Santidad Argentina (XVIII)

Posted by: Corim

Vble María Crescencia Pérez 05 (03)

HERMANA MARÍA CRESCENCIA PÉREZ, sexta parte.
Pasado un tiempo, retomamos esta pequeña serie en la que vamos conociendo algunos aspectos sobre la vida de la Venerable María Crescencia Pérez, a quien en poco más de un mes vamos a ver elevada a los altares, ya que el próximo 17 de noviembre va a ser beatificada en la localidad de Pergamino.
Como ya hemos dicho varias veces, este acontecimiento que va a suceder en nuestra patria no es un hecho más, sino que es Dios mismo quien por él nos interpela a cada uno de los argentinos, mostrándonos un camino concreto de alcanzar la santidad, y es el que más le agrada: el camino de la pequeñez, la sencillez, la humildad, o como lo denominó Santa Teresita del Niño Jesús: el camino de la infancia espiritual.
Y es en esta misma Santa, de quién toma María Crescencia el modelo a seguir para alcanzar la unión con Dios.

En la última entrega habíamos comenzado a considerar la vida de la Hermana Crescencia en “la escuela de Santa Teresita”, y hemos escuchado el testimonio de una religiosa que la conoció, y que ahora recordaremos: “Crescencia tenía todo resuelto en el caminito de Santa Teresita. Yo creo que la imitó en todo y ella expresamente señalaba que la quería imitar”.
Recorriendo este pequeño caminito, es en donde Sor Crescencia aprendió a reconocer en ella misma la nada, la incapacidad para todo bien, la necesidad apremiante de que sea Dios mismo quién a cada instante la sostenga y la eleve a las cumbres de la santidad; aprendió a abandonarse confiadamente en sus amorosos brazos de Padre y a dejarse guiar únicamente por Dios, por los caminos que Él le quisiera hacer recorrer. Solo dijo SI, y abandonó toda su vida depositando todos sus gustos, deseos, aspiraciones, pareceres, proyectos, todos sus defectos y virtudes en los Brazos de su Padre Celestial, sin quedarse con nada propio para que sea solo el Amor Divino quién habite en ella.

Para concluir citaremos un breve párrafo de una carta dirigida a su familia: “Por lo demás, que me dicen de las calamidades que van sucediendo, no hay más que someterse resignados a la Divina Voluntad del Señor y esperar con paciencia su Misericordia que al fin es nuestro Padre. Él no nos abandonará, ¡confiemos! Y roguemos que remedie tantos males.”