Santidad Argentina (XIX)

Posted by: Corim

Vble María Crescencia Pérez 06 (07)

HERMANA MARÍA CRESCENCIA PÉREZ. Séptima parte.

En las últimas entregas, hemos considerado a María Crescencia en su imitación perfecta del “pequeño caminito” de Santa Teresita, que consiste en el abandono confiado en las manos de Dios, como lo hace un niño pequeño en los brazos de su padre.

Hoy encontraremos a María Crescencia ya dispuesta a realizar los primeros votos, que pronuncia el 7 de septiembre de 1918. Ese día, puesta de rodillas delante del altar inmola a Dios su humilde vida mediante esta fórmula:
“Yo, María Crescencia, hago por un año mis votos de Castidad, Pobreza y Obediencia, ante Dios y en manos de vos, Madre General..., y propongo emplearme con celo por la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas en las obras de caridad, confiadas al Instituto”. Y nuestro señor, regala a su esposa en el día de las bodas el don más preciado de su Corazón: La Cruz, pues ese mismo día muere el papá de la hermana Crescencia de bronconeumonía. Está sola, pues su familia no pudo viajar, pero segura del Amor de Dios, que permite todo para bien y solo Él conoce el por qué de cada cosa que sucede; a nosotros nos toca decir como la Virgen: Sí, Hágase Tu Voluntad.
Y lo que prometió lo cumplió en grado heroico; verdaderamente actuó lo que le restaba de vida con celo por la Gloria de Dios y la salvación de las almas.

Luego de la emisión de los votos, María Crescencia es enviada al colegio de Calle Rincón, en la ciudad de Buenos Aires. De su estadía en ese lugar nos llegan algunos testimonios:
De una ex-alumna:
“La experiencia de los años me hizo comprender que fue un alma que vivió en presencia de Dios. Se la veía recogida, sin amaneramientos ni rigidez. Amable, suave, paciente con nuestras exigencias, nunca se incomodaba”.

De Hermana Ángela Quidonoz:
“Influenciaba en las chicas con el ejemplo. Las preparaba para la primera comunión y, como amaba mucho a Jesús, infundía ese amor, pero suavemente, tal como lo hacía con nosotras”.
“La alegría era otra de sus características. Llegaba, y era toda dicha con las chicas, en el patio, el recreo, en la quinta o con las pupilas.”

De la Hermana Celina Rohr: “La veíamos rezar su hora delante del Santísimo Sacramento. Como a cualquier otra Hermana, se le notaba el recogimiento, pero nada de extraordinario. Se limitó a cumplir con fidelidad y sencillez su deber, cualquiera fuese la forma que tuviera cuando se le presentaba. Eximia en la humildad, que solo Dios puede ver, medir y premiar, esto explicaría las singulares Gracias que recibió en el momento de la muerte”.

Concluiremos esta entrega con una frase pronunciada por María Crescencia a otra religiosa que se mostraba angustiada por las tareas que se le asignaban:
“Creo que usted no leyó el artículo sobre la confianza en Dios, legado por nuestro Padre Fundador. Allí expresó que: Todo lo esperen de Dios mediante la intercesión de María Santísima, a la que recurrirán como verdaderas hijas.”