Yo mismo iré a buscar a mis ovejas

Posted by: Laudem Gloriae

Benedicto XVI 01 - imposición de la ceniza

“Así dice el Señor, Yahvé: Yo mismo iré a buscar a mis ovejas… y las pondré a salvo de todos los lugares en que fueron dispersada el día del nublado y de las tinieblas… y las llevaré a su tierra y las apacentaré sobre los montes de Israel… Las apacentaré en pastos ubérrimos”. Este es el programa de cuanto el Señor quiere realizar en este santo tiempo de Cuaresma a favor de nuestras almas, para conducirlas a una vida de mayor perfección y de profunda intimidad con Él. Nos alarga la mano, no sólo para sacarnos de los peligros, sino también para ayudarnos a escalar posiciones más altas donde Él mismo nos alimentará.
 
El punto de partida que hará posible por tu parte la actuación de este plan divino, es una nueva
conversión. Debes aunar tus fuerzas, tus deseos, tus afectos, que tan fácilmente te dispersan y se detienen a gozar en las vegas de los apetitos humanos, y, haciendo de ellos un solo haz, hacerlos converger todos hacia Dios, tu único y último fin. De esta manera tu conversión cuaresmal ha de concretarse en una generosa determinación de encaminarte con más decisión por la senda de la perfección. En otras palabras, debes renovar con todo fervor el propósito de santificarte. El deseo de la santidad es el verdadero resorte de la vida espiritual: cuanto más intenso y real sea, más te impulsará a emplearte en ella por entero.
 
Procura en esta primera semana de Cuaresma despertar y robustecer ese propósito de santificación. Si fracasaron o no consiguieron plenamente su intento tus esfuerzos pasados, no tienes que descorazonarte. Repite humildemente:
“Nunc coepi”, ahora comienzo, y, con el recuerdo de tus fracasos, pon únicamente en Dios tu confianza.
 
“¡Oh hermanos, oh hermanas e hijos de este Dios!
Esforcémonos, esforcémonos, pues sabéis que dice Su Majestad que en pesándonos de haberle ofendido, no se acordará de nuestras culpas y maldades. ¡Oh piedad tan sin medida! ¿Qué más queremos? ¿Por ventura hay quien no tuviera vergüenza de pedir tanto? Ahora es tiempo de tomar lo que nos da este Señor piadoso y Dios nuestro. Pues quiere amistades, ¿quién las negará a quien no negó derramar toda su sangre y perder la vida por nosotros? Mirad que no es nada lo que pide, que por nuestro provecho nos está bien el hacerlo.
 
“¡Oh, válgame Dios, Señor! ¡Oh, que dureza! ¡Oh, que desatino y ceguedad! Que si se pierde una cosa, una aguja, o un gavilán que no aprovecha de más de dar un gustillo a la vista de verle volar por el aire, nos da pena. ¡Y que no la tengamos de perder esta Águila caudalosa de la majestad de Dios y un reino que no ha de tener fin de gozarle! ¿Qué es esto? ¿Qué es esto? Yo no lo entiendo. Remediad, Dios mío, tan gran desatino y ceguedad” (Santa Teresa de Jesús, Exclamaciones 14, 3-4)

   Fuente: Cfr. P. Gabriel de Santa María Magdalena, O.C.D., Intimidad Divina