pone en el anzuelo. El pez viene, traga el cebo y es pescado. Así sucede con nuestras escuelitas. Vienen las niñas, se les enseña la aritmética, la lectura, la escritura, las labores femeninas... pero el fin principal es que aprendan el catecismo, es enseñarles a conocer a Dios y que cumplan sus deberes para con Él.
Cuando yo estaba por retirarme, me dio con la mano un golpecito en la espalda, diciéndome: ¡no te olvides, hija: CATECISMO! Repitió el golpe una y otra vez modulando bien la frase: ¡CATECISMO, hija CATECISMO!”
 
Ojalá todos nosotros nos contagiáramos con el santo celo por la salvación de las almas, principalmente las que están más en contacto con nosotros, ya sea por lazos de familia, o por lazos de amistad.
Seguiremos meditando sobre la vida de Madre Benita el próximo domingo 11 de este mes.