Santidad Argentina (XXII)

Posted by: Corim

Vble María Crescencia Pérez 08 (09)
Niñas del Hospital Marítimo de Mar del Plata (al que pertenecía el “Solarium”)

Hermana María Crescencia Pérez. Novena parte.
Hemos venido acompañando a la futura Beata en los primeros pasos dentro de la Congregación de las Hermanas del Huerto y consideramos además, su trabajo en el Colegio del Huerto de Buenos Aires y su traslado al Solárium de Mar del Plata, donde se trataban niños con tuberculosis ósea o pulmonar.

Son varios los testimonios que nos llegan sobre su desenvolvimiento en dicho Hospital. En ellos podemos corroborar las exquisitas virtudes de María Crescencia: su caridad solícita, su silencio, su abnegación en el trabajo cumplido con perfección por amor a Dios, su oración constante, su amor al Corazón de Jesús y su tierna devoción a María Santísima, su paciencia al ser calumniada y juzgada como inepta por algunos malintencionados empleados del Hospital, su alegría contagiosa fruto de su intimidad con el Creador, su amor por la Eucaristía que arrastraba a todos al pie del Sagrario, etc., etc.; al respecto la Hermana María Elvira Estévez, nos dice de la Hermana Crescencia: “... prodigaba cuidados verdaderamente maternales a los enfermos. Se sentía feliz de poder aliviarlos y, al mismo tiempo, les hablaba de Jesús y de la Virgen María. Inspiraba amor a la Virtud, era paciente, humilde, despertó veneración y respeto entre quienes la trataron...”

Vamos a detenernos a considerar dos de esas tantas virtudes que echaron raíces en el alma delicadísima de María Crescencia: el Amor siempre concreto vivido hasta el heroísmo, y la obediencia a la voluntad de Dios manifestada en sus superioras.
Con respecto al primer punto, vamos a citar unas palabras del Fundador de las Hermanas del Huerto, San Antonio María Gianelli:
“Si en el servicio de los enfermos, con verdadero espíritu de Caridad, contrajera alguna enfermedad y aun la muerte, este acto heroico será delante de Dios prenda de Eterna Felicidad”, “...el acto heroico exige que el alma esté libre de pecado, de todo género de vanidad y de apego humano...”
Y nuestra protagonista se destacó en la heroicidad de la Caridad ya que a raíz del contacto con los niños enfermos ella misma contrajo la tuberculosis, dado que por genética era propensa a contraer ese mal, como lo habían padecido ya otros miembros de su familia, y hasta su mismo padre murió víctima de la tuberculosis. Y sin embargo nunca rechazó dicha tarea en el Solárium, ni se excusó pidiendo un cambio de tareas. Ella aceptó la santísima Voluntad de Dios manifestada en sus Superioras.

Para concluir este capítulo vamos a citar el testimonio que brindó en el proceso de Beatificación su hermano José María:
“Un hecho para mí importante fue su traslado a Mar de Plata. Ella sabía que corría el peligro del contagio, porque nuestro padre había muerto de una enfermedad pulmonar y ella corría el riesgo de heredar esa debilidad. No obstante, cuando se le pide que vaya a Mar del Plata a cuidar a los niños enfermos de tuberculosis ósea, sabiendo que para ella es un grave riesgo, asume esta misión y va a esa ciudad, donde durante aproximadamente tres años está con los niños.
Exactamente, al fin de ese tiempo, deben enviarla a Chile, porque su enfermedad pulmonar aparece ya incubada y exige que se la trate de manera muy concreta. El Fundador ya había previsto que podrían ocurrir casos, en que las Hermanas tuviesen que afrontar epidemias o enfermedades contagiosas y, si lo hacían voluntaria y libremente, y se contagiaban realmente a partir de ese contacto, y sus vidas por otra parte, en su conjunto, resplandecían de auténticas virtudes, esa entrega bien podría considerarse un acto heroico de caridad. Creo que este es el caso de la Sierva de Dios”.