Tres espíritus que conducen a las almas

Posted by: Juan Sobiesky

Espíritu Santo 01 (01)

Tres espíritus tienden en cada alma a dominarla.
El
espíritu de falsía y de blasfemia, que, desde el comienzo, sugiere siempre lo contrario de lo que nos sopla al oído el Señor. "Si comiéreis de este fruto moriréis infaliblemente", palabra de Dios. "No moriréis en manera alguna", palabras de Satán (Gn 3, 4). Y todas sus sugerencias no son más que eco de la primera mentira.

Hay un
espíritu del mundo, que nos mueve a juzgar de las cosas según las máximas de los sentidos y de la prudencia carnal. "La prudencia de este mundo es locura a los ojos de Dios".

Hay, finalmente, un
Espíritu de Dios que inspira a nuestros corazones y los inclina a elevarse por encima de la naturaleza: Sursum corda -elevar el corazón-, a vivir de la fe. Este Espíritu nos mueve sin cesar hacia una fe sencilla, amante, al abandono de nuestro ser todo en manos de Dios. Es Él quien nos llena de "paz y de gozo en la fe", y quien produce los frutos (de santidad) de que nos habla San Pablo.

El Espíritu de Dios, aun cuando nos dirige sus reproches o nos mueve a la confusión, a la compunción por nuestros pecados, llena e inunda siempre el alma de paz y de una confianza sin límites en nuestro Padre celestial. Los demás secan nuestra alma, la llenan de tendencias naturalistas, o incluso, si se trata del espíritu infernal, la sumergen en el abatimiento, en el descorazonamiento.
Ahora, de la misma manera que debía haberse negado Eva a creer e incluso a escuchar al espíritu infernal cuando negaba el testimonio divino, de la misma manera que debiera haberlo puesto en fuga diciendo como San Miguel:
"¿Quién como Dios?", menester es que también nosotros exclamemos:"¿Crees tú, espíritu malvado, que he de prestar atención a cuanto me insinúas, si con ello quieres negarme cuanto Dios me ha enseñado?"
Así debiéramos obrar.

Fuente: Dom Columba Marmion, Palabras de Vida - Inspiradas en el Misal, Desclée de Brouwer, 1956, pag. 59