Santos y guerreros

Posted by: Lotario de Segni

Cruzado Penitente 01 (01)
Cruzado Penitente

Las mejores causas y los más ricos arsenales no sabrían por sí mismos forzar la victoria. El valor de los combatientes ha sido y será siempre el elemento importante del éxito.
En resumen, el celo, la generosidad, el desinterés de los santos, tales son los caracteres de los combatientes de los que nuestro mundo espera la salvación.
Verdades que deberían sernos familiares, pero que están oscurecidas por la idea que nos formamos con frecuencia de la santidad. Lo que queremos es el santo legendario, entiéndase el santo milagroso, que aparece bruscamente, a la manera de los buenos genios en ciertos cuentos orientales, seres prodigiosos, dotados de una potencia incomprensible y que lo salvan todo cuando todo, precisamente, parecía perdido. Forma de esperar en la santidad que no es más que pereza de espíritu y holgazanería de voluntad.

Una honradez mediocre no basta. Es como una superación perpetua a lo que el Evangelio nos invita. Exige una movilización de todo el ser.
Cuántos católicos, hoy, están, por complacencia, inscritos en todas partes y no hacen nada en ninguna. No es a los hombres que debemos agradar, ni siquiera cuando nos apremian amablemente para pertenecer a su círculo, a su obra o a su club. Tenemos que agradar a Dios y actuar por Su mayor gloria.

La Iglesia, a lo largo de los siglos, ha manifestado siempre cierto horror para aquellos que bajo el disfraz de piedad y de celo, se han comportado como falsarios frente a su enseñanza. Dulcificar la verdad para no disgustar, no es practicar la caridad, es traicionarla…
Aquellos que conocen la verdad, escribía S.S. Pío XII en 1947, deben imponerse el deber de definirla claramente cuando sus enemigos la deforman con habilidad.
Pero esta caridad, inteligente y compasiva, frente a los descarriados, frente a esos mismos que os ultrajan, no significa de ningún modo, y no puede nunca significar, una renuncia a proclamar, a reivindicar y defender valientemente la verdad y su aplicación franca a la realidad que nos rodea. Este es el deber de todo cristiano.

Si es la cobardía y la pereza de los buenos, como declaraba San Pío X, lo que fortalece muy a menudo el reino de Satán, resulta claro que esta pereza y esta cobardía están en contradicción total con las prescripciones de la Iglesia y del Evangelio.
No hay tiempo que perder, proclamaba S.S. Pío XII. El tiempo de la reflexión y de los proyectos ha pasado. Es la hora de la acción. ¿Estáis dispuestos? Los frentes opuestos en el terreno religioso y moral se delimitan cada vez más claramente. Es la hora de la prueba. La dura carrera de que habla San Pablo ha comenzado. Es la hora del esfuerzo intenso. Unos instantes solamente pueden decidir la victoria.

Fuente: Jean Ousset, Para que Él reine, ediciones del Cruzamante, Buenos Aires, Junio de 1980