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La Cuaresma, un tiempo para acercarnos más al Señor

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Jesús en la Cruz 01 (02b)

No podemos dejar pasar este día sin fomentar en nuestra alma un deseo profundo y eficaz de volver una vez más, como el hijo pródigo, para estar más cerca del Señor. San Pablo, en la Segunda lectura de la Misa, nos dice que este es un tiempo excelente que debemos aprovechar para una conversión: Os exhortamos, dice, a no echar en saco roto la gracia de Dios (...). Mirad: ahora es el tiempo de la gracia; ahora es el día de la salvación (2 Cor 5, 20-6, 2). Y el Señor nos repite a cada uno, en la intimidad del corazón: Convertíos. Volved a Mí de todo corazón.
Ahora se nos presenta un tiempo en el cual este recomenzar de nuevo en Cristo va a estar sostenido por una particular gracia de Dios, propia del tiempo litúrgico que hemos comenzado. Por eso, el mensaje de la Cuaresma está lleno de alegría y de esperanza, aunque sea un mensaje de penitencia y de mortificación.

«Cuando uno de nosotros reconoce que está triste, debe pensar: es que no estoy suficientemente cerca de Cristo. Cuando uno de nosotros reconoce en su vida, por ejemplo, la inclinación al mal humor, al mal genio, tiene que pensar eso; no echar la culpa a las cosas de alrededor, que es una manera de equivocarnos, es una manera de desorientar la búsqueda» (Ángel Mª García Dorronsoro). A veces, cierta apatía o tristeza espiritual puede estar motivada por el cansancio, por la enfermedad..., pero más frecuentemente se fragua por la falta de generosidad en lo que el Señor nos pide, en la poca lucha por mortificar los sentidos, en no preocuparse por los demás. En definitiva, por un estado de tibieza.
Junto a Cristo encontramos siempre el remedio a una posible tibieza y las fuerzas para vencer en aquellos defectos que de otra manera nos resultarían insuperables. «Cuando alguien diga: “Yo tengo una pereza irremediable, yo no soy tenaz, yo no puedo terminar las cosas que emprendo”, debería pensar (hoy): “Yo no estoy lo suficientemente cerca de Cristo”.
Por eso, aquello que cada uno de nosotros reconozca en su vida como defecto, como dolencia, debería ser inmediatamente referido a este examen íntimo y directo: “No tengo yo perseverancia, no estoy cerca de Cristo; no tengo alegría, no estoy cerca de Cristo”. Voy a dejar ya de pensar que la culpa es del trabajo, que la culpa es de la familia, de los padres o de los hijos... No. La culpa íntima es de que yo no estoy cerca de Cristo. Y Cristo me está diciendo: ¡Vuélvete! “Volveos a Mí de todo corazón!”.

(...) Tiempo para que cada uno se sienta urgido por Jesucristo. Para que los que alguna vez nos sentimos inclinados a aplazar esta decisión sepamos que ha llegado el momento. Para que los que tengan pesimismo, pensando que sus defectos no tienen remedio, sepan que ha llegado el momento. Comienza la Cuaresma; mirémosla como un tiempo de cambio y de esperanza.

Fuente: Francisco Fernández-Carvajal, Hablar con Dios, T. II

Obras de penitencia

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Ermitaño 01 (01)
Ermitaño

Obras de penitencia: Confesión frecuente, mortificación, limosna...

La verdadera conversión se manifiesta en la conducta. Los deseos de mejorar se han de expresar en nuestro trabajo o estudio, en el comportamiento con la familia, en las pequeñas mortificaciones ofrecidas al Señor, que hacen más grata la convivencia a nuestro alrededor y más eficaz el trabajo; y además en la preparación y cuidado de la Confesión frecuente.
El Señor también nos pide hoy una mortificación un poco más especial, que ofrecemos con alegría: la abstinencia y el ayuno, que «fortifica el espíritu, mortificando la carne y su sensualidad; eleva el alma a Dios; abate la concupiscencia, dando fuerzas para vencer y amortiguar sus pasiones, y dispone al corazón para que no busque otra cosa distinta de agradar a Dios en todo».

Durante la Cuaresma, nos pide la Iglesia esas muestras de penitencia (la abstinencia de carne a partir de los 14 años, y el ayuno entre los 18 y los 59 cumplidos), que nos acercan al Señor y dan al alma una especial alegría; también la limosna que, ofrecida con corazón misericordioso, desea llevar un poco de consuelo al que está pasando una necesidad o contribuir según nuestros medios en una obra apostólica para bien de las almas. «Todos los cristianos pueden ejercitarse en la limosna, no solo los ricos y pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres; de este modo, quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son semejantes en el amor y afecto con que la hacen».
El desprendimiento de lo material, la mortificación y la abstinencia purifican nuestros pecados y nos ayudan a encontrar al Señor en nuestro quehacer diario. Porque
«quien a Dios busca queriendo continuar con sus gustos, lo busca de noche y, de noche, no lo encontrará» (San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 3, 3).

La fuente de esta mortificación estará principalmente en la labor diaria: en el orden, en la puntualidad al comenzar el trabajo, en la intensidad con que lo realizamos, etc.; en la convivencia con los demás encontraremos ocasiones de mortificar nuestro egoísmo y de contribuir a crear un clima más grato en nuestro entorno. «Y la mejor mortificación es la que combate –en pequeños detalles, durante todo el día– la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. Mortificaciones que no mortifiquen a los demás, que nos vuelvan más delicados, más comprensivos, más abiertos a todos. Tú no serás mortificado si eres susceptible, si estás pendiente solo de tus egoísmos, si avasallas a los otros, si no sabes privarte de lo superfluo y, a veces, de lo necesario; si te entristeces, cuando las cosas no salen según las habías previsto. En cambio, eres mortificado si sabes hacerte 
todo para todos, para ganar a todos (1 Cor 9, 22)». Cada uno debe hacerse un plan concreto de mortificaciones que ofrecer al Señor diariamente en esta Cuaresma.

Fuente: Francisco Fernández-Carvajal, Hablar con Dios, T. II

Fomentar la conversión del corazón

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Conversión 01 (01)

Comienza la Cuaresma, tiempo de penitencia y de renovación interior para preparar la Pascua del Señor. La liturgia de la Iglesia nos invita sin cesar a purificar nuestra alma y a recomenzar de nuevo.
Dice el Señor Todopoderoso: Convertíos a mí de todo corazón: con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones, no las vestiduras, convertíos al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso..., leemos en la Primera lectura de la Misa del Miércoles de Ceniza. Y, en el momento de la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas, el sacerdote nos recuerda las palabras del Génesis, después del pecado original: Memento homo, quia pulvis es... Acuérdate, hombre, de que eres polvo y en polvo te has de convertir.
Memento homo... Acuérdate... Y, sin embargo, a veces olvidamos que sin el Señor no somos nada. «De la grandeza del hombre no queda, sin Dios, más que este montoncito de polvo, en un plato, a un extremo del altar, en este Miércoles de Ceniza, con el que la Iglesia nos marca en la frente como con nuestra propia substancia».

Quiere el Señor que nos despeguemos de las cosas de la tierra para volvernos a Él, y que dejemos el pecado, que envejece y mata, y retornemos a la Fuente de la Vida y de la alegría: «Jesucristo mismo es la gracia más sublime de toda la Cuaresma. Es Él mismo quien se presenta ante nosotros en la sencillez admirable del Evangelio».
Volver el corazón a Dios, convertirnos, significa estar dispuestos a poner todos los medios para vivir como Él espera que vivamos, ser sinceros con nosotros mismos, no intentar
servir a dos señores, amar a Dios con toda el alma y alejar de nuestra vida cualquier pecado deliberado. Y eso, en medio de las circunstancias de trabajo, salud, familia, etc., propias de cada cual.

Jesús busca en nosotros un corazón contrito conocedor de sus faltas y pecados y dispuesto a eliminarlos.
Os acordaréis de vuestros malos caminos, de vuestros días que no fueron buenos... El Señor desea un dolor sincero de los pecados, que se manifestará ante todo en la Confesión sacramental, y también en pequeñas obras de mortificación y penitencia hechas por amor: «Convertirse quiere decir para nosotros buscar de nuevo el perdón y la fuerza de Dios en el Sacramento de la reconciliación y así volver a empezar siempre, avanzar cada día».

Para fomentar nuestra contrición la Iglesia nos propone, en la liturgia del día de hoy, el Salmo en que el Rey David expresó su arrepentimiento y con el que tantos santos han suplicado perdón al Señor. También nos ayuda a nosotros en estos momentos de oración:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, le decimos a Jesús.
Lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti solo pequé.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme, no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
El Señor nos atenderá si en el día de hoy le repetimos de corazón, a modo de jaculatoria:
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.

Fuente: Francisco Fernández-Carvajal, Hablar con Dios, T. II

Lecciones del Bautismo del Señor

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Bautismo de Jesús 03 (03b)

¿Quién no se sentiría emocionado ante el combate de humildad entre el Señor y su precursor, San Juan? Jesús, mezclado entre los muchísimos publicanos que acudían a pedir el perdón de sus crímenes, llena de extrañeza al Bautista, que llegó a su colmo cuando Juan oyó al Señor que le pedía bautismo de penitencia. “¡Cómo!, exclamó, ¿yo bautizarte, yo, que no soy digno de desatar las correas de tus sandalias? ¡Oh, jamás, Señor, esto no lo haré nunca!”
Admiremos la humildad del discípulo, pero cuánto más admirable es aún la del divino Maestro, que fuerza a Juan Bautista a bautizar al Unigénito de Dios como al último de los mortales y como al más grande de los pecadores. Qué pocas veces vemos entre los hombres estas luchas de sincera humildad; antes, por el contrario, se lucha por sobresalir entre los demás y serles preferido. Se discute con pretensiones y con terquedad para triunfar orgullosamente, y esto a expensas de la caridad y a veces también de la verdad.

Al dejarse bautizar en las aguas del Jordán, el Redentor, pureza infinita, quiere enseñarnos a purificar sin descanso nuestro corazón por el arrepentimiento y a combatir en nosotros los gérmenes del pecado, sujetando las malas inclinaciones y los instintos perversos. Quizá nos creamos puros al no apreciar en nuestra conducta grandes culpas, pero ¿no nos juzgará Dios de otro modo? ¿No verá en nuestra alma mucho egoísmo y sentimientos poco nobles y conformes a la verdadera perfección? Y este carácter inconstante, que a veces nos lleva a la tristeza, al desaliento, a la disipación o a la presunción, ¿no es en nosotros origen de muchas faltas? La vida imperfecta y regalada que llevamos es también a veces suficiente para manchar nuestros corazones, llamados a la perfección. Purifiquémonos por el Sacramento de la Penitencia, o haciendo en nuestro corazón verdaderos actos de amor y arrepentimiento.

¡Oh Jesús, cuánto me aflige el pensar las muchas veces que te he ofendido a pesar de todas las promesas que te hice en el día de mi bautismo! Por la intercesión de tu Santísima Madre, concédeme el espíritu de humildad y de compunción necesario para que, libre de las ataduras del orgullo y del pecado, empiece una nueva vida, vida en todo conforme a tus enseñanzas y ejemplos.

Fuente: L. B., C, SS. R., Manual de Meditaciones

San Esteban Protomártir

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San Esteban 03 (04b) - Martirio

¿Por qué - preguntaba San Agustín - Jesús temió a la muerte durante la agonía del Huerto de los Olivos, y en cambio los mártires no sintieron ante ella el menor temor? Contesta el Santo Doctor: “Porque tomó sobre sí la debilidad de los mártires y les prestó su fortaleza divina”. San León dice que Cristo era hombre para sí mismo, pero Dios para los demás; así nos lo hizo ver en Belén al tomar la frágil naturaleza humana para comunicarnos la omnipotencia divina de su gracia.
San Esteban, primer mártir de la Iglesia y modelo de todos los que derramaron la sangre por Jesús, recibió del divino Maestro un valor invencible para enfrentarse con la muerte.
Plenus fortitudine. Mientras sus enemigos, exasperados, ardían de ira contra él, Esteban, olvidándose totalmente de sí, sólo piensa en Cristo, y dice: “Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre sentado a la diestra de Dios”.

Entonces los judíos se abalanzaron contra él y le sacaron de la ciudad, para apedrearle. El santo diácono, puesto de rodillas, aguantaba la lluvia de piedras, y en medio del martirio, generosamente, imitando al divino Maestro, oró por los verdugos, clamando en alta voz:
“Señor, no le hagas cargo de este pecado”. Y murió, consiguiendo de Dios por sus oraciones, según San Agustín, la conversión de Saulo, que había presenciado su muerte y que más tarde sería el gran Apóstol de las naciones.

Aprendamos de San Esteban a sacar de la oración fuerzas para sufrir y perdonar a los enemigos. En medio de las penas e injusticias que contra nosotros cometen los hombres, levantemos como él los ojos al cielo; allí veremos por la fe, a la diestra de Dios Padre, a Jesús en pie y revestido de todo su poder, es decir, dispuesto a socorrernos, a fortificarnos y consolarnos. Invoquémosle, por tanto, en las pruebas como hicieron los mártires, y a ejemplo de Esteban y de tantos como le imitaron, dejemos que los labios pronuncien palabras de perdón a favor de quienes nos persiguen, critican, calumnian y hacen padecer, porque estas palabras, llevadas por los ángeles hasta el trono del Cordero, harán caer sobre nosotros lluvia de gracias y de bendiciones.

¡Oh Verbo encarnado entre nosotros! Viniste a la tierra para “ser blanco de contradicción” (Lc 2, 34), de esa contradicción que te persigue desde los días de la infancia y que no cesará hasta la muerte. Por intercesión de María, de José y de San Esteban, protomártir, te ruego me concedas espíritu de humildad, de dulzura y de paciencia para padecer contigo y sin quejarme de todas las amarguras de la vida. Propongo firmemente encomendar a tu misericordia a cuantos me contraríen hoy, brindándome ocasión de enfrentar mi amor propio.

Fuente: L. B., C, SS. R., Manual de Meditaciones

Exhortación a abrazar el camino de la virtud (I)

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Alegoría de la Virtud 01 (01)
Alegoría de la Virtud

Todas las maneras de bienes que el corazón humano puede en esta vida alcanzar se encierran en la virtud; por donde parece que ella es un bien tan universal y tan grande que ni en el cielo ni en la tierra hay cosa con que mejor la podamos, en su manera, comparar que con el mismo Dios.
Porque así como Dios es un bien tan universal que en Él sólo se hallan las perfecciones de todos los bienes, así también, en su manera, se hallan en la virtud. Porque vemos que entre las cosas criadas, unas hay honestas, otras hermosas, otras provechosas, otras agradables y otras con otras perfecciones, entre las cuales tanto suele ser una más perfecta y más digna de ser amada cuanto más de estas perfecciones participa.

Pues, según esto, ¿cuánto merece ser amada la virtud en quien todas estas perfecciones se hallan? Porque si es por honestidad, ¿qué cosa más honesta que la virtud, que es la misma raíz y fuente de toda honestidad? Si es por honra, ¿a quién se debe la honra y el acatamiento, sino a la virtud? Si es por hermosura, ¿qué cosa más hermosa que la imagen de la virtud? Si con ojos mortales se pudiese ver su hermosura, a todo el mundo llevaría en pos de sí, como dice Platón.
Si es por utilidad, ¿qué cosa hay de mayores utilidades y esperanzas que la virtud, pues por ella se alcanza el sumo bien? La longura de los días, con los bienes de la eternidad, están en su diestra, y en su siniestra, riquezas y gloria.

Pues, si es por deleites, ¿qué mayores deleites que los de la buena conciencia, y de la caridad, y de la paz, y de la libertad de los hijos de Dios, y de las consolaciones del Espíritu Santo, lo cual todo anda en compañía de la virtud?
Pues, si se desea fama y memoria, en memoria eterna vivirá el justo y el nombre de los malos se pudrirá, y así como humo desparecerá.
Si se desea sabiduría, no la hay otra mayor que conocer a Dios y saber encaminar la vida por debidos medios a su último fin.
Si es dulce cosa ser apreciado de los hombres, no hay cosa más amable ni más conveniente para esto que la virtud. Porque, como dice Tulio, así como de la conveniencia y proporción de los miembros y humores del cuerpo nace la hermosura corporal, que lleva los ojos en pos de sí, así de la conveniencia y orden de la vida nace una tan grande hermosura en la persona, que no sólo enamora los ojos de Dios y de sus ángeles, sino aun a los malos y enemigos es amable.

Fuente: Cf. Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

Dos órdenes de virtudes (IV)

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Ópera 01 (01)

Todo esto nos declara bastantemente la importancia de estas virtudes (exteriores), dejando en su lugar y no derogando a la dignidad de las otras (interiores), que son mayores. De todo lo cual se podrá colegir la diferencia que hay entre las unas y las otras; porque las unas son como fin; las otras, como medio para este fin; la unas, como la salud; las otras, como medicina con que se alcanza la salud; las unas son como el espíritu de la religión; las otras, como el cuerpo de ella, que, aunque es menor que el espíritu, es parte principal del compuesto y de que tiene necesidad para sus operaciones; las unas son como tesoro, y las otras, como llave con que se guarda este tesoro; las unas son como la fruta del árbol, y las otras, como las hojas que adornan el árbol y conservan la fruta en él. Aunque en esto falta la comparación, porque las hojas del árbol, de tal manera guardan el fruto, que no son parte del fruto; mas estas virtudes, de tal manera son guarda de la justicia, que también son parte de la justicia, pues todas éstas son obras virtuosas que, ejercitadas en caridad, son merecedoras de gracia y gloria.

Esta es, pues, hermano, la estima que debes tener de las virtudes de que hemos tratado, que es lo que al principio de este capítulo propusimos, y con esta doctrina estaremos seguros de dos extremos viciosos, que es de dos grandes errores que ha habido en el mundo en esta parte, el uno, antiguo, de los fariseos, y el otro, nuevo, de los herejes de este tiempo.
Porque los fariseos, como gente carnal y ambiciosa y como hombres criados en la observancia de aquella ley, que aun era de carne, no hacían caso de la verdadera justicia, que consiste en las virtudes espirituales, como toda la historia del Evangelio nos lo muestra. Y así se quedaban, como dice el Apóstol, con la imagen sola de la virtud, sin poseer la substancia de ella, pareciendo bueno en lo de fuera y siendo abominables en lo de dentro.

Mas los herejes de ahora, por el contrario, entendido este engaño, por huir de un extremo vinieron a dar en otro, que fue despreciar del todo las virtudes exteriores, cayendo, como dicen, en el peligro de Escila por huir de Caribdis. Mas la verdadera y católica doctrina huye de estos dos extremos y busca la verdad en el medio; y de tal manera la busca, que, dando su lugar y preeminencia a las virtudes interiores, da también el suyo a las exteriores, poniendo las unas como en el orden de los senadores y las otras como en el de los caballeros y ciudadanos que componen una misma república, para que se sepa el valor de cada cosa y se dé a cada una su derecho.

Fuente: Cf. Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

Dos órdenes de virtudes (III)

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Ayuno 02 (02)

Mas con todos estos loores que se dan a estas virtudes, las otras que pusimos en el segundo orden, dado caso que en la dignidad sean menores, pero son importantísimas para alcanzar las mayores y conservarlas, y algunas de ellas necesarias por razón del precepto o voto que en ellas interviene. Esto se prueba claramente discurriendo por aquellas mismas virtudes que dijimos. Porque el encerramiento y la soledad excusan al hombre de ver, de oír, de hablar y de tratar mil cosas; y de tropezar en mil ocasiones, en las cuales se pone a peligro no sólo la paz y sosiego de la conciencia, sino también la castidad y la inocencia. El silencio ya se ve cuánto ayuda para conservar la devoción y excusar los pecados que se hacen hablando, pues dijo el Sabio que en el mucho hablar no pueden faltar pecados (Pr 10,9).

El ayuno, además de ser acto de la virtud de la templanza y ser obra satisfactoria y meritoria, si se hace en caridad, enflaquece el cuerpo, y levanta el espíritu, y debilita nuestro adversario, y dispone para la oración, lección y contemplación, y excusa los gastos y codicias en que viven los amigos de comer y beber, y las burlerías, y parlerías, y porfías, y disoluciones en que entienden después de hartos. Pues el leer libros santos, y oír semejantes sermones, y el rezar, y el cantar, y asistir a los oficios divinos, bien se ve cómo éstos son actos de religión e incentivos de devoción y medios para alumbrar el entendimiento y encender más el afecto en las cosas espirituales.

Pruébase también esto mismo por una experiencia tan clara que, si los herejes la miraran, no vinieran a dar en el extremo que dieron.
Porque vemos cada día con los ojos y tocamos con las manos que en todos los monasterios donde florece la observancia regular y la guarda de todo lo exterior, siempre hay mayor virtud, mayor devoción, más caridad, más valor y ser en las personas, más temor de Dios y, finalmente, más cristiandad, y, por el contrario, donde no se tiene cuenta con esto, así como la observancia anda rota, así también lo anda la conciencia, y las costumbres, y la vida; porque como hay mayores ocasiones de pecar, así hay más pecados y desconciertos.
De suerte que, como en la viña bien guardada y bien cercada está todo seguro, y la que carece de guarda y de cerca está toda robada y esquilmada, así está la religión cuando se guarda la observancia regular o no se guarda. Pues ¿qué más argumento queremos que éste, que procede de una tan clara experiencia, para ver la utilidad e importancia de estas cosas?

Fuente: Cf. Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

Dos órdenes de virtudes (II)

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Jesús y la Samaritana 02 (05)

Entre estas dos maneras de virtudes no hay que dudar sino que las primeras son más excelentes y más necesarias que las segundas, con grandísima ventaja. Porque como dijo el Señor a la samaritana: “Mujer, créeme que es llegada la hora cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque el Padre tales quiere que sean los que le adoran. Espíritu es Dios, y por eso los que le adoran conviene que le adoren en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23). Esto es en romance claro lo que canta aquel versículo tan celebrado en las escuelas de los niños. Pues que Dios es espíritu, como las Escrituras nos lo enseñan, por eso conviene que sea honrado con pureza y limpieza de espíritu.

Entendieron esta verdad hasta los filósofos gentiles, porque Aristóteles, que tan pocas cosas escribió de Dios, con todo eso dijo: Si los dioses tienen cuidado de las cosas humanas, como es razón que se crea, cosa verosímil es que se huelguen con la cosa más buena y más semejante a ellos, y ésta es la mente o el espíritu del hombre; y por esto los que adornaren este espíritu con el conocimiento de la verdad y con la reformación de sus afectos, éstos han de ser muy agradables a Dios.
Lo mismo sintió maravillosamente el príncipe de los médicos, Galeno, el cual, tratando en un libro de la composición y artificio del cuerpo humano y del uso y aprovechamiento de sus partes, y llegando a un paso donde singularmente resplandecía la grandeza de la sabiduría y providencia de aquel artífice soberano, arrebatado en una profunda admiración de tan grandes maravillas, como olvidado de la profesión de médico, y pasando a la de teólogo, exclamó diciendo: Honren los otros a Dios con sus hecatombes, que son sacrificios de cien bueyes; yo le honraré reconociendo la grandeza de su saber, que tan altamente supo ordenar las cosas; y la grandeza de su poder, que tan enteramente pudo poner por obra todo lo que ordenó; y la grandeza de su bondad, la cual de ninguna cosa tuvo envidia a sus criaturas, pues tan cumplidamente proveyó a cada una de todo lo que había menester, sin alguna falta.

Esto dijo este filósofo gentil. Dime: ¿qué más pudiera decir un perfecto cristiano? ¿Qué más dijera, si hubiera leído aquel dicho del profeta Oseas: “Misericordia quiero y no sacrificios; y conocimientos de Dios más que holocaustos” (Os 6,6)?
Muda las hecatombes en holocaustos y verás la concordia que tuvo aquí el filósofo gentil con este profeta.

Fuente: Cf. Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

Dos órdenes de virtudes (I)

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Piedras Preciosas 01 (01)

Así como el que trata en piedras preciosas conviene que entienda el valor de ellas (porque no se engañe en el precio), y así como el mayordomo de un señor conviene que sepa los méritos de los que tiene a cargo en su casa, para que trate a cada uno según su merecimiento, porque lo contrario sería desorden y confusión, así el que trata en las piedras preciosas de las virtudes y el que, como buen mayordomo, ha de dar a cada una su derecho, conviene que para esto tenga muy entendido el precio de ellas, para que cuando las cosas se encontraren sepa cuál ha de anteponer a cuáles, porque no venga a ser, como dicen, recolector de la ceniza y derramador de la harina, como a muchos acontece.

Pues para esto es de saber que todas las virtudes se pueden reducir a dos órdenes, porque unas son más espirituales e interiores y otras más visibles y exteriores. En el primer orden ponemos las virtudes teologales, con todas las otras que señalamos para con Dios, y principalmente la caridad, que tiene el primer lugar, como reina, entre todas ellas. Y con éstas se juntan otras virtudes muy nobles y muy vecinas a éstas, que son: humildad, castidad, misericordia, paciencia, discreción, devoción, pobreza de espíritu, menosprecio del mundo, negación de nuestra propia voluntad, amor de la cruz y aspereza de Cristo y otras semejantes a éstas, que llamamos aquí, extendido este vocablo, virtudes. Y las llamamos espirituales e interiores porque principalmente residen en el ánimo, puesto caso que proceden también a obras exteriores, como parece en la caridad y religión para con Dios, que, aunque sean virtudes interiores, producen también sus actos exteriores para honra y gloria del mismo Dios.

Otras virtudes hay que son más visibles y exteriores, como son el ayuno, la disciplina, el silencio, el encerramiento, el leer, rezar, cantar, peregrinar, oír Misa, asistir a los sermones y oficios divinos, con todas las otras observancias y ceremonias corporales de la vida cristiana o religiosa; porque aunque estas virtudes estén en el alma, sin embargo los actos propios de ellas salen más afuera que los de las otras, que muchas veces son ocultos e invisibles, como son creer, amar, esperar, contemplar, humillarse interiormente, dolerse de los pecados, juzgar discretamente y otros actos semejantes.

Fuente: Cf. Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

¡Ay de los despreocupados blasfemos!

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Juicio Final 05 (06)

Hay quienes desprecian y tienen en poco, y hasta parece que con las obras deshacen y niegan, la verdad de fe revelada de que habrá un juicio universal en el que el juez será Jesucristo, cuando venga en su segunda venida. Y estos son propiamente aquellos en cuyos corazones nunca entra el temor bueno ni malo, sino que con gran desenfreno y menosprecio de los castigos con que Dios les tiene amenazados viven quietos en sus maldades. Y quisiese Dios que no fuese tan grande la multitud de estos escarnecedores, porque así se han de llamar, pues parece que ridiculizan los castigos y penas que la justicia y poder de Dios tiene preparadas para ellos.

Y hay entre ellos quienes buscan maneras y caminos para tener esto en poca cosa, diciendo en sus corazones, y aun a veces por palabras, que para el día del juicio falta mucho y que hay mil mundos de aquí allá; y que cuando viniere, estará ya cada uno en su lugar; que no ha de ser tan riguroso como el Evangelio lo pinta; antes creen ellos que aquel día ha de ser para mayor misericordia y perdón, y que todo lo demás se dice para espantarnos, para que no vivamos tan mal.

Todas estas son blasfemias hechas y dichas contra la confesión que de este artículo la Iglesia católica hace. Son afirmaciones soberbias de los vanos y endurecidos entendimientos, que no quieren entender más de lo que su locura y bajeza les enseña. Y es bueno que sepan los desventurados, primeramente, que cuanto más tarda aquel día, tanto es peor para ellos y señal de mayor rigor y castigo; en segundo lugar, que aunque de todos los que vivimos, cada uno habrá pasado por su particular juicio, aquel día ha de ser tal, que el demonio -que tantos años hace que está condenado- desde ahora y desde entonces lo teme, y teme pensar en él, el cual ha de ser allí juzgado con todos sus ministros y camaradas.

Mas ¿de qué cosas se nos ha de pedir cuenta? En aquel Día de ira no ha de haber ninguna palabra ociosa ni un solo pensamiento de que no se haya de pedir cuenta. Y no sólo de lo que pensamos o hicimos, sino también de lo que dejamos de hacer cuando estábamos obligados. Si dijeres: Señor, yo no juré, dirá el juez; juró tu hijo, o tu criado, a quien tú debiste castigar. Y, además, no sólo de las obras malas, sino también daremos cuenta con qué intención y de qué manera hicimos las buenas.
¿A quién no pone en admiración esta tan terrible verdad de nuestra religión cristiana?

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

La verdadera felicidad sólo se halla en Dios (IV)

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Flores 01 (04)

Algunas hierbas que nacen en los campos, mirándolas desde lejos, parecen muy hermosas, y llegando a ellas y tocándolas con las manos dan de sí tan mal olor, que las sacude luego el hombre de sí y corrige el engaño de los ojos con el toque de las manos. Pues tales son por cierto los más de los ricos y poderosos del mundo; porque, si miras a la grandeza de sus estados y al resplandor de sus casas y criados, parecen ser ellos solos bienaventurados; mas si te llegas más cerca a oler los rincones de sus casas y de sus ánimas, hallarás que tienen muy diferente el ser del parecer. Por donde muchos de los que al principio desearon sus estados cuando los vieron de lejos, después los sacudieron de sí cuando los miraron de cerca, como lo leemos en muchas historias aun de gentiles. Y en las vidas de los emperadores hallamos que no faltó quien siendo electo emperador por todo el ejército, por ninguna vía lo quiso aceptar, siendo gentil, solo por conocer las espinas que debajo de aquella flor, al parecer tan hermosa, estaban escondidas.

Pues, ¡oh hijos de los hombres!, criados a imagen de Dios, redimido por su sangre, diputados para ser compañeros de los ángeles, ¿por qué amáis la vanidad y buscáis la mentira, creyendo que hallaréis descanso en esos falsos bienes que nunca lo dieron ni darán jamás? ¿Por qué habéis dejado la mesa de los ángeles por los manjares de las bestias? ¿Por qué habéis dejado los deleites y olores del paraíso por los hedores y amarguras del mundo? ¿Cómo no bastan tantas calamidades y miserias que cada día experimentáis en él para apartaros de ese tan cruel tirano? Tales parece que somos en esta parte como algunas malas mujeres que se andan perdidas tras un rufián, que les come y juega cuanto tienen, y sobre esto las arrastra y da de coces cada día; y ellas todavía con una miserable sujeción y cautiverio se andan perdidas tras él.

Resumiendo, pues, aquí todo lo dicho: si por tantas razones, ejemplos y experiencias nos consta que no se halla la felicidad y descanso que todos buscamos en el mundo sino en Dios, ¿por qué no la buscamos en Dios? Esto es lo que en breves palabras nos amonesta San Agustín, diciendo:
Cerca la mar y la tierra y anda por donde quieras, que a donde quiera que fueres serás miserable si no vas a Dios.

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

La verdadera felicidad sólo se halla en Dios (III)

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Millonarios 01 (01)

No hace al hombre bienaventurado la posesión de los bienes, sino el cumplimiento de sus deseos.
Lo cual divinamente explicó San Agustín en el libro
De moribus Ecclesiae por estas palabras: Según yo pienso, no se puede llamar bienaventurado el que no alcanzó lo que ama, de cualquier condición que sea lo amado. Ni tampoco es bienaventurado el que no ama lo que posee, aunque sea muy bueno lo poseído; porque el que desea lo que no puede alcanzar, padece tormento, y el que alcanza lo que no merecía ser deseado, padece engaño; y el que no desea lo que merece ser deseado, está enfermo. De donde se infiere que en la sola posesión y amor del sumo bien está nuestra bienaventuranza, y fuera de eso no puede estar. De suerte que estas tres cosas juntas: posesión, amor y sumo bien, hacen al hombre bienaventurado, fuera de las cuales nadie lo puede ser por mucho que posea.

Pues, si esto es así, con mucha razón podré ahora exclamar con el Profeta (Sal 4, 3), diciendo:
Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo seréis de tan pesado corazón? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis la mentira? Muy bien dice vanidad y mentira. Porque si no hubiera en las cosas del mundo más que vanidad, que es ser nada, pequeño mal fuera éste; pero hay otro mayor, que es la mentira y la falsa apariencia, con que nos hacen creer que son algo siendo nada. Por lo cual dijo Salomón (Pr 31, 30): Engañosa es la gentileza y vana la hermosura. Pequeño mal fuera ser solamente vana si no fuera también engañosa. Porque la vanidad conocida poco mal puede hacer. Mas la que lo es y no lo parece, ésa es la que principalmente daña.

En lo cual se ve cuán grande hipócrita sea el mundo. Porque así como los hipócritas trabajan por encubrir las culpas que hacen, así los ricos del mundo por disimular las miserias que padecen. Los unos se nos venden por santos siendo pecadores, y los otros por bienaventurados siendo miserables. Si no, llégate más de cerca a tomar el pulso y meter la mano en el lago de esos que por de fuera parecen bienaventurados, y verás cuánto desdice eso que por de fuera parece de lo que dentro pasa.

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

La verdadera felicidad sólo se halla en Dios (II)

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Reloj de sol 01 (02)

Y para que aun más claro entiendas esto, ponte a mirar una aguja de un reloj de sol, porque allí veras representada esta filosofía tan necesaria. La naturaleza de esta aguja, después de tocada con la piedra imán, es mirar al norte: porque Dios, que crió esta piedra, le dio esta natural inclinación, que siempre mire a este lugar. Y verás por experiencia qué desasosiego tiene consigo y qué de veces se vuelve y revuelve hasta que endereza la punta a él; y esto hecho, luego para y queda fija como si la fijaras con clavos.

Pues así has de entender que crió Dios al hombre con esta natural inclinación, y respecto a Él, como a su norte, y a su centro, y a su último fin; y, por tanto, mientras fuera de él estuviere, siempre estará como aquella aguja, inquieto y desasosegado, aunque posea todos los tesoros del mundo. Más volviéndose a Él, luego reposará, como ella reposa: porque ahí tiene todo su descanso. De lo cual se infiere que sólo será bienaventurado aquel que poseyere a Dios, y estará más cerca de ser bienaventurado aquel que más cerca estuviere de Dios. Y porque los justos en esta vida están más cerca de Él, ellos son los más bienaventurados, aunque su bienaventuranza no la conoce el mundo.

Más porque este engaño es tan grande y tan universal, añadiré aún otra razón no menos eficaz que las pasadas, por la cual vean los amadores del mundo cuán imposible sea hallar en él la felicidad que desean.

Para lo cual has de presuponer, lo que es muy notorio, que muchas más cosas se requieren para que una cosa sea perfecta que para ser imperfecta; porque para ser perfecta requiérese que tenga todas las perfecciones juntas, mas para ser imperfecta basta que tenga una sola imperfección. Pues de esta manera has de presuponer que para que uno tenga perfecta felicidad requiérese que tenga todas las cosas a su gusto, y si una sola tiene a su disgusto, ésta es parte más para hacerlo miserable que todas las otras bienaventurado. He visto yo muchas personas en grandes estados y con muchos cientos de renta. Las cuales con todo esto vivían la más triste vida del mundo, porque mayor tormento les daba una cosa muy deseada que no alcanzaban que contentamiento todo cuanto poseían. Porque, sin duda, todo cuanto se posee no consuela tanto cuanto un solo apetito de éstos atormenta, como una espina hincada por el corazón, porque no hace al hombre bienaventurado la posesión de los bienes, sino el cumplimiento de sus deseos.

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

La verdadera felicidad sólo se halla en Dios (I)

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Felicidad en Dios 01 (01)

La verdadera felicidad y descanso se halla sólo en Dios. Y probaremos esta tan importante verdad por la luz de la razón.
Para lo cual es de saber que ninguna criatura puede tener perfecto contentamiento hasta llegar a su último fin, que es a la última perfección que según su naturaleza le conviene. Porque mientras no llegare aquí, necesariamente ha de estar inquieta y descontenta, como quien se siente necesitado de lo que le falta.

Pregunto, pues, ahora: ¿cuál es el último fin del hombre, en cuya posesión está su felicidad, que es lo que los teólogos llaman su bienaventuranza objetiva? No se puede negar sino que ésta es Dios, el cual así como es su primer principio, así es su último fin: y así como es imposible haber dos primeros principios, así lo es haber dos últimos fines, porque eso sería haber dos dioses. Pues si sólo Dios es el último fin del hombre y su última bienaventuranza, y dos últimos fines y bienaventuranzas es imposible que haya, luego fuera de Dios imposible es hallar bienaventuranza.

Porque, sin duda, así como el guante se hizo para la mano y la vaina para la espada, por lo cual para ningunos otros usos vienen bien estas cosas sino para éstos, así el corazón humano, criado para Dios, en ninguna cosa puede hallar descanso sino en Dios. Con Él sólo estará contento, y fuera de Él, pobre y necesitado. La razón de esto es porque como el principal sujeto de la bienaventuranza sean el entendimiento y la voluntad del hombre, que son las dos más nobles potencias que hay en él, mientras éstas estuvieren inquietas, no puede él estar sosegado y quieto.

Pues cierto es que estas dos potencias en ninguna manera pueden estar quietas sino con sólo Dios. Porque, como dice Santo Tomás, no puede nuestro entendimiento entender ni saber tantas cosas que no le quede habilidad y deseo natural por saber más, si hubiere más que saber. Y asimismo no puede nuestra voluntad amar ni gozar de tantos bienes que no le quede virtud y capacidad para más, si más le dieren. Y, por tanto, nunca reposarán estas dos potencias hasta hallar un objeto universal en quien estén todas las cosas: el cual una vez conocido y amado, ni le quedan más verdades que saber ni más bienes de que gozar.

De aquí nace que ninguna cosa criada, aunque sea la posesión de todo el mundo, basta para dar hartura a nuestro corazón, sino sólo aquel para quien fue creado, que es Dios. Y así escribe Plutarco de un soldado que llegó de grado en grado a ser emperador, y como se viese en este estado tan deseado y no hallase el contentamiento que deseaba, dijo:
“En todos los estados he vivido y en ninguno he hallado contentamiento”. Porque claro está que lo que fue creado para sólo Dios no había de hallar reposo fuera de Dios.

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

Cuán falsa y engañosa es la felicidad de este mundo (VIII)

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Falsedad 01 (01)

f) La felicidad de este mundo parece lo que no es y promete lo que no da: Estos y muchos otros son los tributos y contrapesos con que esta miserable felicidad del mundo está acompañada, para que veas cuánto más hiel que miel y cuánto más acíbar que azúcar trae consigo. Dejo aquí de contar otros muchos males que tiene. Porque además de ser esta felicidad y suavidad tan breve y tan miserable, es también sucia, porque hace a los hombres carnales y sucios; es bestial, porque los hace bestiales; es loca, porque los hace locos y los saca muchas veces de juicio; es inestable, porque nunca permanece en un mismo ser; es, finalmente, infiel y desleal, porque al mejor tiempo nos falta y deja en el aire.

Mas un solo mal no dejaré de contar, que por ventura es el peor de todos, que es ser falsa y engañosa, porque parece lo que no es y promete lo que no da, y con esto trae en pos de sí perdida la mayor parte de la gente. Porque así como hay oro verdadero y oro falso, y piedras preciosas verdaderas, y falsas que parecen preciosas y no lo son, así también hay bienes verdaderos y falsos, felicidad verdadera y falsa, que parece felicidad y no lo es, y tal es la de este mundo, y por esto nos engaña con esta muestra disfrazada. Porque, así como dice Aristóteles que muchas veces acaece haber algunas mentiras que, con ser mentiras, tienen más apariencia de verdad que las mismas verdades, así realmente, lo que es mucho para notar, hay algunos males que, con ser verdaderos males, tienen más apariencia de bienes que los mismos bienes, y tal es sin duda la felicidad del mundo; y por esto se engañan con ella los ignorantes, como se engañan los peces y las aves con el señuelo que les ponen delante.

Porque ésta es la condición de las cosas corporales, que luego se nos ofrecen con un alegre semblante y con un rostro lisonjero y halagüeño, que nos promete alegría y contentamiento; mas después que la experiencia de las cosas nos desengaña, luego sentimos el anzuelo debajo del señuelo y vemos claramente que no era oro todo lo que relucía.

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

Cuán falsa y engañosa es la felicidad de este mundo (VII)

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Caverna 01 (01)

Y vistas todas estas cosas entenderás luego con cuánta razón dijo el Profeta: “El Señor se puso a mirar desde el cielo sobre los hijos de los hombre, para ver si había quien conociese a Dios o le buscase; mas todos habían prevaricado y hecho inútiles, y no había quien hiciese bien, ni sólo uno” (Sal 13, 1). Y no menos se queja por el profeta Oseas (4, 1), diciendo que ni había misericordia, ni verdad, ni conocimiento de Dios en la tierra; sino que las malicias, y las mentiras, y los hurtos, y los homicidios, y los adulterios se habían extendido por toda ella, y que una sangre caía sobre otra sangre y una maldad sobre otra maldad.

Finalmente, para que más claro veas qué tal está el mundo, pon los ojos en la cabeza que lo gobierna, y por ahí entenderás cuál estará lo gobernado. Porque si es verdad que el príncipe de este mundo, esto es, de los malos, es el demonio, como dice Cristo, ¿qué se puede esperar del cuerpo donde tal es la cabeza y de la república donde tal es el gobernador? Sólo esta razón basta para darte a entender qué tal está el mundo y cuáles los amadores de él.

Pues ¿qué será luego este mundo, sino una cueva de ladrones, un ejército de salteadores, un revolcadero de puercos, una galera de forzados, un lago de serpientes y basiliscos? Pues si tal es el mundo como esto, ¿por qué no desampararé yo, dice un filósofo, un lugar tan feo, tan sucio, tan lleno de traiciones, de engaños y maldades, donde apenas hay lealtad, ni piedad, ni justicia; donde todos los vicios reinan, donde el hermano arma emboscada a su hermano, donde el hijo desea la muerte de su padre, el marido de la mujer, y la mujer del marido; donde tan pocos son los que no roben o engañen, pues muchos, así de los grandes como de los pequeños, debajo de honestos nombres hurtan y roban; y donde finalmente tantos fuegos arden de codicia, de lujuria, de ira, de ambición y de otros infinitos males?

Pues ¿quién no deseará huir de tal mundo? Lo deseaba, cierto, aquel profeta (Jer 9, 2), que decía: “
¡Quién me llevase a un desierto, o a algún lugar apartado de caminantes, para verme libre de la compañía de este pueblo, porque todos son adúlteros y turbas de prevaricadores!” Esto que hasta aquí se ha dicho, generalmente pertenece a los malos, aunque no se puede negar haber en todos los estados muchos buenos en el mundo, por los cuales lo sustenta Dios.

Consideradas, pues, estas cosas, mira cuánta razón tienes de aborrecer una cosa tan mala, donde, si te abriese Dios los ojos, verías más demonios y más pecados que las partículas que se ven a través de los rayos del sol. Y con esto crezca en ti el deseo de verte fuera de él, a lo menos con el espíritu, suspirando con el Profeta (Sal 54, 6) y diciendo:
“¿Quién me dará alas como de paloma, y volaré, y descansaré?”

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

Cuán falsa y engañosa es la felicidad de este mundo (VI)

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Pecado 01 (01)

d) Por la ceguedad y tinieblas en que vivimos: A esta muchedumbre de lazos y peligros se añade otra miseria que los hace mayores, que es la ceguedad y tinieblas de los mundanos, la cual convenientísimamente es figurada por aquellas tinieblas de Egipto (Ex 10, 21), las cuales eran tan espesas, que se podían palpar con las manos y que en aquellos tres días que duraron ninguno se movió del lugar donde estaba, ni vio al prójimo que al lado de sí tenía. Tales son, por cierto, y mucho más palpables, las tinieblas que el mundo padece. Si no, discurriendo ahora por las cegueras y desatinos de él, dime: ¿qué mayor ceguedad que creer los hombres lo que creen y vivir de la manera que viven? ¿Qué mayor ceguedad que hacer tanto caso de los hombres y tan poco de Dios, tener tanta cuenta con las leyes del mundo y tan pocas con las de Dios; trabajar tanto por este cuerpo, que es una bestia bruta, y tan poco por el alma, que es imagen de la Majestad divina; atesorar tanto para esta vida, que mañana se ha de acabar, y no recoger nada para la otra, que para siempre ha de durar; hacerse pedazos por los intereses de la tierra y no dar un paso por los bienes del cielo?

¿Qué mayor ceguedad que, sabiendo tan cierto que hemos de morir y que en aquella hora se ha de determinar lo que para siempre ha de ser de nuestra vida, vivamos tan descuidados como si siempre hubiéramos de vivir? Porque ¿qué menos hacen los malos habiendo de morir mañana que si hubieran de vivir para siempre? ¿Qué mayor ceguedad que, por la golosina de un apetito, perder el derecho del cielo; tener tanta cuenta con la hacienda y tan poca con la conciencia; querer que todas tus cosas sean buenas y no querer que tu propia vida lo sea?

De estas ceguedades hallarás tantas en el mundo, que te parecerá estar los hombres como encantados y hechizados de tal manera que teniendo ojos no ven y teniendo oídos no oyen, y teniendo la vista más aguda que de linces para ver las cosas de la tierra, la tienen más que de topos para ver las cosas del cielo; como en figura acaeció a San Pablo cuando iba a perseguir la Iglesia, el cual, después que fue derribado en tierra, abiertos los ojos, ninguna cosa veía. Pues así acaece a estos miserables que, teniendo los ojos tan abiertos para las cosas del mundo, los tengan tan cerrados para las cosas de Dios.

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

Cuán falsa y engañosa es la felicidad de este mundo (V)

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Jesus 20 (26b)

e) Por la muchedumbre de pecados e injusticias que nos rodean: Pues habiendo en el mundo tantas tinieblas y lazos como hemos dicho, ¿qué se puede esperar de aquí sino caídas y pecados? Este es el sumo mal de los males del mundo y el que más nos debiera mover a aborrecerlo.
Y así, con sola esta consideración, pretende San Cipriano inducir a un amigo suyo al menosprecio del mundo. Para lo cual finge que lo sube consigo a un monte muy alto, en donde se vea todo el mundo, y desde allí le va mostrando como con el dedo todos los mares y tierras y todas las plazas y tribunales, llenos de mil maneras de pecados e injusticias que en cada parte hay, para que, vistos casi con los ojos tantos y tan grandes males como hay en el mundo, entienda cuánto debe ser aborrecido y cuánto debe a Dios, porque de Él lo sacó.

Pues conforme a esta consideración sube tú ahora, hermano, a este mismo monte, y extiende un poco los ojos por las plazas, por los palacios, por las audiencias y oficinas del mundo, y verás ahí tantas maneras de pecados, tantas mentiras, tantas calumnias, tantos engaños, tantos perjurios, tantos robos, tantas envidias, tantas lisonjas, tanta vanidad y, sobre todo, tanto olvido de Dios y tanto menosprecio de la propia salvación, que no podrás dejar de maravillarte y quedar atónito de ver tanto mal.

Verás la mayor parte de los hombres vivir como bestias brutas, siguiendo el ímpetu de sus pasiones, sin tener en cuenta ni ley de justicia ni de razón más que la que tendrían los gentiles, que ningún conocimiento tienen de Dios ni piensan que hay más que nacer y morir.
Verás maltratados los inocentes, perdonados los culpables, menospreciados los buenos, honrados y sublimados los malos; verás los pobres y humildes abatidos, y poder más en todos los negocios el favor que la virtud.

Verás vendidas las leyes, despreciada la verdad, perdida la vergüenza, pervertidas las artes, adulterados los oficios y corrompidos en muy gran parte los estados.
Verás a muchos perversos y merecedores de grandes castigos, los cuales con hurtos, con engaños y con otras malas maneras vinieron a tener grandes riquezas y a ser alabados y temidos de todos. Y verás así a éstos como a otros que apenas tienen más que la figura de hombres puestos en grandes oficios y dignidades.
Y finalmente verás en el mundo amado y adorado el dinero más que Dios y muy gran parte de las leyes divinas y humanas corrompidas por él; y en muchos lugares no queda ya de la justicia más que sólo el nombre de ella.

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

Cuán falsa y engañosa es la felicidad de este mundo (IV)

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Borrachos 01 (01)

c) Por los lazos y peligros que nos rodean: Y si no hubiese en el mundo más que solas penas y trabajos de cuerpo, no sería tanto para temer, mas no sólo hay en él trabajos de cuerpo, sino también peligros de alma, que son mucho más para sentir, porque tocan más en lo vivo.
Y éstos son tantos, que dijo el Profeta: “
Lloverá Dios lazos sobre los pecadores” (Sal 10, 7). Pues ¿qué tantos lazos te parece que veía en el mundo quien los comparaba con las gotas de agua que caen del cielo? Y dice señaladamente sobre los pecadores, porque como éstos tienen tan poca guarda en el corazón y en los sentidos, y tan poco cuidado de huir las ocasiones de los pecados, y tan poco estudio en proveerse de espirituales remedios, y, sobre todo esto, andan en medio de los fuegos del mundo, ¿cómo pueden dejar de andar entre infinitos peligros?

Pues por esta muchedumbre de peligros dice que lloverá sobre los pecadores lazos. Lazos en la mocedad y lazos en la vejez; lazos en las riquezas y lazos en la pobreza; lazos en la honra y lazos en la deshonra; lazos en la compañía y lazos en la soledad; lazos en las adversidades y lazos en las prosperidades, y, finalmente, lazos para todos los sentidos del hombre: para los ojos, para los oídos, para la lengua y para todo lo demás.
Finalmente, tantos son los lazos, que da voces el Profeta diciendo:
“Lazo sobre ti, morador de la tierra”.
Y si nos abriese Dios un poco los ojos, como los abrió a San Antonio Abad, veríamos a todo el mundo lleno de lazos trabados unos con otros y exclamaríamos con él, diciendo: ¡Oh! ¿Quién escapará de tanto lazo? Y de aquí nace perecer tantas almas como cada día perecen, pues, como llora San Bernardo, en el mar de Marsella, de diez barcos apenas se pierde uno; mas en el mar de este mundo, de diez almas apenas se salva una.

¿Quién, pues, no temerá un mundo tan peligroso? ¿Quién no procurará huir de tanto lazo? ¿Quién no temblará de andar descalzo entre tantas serpientes, desarmado entre tantos enemigos, desproveído entre tantas ocasiones de pecados y sin medicina entre tantas ocasiones de enfermedades mortales? ¿Quién no trabajará por salir de este Egipto? ¿Quién no huirá de está Babilonia? ¿Quién no procurará escaparse de las llamas de Sodoma y Gomorra y salvarse en el monte de la buena vida?
Pues estando el mundo lleno de tantos lazos y despeñaderos y ardiendo en tantos vicios, ¿quién se tendrá por seguro?
¿Andará, dice el Sabio (Pr 6, 27), alguno sobre las brasas sin que se les quemen las plantas y esconderá fuego en su seno sin que ardan sus vestiduras? Cierto está, dice el Sabio, que el que toca la pez se ha de ensuciar en ella, y así, el que trata con soberbios corre peligro de hacerse uno de ellos.

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

Qué es la Cruz para Jesús

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Exaltación de la Cruz 02 (03b)

“Y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra -dijo nuestro divino Redentor- todo lo atraeré a Mi” (Jn 12, 32).
Jesús, al hablar así, se refería a su muerte sobre el árbol de la Cruz. En este día vamos, por tanto, a considerar, qué es la Cruz.

Durante su agonía en el Calvario, el Redentor parecía el más débil de todos los mortales, que sucumbía víctima del odio de sus enemigos. Pero en aquella hora suprema el madero sobre el cual expiraba se convertía en el instrumento misterioso de su poder, de este poder que había de triunfar de la muerte, del pecado y del infierno, que calmaba las iras de la justicia divina, que reconciliaba el cielo con la tierra y nos abría las puertas de la eterna bienaventuranza. Jesús, además, se valió de la cruz para realizar sus conquistas de almas.
“La predicación de la Cruz -como decía San Pablo (1Co 1, 18)- se oyó por todo el universo y fue más penetrante que cualquier espada de dos filos” (Heb 4, 12), porque separó en el mundo la virtud del vicio y la generación casta, paciente e iluminada, de la raza impura, cruel e idólatra, y estableció entre las naciones el reinado de Cristo.

Luego, todos los que practican las enseñanzas del divino Maestro son discípulos y soldados de la Cruz, y marchan encuadrados bajo su bandera aquellos que entienden estas palabras de su Jefe:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, renúnciese a sí mismo, lleve su cruz de cada día y sígame” (Lc 9, 23). Y cuán felices serán si obedeciendo a esta máxima, a este llamamiento a filas, a este grito de guerra, triunfan hasta el fin de sus pasiones, sufren con paciencia las penalidades de la vida y caminan tras las huellas del Salvador por las sendas de la virtud. Un día serán colocados entre los escogidos que compondrán la guardia del Rey de la Gloria, cuando vuelva a aparecer sobre las nubes del cielo, llevando la Cruz como cetro de poder, para juzgar a los vivos y a los muertos. Entonces, cuando los pecadores y los enemigos del nombre cristiano le contemplen, prorrumpirán en gritos de desesperación, mientras que los discípulos de Jesús crucificado se estremecerán de amor y de alegría.
¿Queremos ser de estos últimos? Veamos si la Cruz o el misterio de nuestra Redención no es para nosotros motivo de escándalo o locura, por lo menos en la práctica. ¿No hacemos acaso todo cuanto depende de nosotros para evitar el sufrimiento? Y cuando el Señor nos prueba, ¿no nos desatamos en quejas, impaciencias y murmuraciones? ¡Oh, qué cobardes son estos soldados de la Cruz, que ni siquiera saben soportar silenciosamente y con tranquilidad las penas inherentes a sus deberes de estado!

¡Oh Jesús!, haz que desde ahora medite el gran misterio de tus sufrimientos. Quiero aprender en él a soportar y a amar las contrariedades de todos los días.
Tomemos la resolución de amar este símbolo de nuestra Redención y venerémosle en todas partes donde lo encontremos, ya que nos recuerda el misterio de un Dios muerto para devolvernos la vida y atraernos a sí.

Fuente: L. B. c.ss.r, Manual de Meditaciones

Cuán falsa y engañosa es la felicidad de este mundo (III)

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Tornado 01 (02b)
Efectos de un tornado

Mas ¿qué lengua bastará para explicar todas estas miserias? ¿Quién podrá contar todas las enfermedades de nuestros cuerpos, y todas las pasiones de nuestras almas, y todos los agravios de nuestros prójimos, y todos los desastres de nuestras vidas? Uno te pone pleito en la hacienda, otro te persigue en la vida, otro te mancha la honra: unos con odios, otros con envidias, otros con engaños, otros con deseos de venganza, otros con falsos testimonios, otros con armas y otros con sus lenguas, peores que las mismas armas, te hacen guerra mortal.
Y sobre todas estas miserias hay otras infinitas que no tienen nombre, porque son acaecimientos no esperados. A uno le hirieron un ojo, a otro un brazo; otro cayó de una ventana, otro del caballo, otro se ahogó en un río, otro se perdió en unas rentas y otro en una fianza.

Y si quieres saber aún más males, pide cuenta a los hombres del mundo de los ratos de placeres y pesares que han llevado en él; porque si los unos y los otros se pesaren en dos balanzas, verás claramente cuánto es mayor la una carga que la otra y cómo para un solo rato de placer hay cien horas de pesar.
Pues, si la vida toda en sí es tan corta, como está ya declarado, y tanta parte de ella ocupan tantas miserias, te ruego me digas, ¿qué tanto es lo que queda de verdadera y pura felicidad?

Mas estas miserias que aquí he contado son comunes a buenos y malos, los cuales, así como navegan en un mismo mar, así están sujetos a unas mismas tormentas. Otras miserias hay mucho más para sentir que son propias de los malos, porque son hijas de sus maldades, cuyo conocimiento hace más a nuestro caso, porque hace más aborrecible la vida de los tales, pues a tales miserias está sujeta. Mas cuántas y cuán grandes sean éstas, los mismos malos lo confiesan en el libro de la Sabiduría (5, 7), diciendo:
“Anduvimos por el camino de la maldad y perdición, y nuestros caminos fueron ásperos y dificultosos, y el camino del Señor, tan llano, nunca supimos encontrarlo”.
De suerte que, así como los buenos tienen en esta vida un paraíso y esperan otro, y de un sábado van a otro sábado, que es de una holganza a otra holganza, así los malos tienen en esta vida un infierno y esperan otro, porque del infierno de la mala conciencia van al infierno de la pena eterna.

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

Cuán falsa y engañosa es la felicidad de este mundo (II)

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Ruinas 01 (01)
Ruinas griegas

Cuán falsa y engañosa es la felicidad de este mundo: Esta realidad maravillosamente la significó el profeta Isaías (Is 29, 8) por estas palabras: Así como el que tiene hambre y sueña que come, después que despierta se halla burlado y hambriento; y así como el que tiene sed y sueña que bebe, cuando despierta se tiene todavía la misma sed y conoce que fue vano su contentamiento cuando pensaba que bebía, así acaecerá a todas las gentes que pelearon contra el monte de Sión, cuya prosperidad será tan breve, que después que abrieren los ojos y se pasare aquel poquito de tiempo verán cómo todos sus gozos no fueron más que soñados.

Si no, dime ahora: ¿qué más que esto fue la gloria de todos cuantos príncipes y emperadores ha habido en el mundo?
¿Dónde están, dice el profeta Baruc (3, 16), los príncipes de las gentes que tuvieron señorío sobre las bestias de la tierra, que buscaron sus pasatiempos y recreaciones en cazas y cetrerías, lidiando con las aves del aire; los que atesoraron montones de plata y oro, en que confían los hombres, sin dar fin a sus tesoros; los que labraron tantas y tan ricas vajillas de oro y plata, que no hay quien acabe de contar las invenciones de sus obras?

¿Qué se hicieron todos éstos? ¿En qué pararon? Ya están fuera de sus palacios y a los infiernos descendieron, y otros sucedieron en su lugar. ¿Qué es del sabio? ¿Qué es del letrado? ¿Dónde está el escudriñador de los secretos de la naturaleza? ¿Qué se hizo la gloria de Salomón? ¿Dónde está el poderoso Alejandro y el glorioso Asuero? ¿Dónde están los famosos césares de los romanos? ¿Dónde los otros príncipes y reyes de la tierra? ¿Qué les aprovechó su vanagloria, el poder del mundo, los muchos servidores, las falsas riquezas, las huestes de sus ejércitos, la muchedumbre de sus truhanes y las compañías de mentirosos y lisonjeros que les andaban al derredor?
Todo esto fue sombra, todo sueño, todo felicidad que pasó en un momento. Verifica aquí, pues, hermano, cuán breve sea está felicidad del mundo.

b)
Por la multitud de miserias de que está mezclada: Tiene aún otro mal esta felicidad, además de ser tan breve, que es andar acompañada con mil maneras de miserias que no se pueden excusar en esta vida, o, por mejor decir, en este valle de lágrimas, en este lugar de destierro y en este mar de tantos movimientos. Porque, verdaderamente, más son las miserias del hombre que los días y aun que las horas de la vida del hombre; porque cada día amanece con su cuidado y a cada hora está amenazando su miseria.

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta

Cuán falsa y engañosa es la felicidad de este mundo (I)

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Discoteca 01 (01)

Mirando atentamente al mundo con toda su felicidad, hallo en él estas seis maneras de males que nadie me podrá negar; conviene a saber: brevedad, miseria, peligros, ceguedades, pecados y engaños, con los cuales anda acompañada esta su felicidad, por donde claramente se verá lo que ella es. Pues de cada cosa de éstas trataremos ahora aquí brevemente por su orden.

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Del amor que Dios nos tiene (VI)

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Santa Teresa de Jesús 07 (33)

A todos estos argumentos y obras de tu amor añado, Señor, otra, que es ser Tú el mismo amor. Testigo de esto es tu evangelista, que dice: “Dios es amor, y por eso el que ama a Dios, está en Dios, y Dios con él” (I Jn 4, 16).
¡Oh cosa verdaderamente dulce y maravillosa tener un tal Dios, que Él todo sea amor, y que su misma naturaleza sea amor! Si es cosa hermosa ver el sol en su hermosura, ¿qué será ver un Dios todo encendido y todo hecho un fuego de amor? ¿Qué ha de hacer este fuego sino abrasar y quemar?

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Del amor que Dios nos tiene (V)

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Jesus 15 (22)

A todos estos argumentos del divino amor se añade otro tan poderoso y tan grande, que ninguna lengua humana basta para explicarlo; que es la institución del Santísimo Sacramento, que el Señor ordenó para estar en nuestra compañía, y morar en nuestras almas, y hacernos una cosa consigo.

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Imitemos la conducta de los Santos Magos

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Adoración de los Magos 04 (06)

En esta fiesta celebra principalmente la Iglesia la adoración de los Magos. Eran sabios del Oriente y muy venerados allá en sus países respectivos. Eran descendientes de Abraham y, aunque vivían entre gentiles, esperaban la llegada del Mesías prometido.

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Del amor que Dios nos tiene (IV)

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Sagrada Familia 06 (15)
Descanso en la huida a Egipto

Mas tu infinito saber y tu infinita bondad y caridad halló una añadidura a ésta dádiva, de hacernos partícipes de tu gloria, que fue poner el precio con que la mereciésemos y comprásemos, que fue la sangre de Tu unigénito Hijo.
La cual dádiva es tan grande, que así como la gloria que por ella se nos da, que es el mismo Dios, no puede ser mayor, así tampoco el precio con que se compra. Sumo es lo uno, y sumo lo otro, y así ni lo uno ni lo otro puede crecer ni ser más de lo que es. Pues si las dádivas y beneficios son las verdaderas muestras y testimonios del amor, ¿qué mayor dádiva nos pudieras dar que ésta?

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Del amor que Dios nos tiene (III)

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Cielo de noche 01 (01)

Este argumento y testimonio de tu amor, Señor, no para aquí; sino que pasa aún más adelante. Porque aun más claramente nos descubre esto la infinidad de cosas que Tú creaste, no sólo para provisión y mantenimiento del hombre, sino también para su recreación y regalo. Porque en aquéllas te muestras muy grande, Señor, para con tus criados, proveyéndolos abundantemente de todo lo necesario para el uso de la vida; mas en éstas muestras amor de padre a hijos, e hijos chiquitos y tiernamente amados, a los cuales suelen los padres proveer de cosas alegres para su gusto y recreación.

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Del amor que Dios nos tiene (II)

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Cataratas 01 (01)

Mas hay aquí otra consideración en gran manera dulce y de gran suavidad, que es ver cómo, oh Dios nuestro, en tanto grado amaste y apreciaste este hombre, que todo este tan grande y admirable mundo que vemos con los ojos, creaste para él. Y que esto sea una gran verdad, se prueba por esta evidente razón. Porque claro está que no creaste este mundo visible para los ángeles, que son puros espíritus, y así no tienen necesidad ni de lugares corporales en que estén, ni de cosas corporales con que se sustenten.

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Del amor que Dios nos tiene (I)

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Creación 03 de Adán (03)
Creación de Adán

Dice Santo Tomás que así como ninguna cosa hay con que más se encienda un fuego que con otro fuego, así ninguna hay con que más se encienda un amor que con otro amor. Y por eso, así como los beneficios recibidos mueven al amor del bienhechor, así, y mucho más, el amor, que es la causa de ellos. Trataremos aquí particularmente de tres grandes indicios y obras de este divino amor, que son las obras de la creación, glorificación y redención.

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De cuál sea el premio prometido

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Todos los Santos 06 (05b)
Ntra. Sra. de Todos los Santos

El fin para el que Nuestro Señor edificó y preparó la gloria del paraíso es para manifestación de su gloria. Porque aunque todas las cosas haya creado este Señor para su gloria, como dice Salomón (Pr 16, 4), pero ésta señaladamente se dice haber creado para este fin, porque en ella singularmente resplandece la grandeza y magnificencia de Él.

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De la eternidad de las penas del infierno

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Infierno 02 (05)

Y si entre tanta muchedumbre de penas como se padece en el infierno hubiese alguna esperanza de término o de alivio, aun sería esto alguna manera de consuelo; mas no es así, sino que en todo están allí cerradas las puertas a todo género de alivio y de esperanza.

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Cuán provechosa es la consideración del infierno

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Infierno - Caída de los ángeles
Caída de los ángeles

La consideración de las penas del infierno es en gran manera provechosa para muchas cosas. Lo primero, para movernos a los trabajos y asperezas de la penitencia, como se movía el bienaventurado San Jerónimo, el cual dice de sí mismo que, por el gran miedo que había concebido de las penas del infierno, se había condenado a hacer tan áspera penitencia en el desierto.

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El demonio será nuestro acusador

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Juicio Final 04 (05)

Acusadores tampoco faltarán, y bastará por acusador el mismo demonio, que, como San Agustín escribe, alegará muy bien ante el Juez de su derecho y ha de decirle: Justísimo Juez, no puedes dejar de sentenciar y dar por míos a estos traidores, pues ellos han sido siempre míos y en todo han hecho mi voluntad.

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Dios será testigo en el Juicio

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Juicio Final 03 (04)

En el juicio final, al que todo hombre tendrá que asistir no faltarán acusadores y testigos. Porque testigos serán nuestras mismas conciencias, que clamarán contra nosotros, y testigos serán también todas las criaturas de quien mal usamos y, sobre todo, será testigo el mismo Señor a quien ofendimos, como Él mismo lo significa por un profeta, diciendo: “Yo seré testigo apresurado contra los hechiceros y adúlteros y perjuros, y contra los que andan buscando calumnias para quitar al jornalero su jornal, y contra los que maltratan a la viuda y al huérfano, y fatigan a los peregrinos y extranjeros que poco pueden y no miraron que estaba Yo de por medio, dice el Señor” (Mal 3, 5).

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El reino de Cristo está dentro de nosotros

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CristoRey 04 (09)

Jesús declaró ante Pilatos que su reino no era de este mundo. Es decir, que no había venido a reinar con el objeto de procurarse riquezas y honores, que son los bienes de este mundo, y para darlos a sus vasallos. No; Él vino para revelarnos la verdad, para decirnos que por encima de estos bienes efímeros existe Dios y la vida eterna, en que hallarán plena satisfacción nuestros deseos de felicidad y de paz. Cristo vino a establecer en nosotros el reinado de la gracia y desterrar de nuestras almas la servidumbre del pecado.

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El justo no teme la muerte

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San José 14 (13b)
Muerte de San José

Los justos no tienen por qué temer la muerte, antes bien, mueren alabando y dando gracias a Dios por su acabamiento, pues en él acaban sus trabajos y comienza su felicidad. Y así dice San Agustín sobre la epístola de San Juan: El que desea ser desatado y verse con Cristo no se ha de decir de él que muere con paciencia, sino que vive con paciencia y muere con alegría.

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La consideración de la muerte (III)

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Sacramentos 03 (03)
Sacramentos del Matrimonio y de la Unción

b) Nos aparta del pecado: (Continuación) Por esto es de creer cierto que el demonio trabaja cuanto puede por hacernos perder esta memoria; porque sabe él muy bien cuánto ganaríamos con ella. Porque de otra manera, ¿cómo sería posible olvidarse los hombres de una cosa tan terrible y tan espantable y que tan de cierto saben que ha de venir por sus casas?

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La consideración de la muerte (II)

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Sacramentos 02 (02)

b) Nos aparta del pecado: Lo segundo, aprovecha esta consideración para apartarnos del pecado, según que lo testifica el Eclesiástico diciendo (7, 40): Acuérdate de tus postrimerías y nunca jamás pecarás. Gran cosa es no pecar, y gran remedio es para esto acordarse el hombre que ha de morir.

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La consideración de la muerte (I)

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Muerte del alma fiel 02 (02)

Llegando al final del actual año litúrgico -tiempo en que se nos recuerda también nuestro fin y el fin del mundo presente- presentaremos una serie de artículos que nos ayudarán a meditar sobre estas tan olvidadas realidades -llamadas “novísimos”-: muerte, juicio, infierno y gloria.

La consideración de la muerte produce en nosotros tres frutos importantes:
a)
Ordena nuestra vida: Lo primero para alcanzar la verdadera sabiduría es saber el hombre regir y ordenar su vida. Porque, como dicen los filósofos, en las cosas que se ordenan a algún fin, la regla y la medida para encaminarlas se toma del mismo fin. Y por esto los que edifican, y los que navegan, y, finalmente, todos los que algo quieren hacer, siempre ponen los ojos en el fin que pretenden, y conforme a él encaminan todo lo demás.

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Nuestra alma es jardín de Dios

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Jardín 01 (03)

“El alma, hermana mía -dice el divino Redentor-, que está unida por vínculos de parentesco espiritual y que por la gracia habitual participa de mi sabiduría, de mi santidad y de mi misma naturaleza divina; esta alma, esposa mía por la inocencia y el amor, Soror mea, sponsa, es mi vergel, pero vergel cerrado para el mundo y para el pecado. Hortus conclusus (huerto cerrado).

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La caridad es virtud regia

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Buen Samarita 01 (02)
El buen samaritano

La caridad sobrenatural tiene por principio la Caridad increada, que es el mismo Dios. Nacida del Corazón del Rey del universo, con razón ha sido llamada “regia virtud”, porque es la virtud de Cristo Rey, que hizo de ella su precepto favorito y quiso que lo discípulos comprendieran cuán insigne era al declararles que los reconocerían como tales por su generosidad en perdonar, en practicar la misericordia y en amarse los unos a los otros, como su divino Maestro los había amado.

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Debemos agradecer la Comunión

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Corazón Eucarístico de Jesús 01 (01)

Y si me preguntas en que podrás mejor ocupar el tiempo que se sigue a la Comunión, digo que en alabanzas y ejercicios de amor de Dios.
Porque, como dice San Bernardo, aquí son los abrazos, aquí los besos de paz más dulces que todos los panales de miel y aquí, finalmente, es la dulce unión del alma con el Esposo celestial. Por tanto, aquí principalmente tiene lugar el ejercicio de aquellas santas aspiraciones, que no son otra cosa que actos de caridad y deseos entrañables de aquel sumo bien, cuales eran los del Profeta cuando decía:
Diligam te, Domine, fortitudo mea, etc (Que yo te ame, Señor, mi fortaleza). Y cuando decía: Sicut cervus desiderat ad fontes aquarum, ita desiderat anima mea ad te, Deus, etc (Como el ciervo desea las fuentes de agua, así te desea mi alma a Ti, mi Dios)

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Cómo prepararnos a la Sagrada Comunión (XXI)

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Comunión 02 (04)
Congreso Eucarístico de Buenos Aires, Comunión de los niños 11 de Octubre de 1934

Después que hubiere recibido esta sagrada hostia, deténgala un poquito en la boca hasta que se humedezca, porque así la pueda más fácilmente pasar. Porque si esto no se hace, muchas veces acaece pegarse al paladar y poner tanto cuidado en despegarla, que por atender a esto deja el hombre de pensar en lo que aquel tiempo requiere.

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Cómo prepararnos a la Sagrada Comunión (XX)

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Comunión 01 (03)

¿De dónde esto, Señor, a mí? ¿Por ventura por mis merecimientos o porque ganáis Vos algo conmigo? No por cierto, Señor, sino por vuestra sola bondad y misericordia, por la cual holgáis Vos más de estar conmigo que yo con Vos. Porque yo deseo a Vos como miserable, mas Vos a mí como misericordioso; yo a Vos para tener quien me dé, y Vos a mí para tener a quien dar. Y porque más deseáis Vos dar que yo recibir, porque sois Vos más bueno que yo necesitado, de aquí es que más holgáis Vos de venir a mí que yo a Vos; y por eso dijisteis que vuestros deleites eran estar con los hijos de los hombres; porque así como el deleite natural del ave es volar y del pez nadar, así el deleite natural del Sumo Bien es hacer bien y comunicarse a todos.

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Cómo prepararnos a la Sagrada Comunión (XIX)

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Las 10 diez vírgenes 01 (01)

Pues al tiempo de comulgar, cuando ya te quieres llegar al altar, haz cuenta que suena en tus oídos aquella voz del Evangelio que dice: Ya viene el Esposo, salid a recibirlo.
Porque verdaderamente en ninguno de los sacramentos se muestra Dios tan a la clara ser Esposo de nuestra alma como en éste, pues el efecto de él es unir la tal alma consigo y hacer de ambos una misma cosa, que es un matrimonio espiritual.

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Cómo prepararnos a la Sagrada Comunión (XVIII)

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Santísimo Sacramento 01 (04)

Tercero: Devoción actual (Continuación)
Acercarse: c) Con hambre y encendido deseo: (Continuación)
Y puesto caso que este sacramento sea de tanta dignidad, no por eso debe el hombre apartarse de él, considerando su indignidad y pobreza. Porque, como arriba dijimos, para pobres se proveyó este tesoro, y para enfermos se ordenó esta medicina, y para necesitados se dio este socorro, y para hambrientos se aderezó este manjar.

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Cómo prepararnos a la Sagrada Comunión (XVII)

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Jesus 12 (13)

Tercero: Devoción actual (Continuación)
Acercarse: c) Con hambre y encendido deseo: (Continuación)
Otro medio es considerar lo que en él se contiene. Porque en él realmente está la misma carne de Cristo, la cual, por estar unida con el Verbo divino, participa las virtudes e influencia de Él, así como el hierro inflamado y unido con el fuego participa las mismas propiedades de él. Por lo cual dice San Juan Damasceno que aquel Verbo de Dios Eterno que da vida a todas las cosas, juntándose con la carne humana, la hizo dadora de vida. De donde se sigue que este sacramento tiene todas las virtudes y efectos de Cristo, pues en él se recibe la carne de Cristo, que, unida con el Verbo divino, participa de todas las virtudes de Él.

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Cómo prepararnos a la Sagrada Comunión (XVI)

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Santa Misa 02 (03)

Tercero: Devoción actual (Continuación)
Acercarse: c) Con hambre y encendido deseo: Mas la tercera cosa, que es el hambre y deseo de este pan celestial, se despierta considerando las influencias y virtudes de este nobilísimo sacramento y los efectos que obra en las almas que devotamente le reciben.

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (XV)

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Congreso Eucarístico del 34 02 (02)
Congreso Eucarístico Internacional, Buenos Aires, 1934

Tercero: Devoción actual:
Debemos acercarnos:
b) Con amor y confianza: (Continuación) Si un rey hubiese hecho un famoso hospital y lo hubiera proveído muy abundantemente de todas las cosas necesarias para la cura de los enfermos, si después de acabada la obra con mucho gasto y diligencia suya no hubiese enfermos que se quisiesen curar en él, ¿no tendría esto por mala dicha viendo que eran en vano todos sus esfuerzos y trabajos?

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (XIV)

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Eucaristía 03 (08)

Tercero: Devoción actual: (continuación)
Debemos acercarnos:
b) Con amor y confianza: (Continuación) Del cual tiene mayor necesidad quién se siente más débil; y por este título, mucho menos puede vivir el débil que el fuerte, porque el fuerte puede por más tiempo perseverar sin este socorro, mas el que trae el alma en la boca y está tan flaco y tan sin fuerzas que, en desviando un poco los ojos de Dios, luego comienza a desfallecer, este tal, ¿en qué parará si no se aprovecha de este socorro?

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (XIII)

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Sagrario 01 (01)

Tercero: Devoción actual: (continuación)
Debemos acercarnos:
b) Con amor y confianza: (Continuación) Y, finalmente, tanto deseó la salud y remedio de éstos, que por verlos remediados no paró hasta ponerse en una cruz entre dos ladrones y derramar toda cuanta sangre tenía por ellos.

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (XII)

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Eucaristía 02 (02)
Triunfo de la Eucaristía sobre la idolatría

Tercero: Devoción actual: (continuación)
Debemos acercarnos:
a) Con humildad y temor: (Continuación) Pues ¿cuánto será razón que tema quien tantas veces se ha hecho nada, quien tantas culpas tiene cometidas, tantas fealdades, tantas torpezas y tantas abominaciones contra Dios? ¿Cómo no temerá recibir un tan gran Señor en un corazón que tantas veces ha sido cueva de dragones y nido de serpientes y basiliscos?

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (XI)

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Eucaristía 01 (06b)

Tercero: Devoción actual: (continuación)
Debemos acercarnos:
a)
Con humildad y temor: Porque, primeramente, para despertar el temor y reverencia, debe el hombre levantar los ojos a considerar la inmensidad y grandeza del Señor que en este sacramento se encierra.

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (X)

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Altar 01 (02)
Altar Mayor de la Cartuja de Granada

Tercero: Devoción actual:
Lo tercero que para este sacramento se requiere es actual devoción.
Y si me preguntares qué cosa sea esta actual devoción, no sé cómo podértelo mejor explicar que con decirte que es una como agua de ángeles, la cual, así como se destila de diversas hierbas olorosas, así tiene diversos y muy suaves olores. Porque esta devoción es un afecto espiritual, compuesto de otros espirituales y santos afectos y deseos, de los cuales ha de ir llena el alma cuando se llega a este memorable sacramento.

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (IX)

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Nuestra Señora del Santísimo Sacramento 01 (01b)

Segundo: Pureza de intención (continuación):
Pues el que desea acertar en la pura y recta intención que para aquí se requiere, escoja cuál de estos fines le agrada más, y a ese enderece su intención. Y mucho mejor será considerar primero todos estos fines, que son los frutos admirables de este sacramento, y ponerlos todos ante los ojos y pretender por este divino medio conseguirlos todos.

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (VIII)

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Ultima Cena 03 (06)

Segundo: Pureza de intención: (continuación)
Entremos, pues, por las puertas que entraron los santos, procurando de llevar la intención que ellos llevaron; la cual no es siempre de una manera, sino de muchas y diversas, como lo declara San Buenaventura por estas palabras:
“Muchos son los afectos e intenciones de los que se llegan a celebrar o comulgar. Algunos mueve el amor de Dios para que por medio de este sacramento traigan más veces al amado a la casa de su alma y allí dentro le abracen dulcemente y le tengan consigo, y con esta sagrada unión se enciendan más en su amor.

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (VII)

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Corpus Christi 01 (04)

Continuamos la explicación del segundo requisito para recibir bien la Sagrada Comunión.

Segundo: Pureza de intención (continuación)
Otros hay también que van a comulgar tras el hilo de la gente por hacer lo que otros hacen, sin tener aquella hambre ni procurar aquella preparación ni aquella enmienda de vida que para esto se requiere.

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (VI)

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Congreso Eucarístico del 34 01 (01)
Congreso Eucarístico Internacional, Buenos Aires 1934

A continuación, el segundo requisito para recibir bien la Sagrada Comunión.

Segundo: Pureza de intención.
Lo segundo que para comulgar dignamente se requiere es rectitud y pureza de intención, que es hacer esto por el fin que se debe hacer.

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (V)

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Virgen Eucaristica 01 (01)
Virgen Eucarística

Continuamos con la exposición del primer requisito para recibir bien la Comunión -pureza de conciencia- y de los dos pecados que máximamente se oponen a ella: el odio y la deshonestidad.

b) Libres de torpezas: El otro pecado contrario a ese sacramento es cualquier torpeza y deshonestidad, porque este sacramento, que en sí encierra aquella carne virginal amasada de las purísimas entrañas de Nuestra Señora, pide una tan grande limpieza del cuerpo y del alma, que tan sólo haber pasado una sombra de (tal) deleite, tienen los santos por impedimento para llegarse a este divino sacramento, si no fuese cuando o la obediencia o alguna fiesta señalada a esto los obligase.

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (IV)

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Jesus 07 (08)

Continuamos con la exposición del primer requisito para recibir bien la Comunión -pureza de conciencia- y de los dos pecados que máximamente se oponen a ella: el odio y la deshonestidad.

a) Libres de odio: Porque, cuanto a lo primero, este sacramento es sacramento de amor y de unión, porque en él participan los fieles un mismo alimento y un mismo espíritu, el cual hace a todos los fieles una misma cosa por amor.

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (III)

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Comunión de los Apóstoles 02 (02)

En los sucesivos artículos de esta serie trataremos acerca de los requisitos necesarios para la digna recepción de este Sacramento.

Primero: Pureza de conciencia. Pues, para que esto (la Sagrada Comunión) se haga como conviene, la primera cosa que se requiere es limpieza de conciencia, esto es, que vayamos limpios de todo pecado mortal.

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Debemos abocarnos al servicio divino

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Dios Padre 02 (04)

No sólo estamos obligados a la virtud y obediencia de los mandamientos divinos por lo que Dios es en sí, sino también por lo que es para nosotros: que es por razón de sus innumerables beneficios, de los cuales trataremos aquí para que, por ellos, veamos las grandes obligaciones que tenemos al servicio del Dador.

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (II)

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Hostia 01 (02)

La primera cosa que para comulgar dignamente se requiere es reconocer el hombre con grande humildad que ninguna diligencia de hombre ni de ángeles es bastante para esta preparación, si no interviene la mano de Dios, que para ello especialmente nos ayuda.

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Cómo prepararnos para la Sagrada Comunión (I)

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Comunión de los Apóstoles 01 (01)


Los sacramentos, cuanto son más excelentes, tanto piden mayor disposición y pureza para haberlos de recibir. Porque algunos hay que para recibirse dignamente basta tener dolor y arrepentimiento verdadero de los pecados. Mas este sacramento de que hablamos es de tanta pureza y excelencia, por estar en él encerrado el mismo Dios, que, además de lo dicho, pide otro sacramento por preparación, que es el de la Confesión, cuando precedió algún pecado mortal.

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Diálogo del Criador y la criatura (II)

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Monje rezando 02 (02b)

CRIADOR:
Más fácil es salvarse
con la gracia de Dios, que condenarse.

CRIATURA:
¿Fácil, Señor? ¿Cómo, Señor?

CRIADOR:
Queriendo.

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Diálogo del Criador y la criatura (I)

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Monje rezando 01 (01)

CRIATURA:
En la menuda aventura me metí
velay, cuando nací.
Este mundo es muy grande para mí
Y este mundo es muy chico para mí.

Nadie que yo recuerde me pidió
mi parecer; de lo que hiciere yo
¿Quién se responsabilizó?
¡Que me responda aquel que me crió!

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Por qué fue necesario que Cristo padeciera

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Jesús resucitado 01 (01)

“En aquel tiempo Jesús se presentó de repente en medio de sus discípulos y les dijo: La paz sea con vosotros; soy Yo, no temáis. Ellos, empero, estaban atónitos y atemorizados porque imaginaban ver a un espíritu; mas Jesús les dijo: Mirad mis manos y mis pies, soy Yo mismo; palpad y considerad que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que tengo Yo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies” (Lc 24, 36-40).

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Las crisis de la fe: IV. En la Escritura

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Biblia 02 (02)

IV. Crisis de la fe en la Escritura

Llegamos, por fin, a la cuarta zona de la crisis: la crisis de la fe en la Escritura tal como la lee la Iglesia.
Dice Ratzinger:
"Se han hecho pedazos las ataduras de la Biblia con la Iglesia. La interpretación histórico-crítica de la Escritura ha hecho de ella una realidad independiente de la Iglesia; se lee hoy la Biblia, no a partir de la Iglesia y con la Iglesia, sino a partir del último método que pretende ser 'científico', afirmando que sólo así se la puede leer correctamente.

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Las crisis de la fe. III. En el dogma y la moral católicos (II)

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Cruz 01 (01)

Continuando sus análisis en estos puntos, Ratzinger ve la teología contemporánea centrarse en la 'soteriología'; esto es, en el problema de la salvación, de la redención e incluso de la liberación, como se dice con un término puesto hoy en el centro de la atención.

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Las crisis de la fe: III. En el dogma y la moral católicos (I)

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Card. Ratzinger 01 (01)

Ahora viene la tercera zona de la crisis, que está estrechamente ligada a la precedente. Quizá no es más que un aspecto de ella, pero tiene tal relevancia que merece un tratamiento autónomo. Se trata de la crisis de la fe en el dogma y en la ética de la Iglesia.

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Las crisis de la fe: II. En la Iglesia

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San Pedro 05 (12)
La Barca de Pedro

II. Crisis de la fe en la Iglesia

Vendría luego la segunda crisis de la fe: en la Iglesia como misterio. Oigamos aquí también las palabras del cardenal Ratzinger:

“En muchos teólogos católicos se ha difundido una mentalidad que se diría cercana, mas aún que al modelo protestante clásico, al de ciertas sectas o “iglesias libres” norteamericanas. Es el concepto de una Iglesia como organización meramente humana, cuyos miembros serían libres para estructurarla y organizarla a su gusto, según las exigencias del momento.

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Las crisis de la fe: I. En Dios

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Dios Padre 01 (02)

Decía el entonces Cardenal Joseph Ratzinger que había cuatro crisis de la fe.

I. Crisis de la fe en Dios

He aquí, pues, según la diagnosis del Cardenal, que hay ante todo, y en el fondo de todo, una crisis de la fe en Dios, en la Primera Persona Trinitaria, en el Dios Padre Creador.
“Temiendo, naturalmente que sin razón, que el Padre pueda oscurecer al Hijo, cierta teología tiende hoy a resolverse en Cristología. La cual -entre otras cosas- subraya a menudo sobre todo la naturaleza humana de Jesús, oscureciendo o silenciando (o declarando de modo insuficiente) la naturaleza divina, que convive en la misma Persona. Es el retorno de la antigua herejía arriana. En una sociedad que, después de Freud, desconfía de todo padre y de todo paternalismo y que, con el feminismo extremo, quiere nada menos que rebautizar en femenino el nombre de Dios, se explica incluso esta crisis del Padre en cuanto Primera Persona de la Trinidad”.

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La familia es cosa sagrada (II)

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Sacramento del Matrimonio 01 (01)

“Es un dogma - nos dice León XIII - que el matrimonio de los católicos ha sido elevado a la dignidad de Sacramento por Nuestro Señor Jesucristo, y esta dignidad no puede, según la doctrina católica, ser considerada como una cualidad accidental añadida al contrato de matrimonio”.

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La familia es cosa sagrada (I)

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Santa Gianna Beretta Molla 02 (03)
Santa Gianna Beretta Molla y su esposo

Puesto que es el propio crisol de la vida, que tiene su principio en el mismo Dios, no es de extrañar que la familia aparezca marcada con un signo, con una señal religiosa.
No hay ninguna unión desde los pueblos primitivos hasta nuestros días que no lleve esta señal, este signo.
Fustel de Coulanges no dejó de darse cuenta de esta verdad y de subrayarla debidamente.

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Quien no se haga como niño no entrará en el Reino de los Cielos

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Jesus y los ninios 01 (01)

El niño se olvida, se ignora, se abandona, tal es la razón de su candor y de la ausencia de ese volverse sobre sí mismo. Considérense, en este sentido, las finas y juiciosas observaciones de San Francisco de Sales en su plática sobre la simplicidad:
“Un niño, mientras es pequeño, está reducido a una gran simplicidad que hace que no conozca otra cosa que su madre; en este amor, una sola pretensión, que es el seno de su madre; estando recostado sobre este seno bienamado, no quiere más.

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La vida y el orden jurídico

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Derecho a la vida 01 (01)

El avance del Estado sobre la intimidad de la familia se ha ido considerando casi un “derecho” de las actuales políticas democráticas convirtiéndolas así en totalitarias.
En efecto,
“cuando una mayoría parlamentaria o social decreta la legitimidad de la eliminación de la vida humana aún no nacida, inclusive con ciertas condiciones, ¿acaso no adopta una decisión “tiránica” respecto al ser humano mas débil e indefenso? La conciencia universal reacciona justamente ante los crímenes contra la humanidad, de los que el siglo pasado ha tenido tristes experiencias. ¿Acaso estos crímenes dejarían de serlo si, en vez de haber sido cometidos por tiranos sin escrúpulos, hubieran estado legitimados por el consenso popular?” (Evangelium Vitae, 70).

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La contracepción y el aborto, frutos de la misma planta

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Niño por nacer 01 (01)

“La contracepción priva intencionalmente al acto conyugal de su apertura a la procreación y realiza de ese modo una disociación voluntaria de las finalidades del matrimonio” (S.S. Pablo VI, Humanae Vitae, 12).

El diafragma y los preservativos o dispositivos intrauterinos y las pastillas anticonceptivas que impiden la ovulación, rompen con el proceso natural que genera la vida. Quienes fomentan la ideología de “sexo sin amor” distinguen además el acto sexual como mera unión placentera material, del proceso total psicológico y antropológico que da vida a un nuevo ser humano.

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La Iglesia no es tolerante en doctrina

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San Pedro 03 (10)

La Iglesia es intolerante en materia de doctrina, y debe serlo, porque la verdad es una, o no es verdad; la verdad no puede admitir transacción con el error, como no puede admitirse la luz con las tinieblas.
Pero si la Iglesia es intolerante con el error y el vicio, está llena de indulgencia para con las personas.

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Las obras de misericordia corporales (II)

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Obras de Misericordia 01 (01)

En la entrega anterior hablamos de las primeras cuatro obras de misericordia (“dar de comer al hambriento”, “dar de beber al sediento”, “dar posada al peregrino” y “vestir al desnudo”) que las agrupamos en una más general. Nos debemos ocupar de las que restan:

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Las obras de misericordia corporales (I)

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Madre Teresa de Calcuta 02 (03)

Las obras de misericordia corporales se llaman así porque atañen al bienestar físico y temporal del prójimo. Al espigarlas de las Sagradas Escrituras, aparecen siete:
1) Dar de comer al hambriento
2) Dar de beber al sediento
3) Dar posada al peregrino
4) Vestir al desnudo
5) Redimir (o visitar) al cautivo (preso)
6) Visitar y cuidar a los enfermos
7) Enterrar a los muertos

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Las obras de misericordia espirituales (II)

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Catástrofe 01 (01)
Consuelo después de un tornado

Como dijimos en la publicación anterior, las obras de misericordia espirituales son siete tradicionalmente:
1) Enseñar al que no sabe
2) Dar buen consejo al que lo necesita
3) Corregir al que yerra
4) Perdonar las injurias
5) Consolar al triste
6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
7) Rogar a Dios por los vivos y los muertos.

(Continuación)

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Las obras de misericordia espirituales (I)

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San Juan Bosco 03 (30)

Las obras de misericordia espirituales son siete tradicionalmente:
1) Enseñar al que no sabe;
2) Dar buen consejo al que lo necesita;
3) Corregir al que yerra;
4) Perdonar las injurias;
5) Consolar al triste;
6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo, y
7) Rogar a Dios por los vivos y los muertos.

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Estar preparados para el fin del mundo

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Juicio Final 02 (02)

Durante siglos, el capítulo XX del Apocalipsis de San Juan (Libro de la Revelación para los protestantes) ha sido para los estudiosos de la Biblia una fuente de fascinante material sobre el fin del mundo.

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¿Interrupción del embarazo o aborto?

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Bebé 02 (03)

El aborto, que se pretende aceptar como simple disposición a romper el proceso de “una cosa” que no se considera una vida humana, no hace en realidad sino encubrir un homicidio.

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Hacer con esmero las acciones ordinarias

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Sagrada Familia 03 (11)

Muchas almas piadosas, en determinados días como en ciertas novenas, se ejercitan en diversos actos de piedad muy dignos de alabanza.

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La familia. Los hijos. La procreación responsable

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Carlos I de Austria 10 en el exilio en Suiza 1920

La familia comienza con la unión de dos personas, una de sexo masculino y otra de sexo femenino, de cuyo vínculo conyugal se sigue el común perfeccionamiento y la procreación. Es la base de la vida social y el seno donde nacen y se educan las personas, porque la vida sexual como la fuente natural de la vida humana se da en el matrimonio.

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Principales deberes de los padres hacia sus hijos

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San Juan Bosco 02 (28)

¿Cuáles son los principales deberes de los padres hacia sus hijos?
En primer lugar, claro está, los cuidados materiales: alimento, vestido, cobijo y atención médica si se necesitara. Luego, el deber de educarlos para hacer de ellos buenos ciudadanos: útiles, suficientes económicamente, bien educados y patriotas inteligentes.

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Dignidad de la persona humana

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Creación de Adán 01 (01)

DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA
Desde un punto de vista acorde con el orden de la naturaleza, la vida humana tiene su específica identidad: el hombre es un ser materio-espiritual.

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Art. IIº Creo en Jesucristo, su Único Hijo, Nuestro Señor (III)

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Pantocrator 04 (13)
Art. IIº: Creo en Jesucristo, su Único Hijo, Nuestro Señor (III)

De la Encarnación del Hijo de Dios derívanse tres consecuencias:
1- La naturaleza humana en Jesucristo es adorable, porque es la humanidad del Hijo de Dios.

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Art. IIº Creo en Jesucristo, su Único Hijo, Nuestro Señor (II)

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CristoRey 02 (05)
Art. IIº: Creo en Jesucristo, su Único Hijo, Nuestro Señor (II)

El Hijo de Dios se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Él nada ha perdido de su divinidad encarnándose, como un rey no perdería nada de su realeza vistiéndose de harapos para ir a socorrer con más facilidad a los pobres. Es, pues, verdaderamente Dios como el Padre y el Espíritu Santo.

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Art. IIº Creo en Jesucristo, su Único Hijo, Nuestro Señor (I)

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Anunciación 01 (02)
Art. IIº: Creo en Jesucristo, su Único Hijo, Nuestro Señor (I)

¿Quién será ese Redentor prometido a Adán? Será Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre por nuestro amor.
Jesús quiere decir Salvador, porque el Hijo de Dios vino para salvarnos y rescatarnos.

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Creo en Dios Padre Todopoderoso (III)

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Adán y Eva 01 (01) - Dore - expulsion del paraiso
Iº Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra
(Continuamos desarrollando el primer artículo)


3º) Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra (continuación)
:
(…)
Pero Adán no perdió para él solo la gracia y la felicidad; las perdió para todos sus descendientes. Adán, cabeza física y moral de la humanidad, tenía por misión transmitir a sus descendientes, junto con la vida natural, la sobrenatural, como un bien de familia cuya administración le estaba encomendada.

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Creo en Dios Padre Todopoderoso (II)

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Creación de Adán 01 (01)
Iº Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra
(Continuamos desarrollando el primer artículo)


3º) Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra
:
Creación del hombre: el hombre es una criatura racional compuesta de cuerpo y alma. Dios le creó con el mismo destino que los Ángeles: conocer, amar y servir a Dios para merecer la felicidad del cielo.

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Creo en Dios Padre Todopoderoso (I)

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Angel de la Guarda 01 (01)

Iº Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra
(Continuamos desarrollando el primer artículo)

3º) Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra:
Todas las obras que Dios hace fuera de Él son la obra de la Trinidad entera. Sin embargo, la Sagrada Escritura atribuye al Padre la Creación, al Hijo la Redención, al Espíritu Santo la Santificación.

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Creo en Dios Padre

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Santísima Trinidad 01 (01)

Iº Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra

(Continuamos desarrollando el primer artículo)

1º) Creo en Dios Padre: no hay más que un solo Dios, pero este Dios subsiste en tres personas realmente distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

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Creo en Dios

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Cielo 03 (01)

La Doctrina Cristiana es la que Jesucristo reveló a los Apóstoles y que nos enseña por medio de la Iglesia Católica.
Esa doctrina comprende: 1º, las
verdades que hay que creer; 2º, los deberes que hay que practicar; 3º, los medios que hay que adoptar para conseguir la salvación eterna.

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San Francisco de Asís

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San Francisco de Asís 06 (42)

San Francisco de Asís renunció a su patrimonio y puso en práctica de modo perfecto el consejo del Evangelio: “No llevéis oro, ni plata, ni dinero alguno en vuestros bolsillos; ni alforja para el viaje, ni más de una túnica, ni un calzado, ni cayado” (Mt 10, 9-10).

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Beato Miguel Agustín Pro

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Beato Padre Miguel Pro 01 (01)
Fusilamiento

Miguel Agustín Pro nació el 13 de enero de 1891 en Guadalupe (estado de Zacatecas), México, en el seno de una familia cristiana de doce hijos, seis varones y seis mujeres. Dos hermanas suyas fueron monjas y dos hermanos sacerdotes. Miguel, de carácter jovial pero decidido, meditó largamente su vocación y sólo a los veinte años decidió ser jesuita. Soplaban ya vientos de persecución y su elección no auguraba una vida fácil.

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El día del Señor (II)

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Coram Deo 02 (02)

En la primera parte de este artículo vimos las obras de las que hay que abstenerse en el domingo. Hoy nos toca desarrollar sobre las obras que debemos realizar para santificar ese santo día:

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El día del Señor (I)

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Capilla 01 (01)

El tercer mandamiento nos ordena que santifiquemos el día del Señor. Nos prohíbe profanarlo.
La ley natural prescribe al hombre consagrar, de tiempo en tiempo, un día al culto de Dios, pero no lo determina.
En la
ley antigua era el sábado, en memoria del reposo de Dios después de la creación; en la ley nueva es el Domingo, en honor de la resurrección de Jesucristo y de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.

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El Milagro de la Pura y Limpia Concepción

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Carreta Milagro de Lujan 01 (01)

Breve narración del Milagro de Luján
“En aquel tiempo que Portugal y España se regían por una misma corona, y que por tanto el comercio entre ambas era libre, y según el mejor cómputo para los años de 1630, un portugués llamado Farías pidió a un amigo suyo del Brasil que le trajera una imagen de la Concepción de María para venerarla en la capilla que en su estancia de Sumampa, jurisdicción del Tucumán, estaba fabricando. Un marino amigo suyo cumplió el encargo y le trajo no una, sino dos imágenes de Nuestra Señora, bajo la advocación una, de la Concepción, y la otra de la Madre de Dios. Acondicionadas ambas en dos cajones fueron subidas a una carreta y emprendieron viaje al norte.

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Vivir unidos al Sagrado Corazón

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Sagrado Corazón 02 (08)

Por el Bautismo fuimos injertados en Cristo y sobre Cristo, como se injerta el vástago de una planta en diferente árbol, quedando unido con él. Jesús nos comunica su savia o su vida, que es la gracia del Espíritu Santo.

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San Luis María, el apóstol de María

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San Luis María Grignon de Montfort 01 (02)

Luis María nació el 31 de enero de 1673 en Montfort-sur-Mer, en la Bretaña francesa. Sus padres se llamaban Juan Bautista Grignon y Juana Robert de la Vizuele, y tuvieron 18 hijos; Luis fue el segundo, y desde temprana edad manifestó una intensa vida interior, que lo llevó a vivir con singular fervor la devoción a la Eucaristía y a la Virgen María.

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Llegada de San Pedro a Roma (IIª y última parte)

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San Pedro 02 (05)

EL FILÓSOFO- ¡Dioses inmortales! ¡Jamás hombre alguno soñó con semejante proyecto!...Establecer una religión de tal naturaleza en Roma, en el centro de la civilización y de las luces; querer hacer adorar a un Galileo crucificado, ¡es locura!... ¿quién eres tú para soñar en semejantes empresas?

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Llegada de San Pedro a Roma

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San Pedro 01 (01)

Bajo el reinado de Claudio, el año 42 de nuestra era, un viajero, cubierto de polvo y abrumado por el cansancio de un largo camino, llegaba a la entrada de Roma, cerca de la puerta Naval.

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Cómo agradecer el hecho de la Resurrección

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Resurrección 02 (11)

¡Qué alegría la de una familia que contemplara a un padre tiernamente amado luchando con los horrores de la muerte, y lo viera luego recobrar súbitamente la salud y llenarse de vida! Hemos contemplado a Jesús nuestro Padre por excelencia, sumergido en un océano de tristezas y de angustias, anegándose en las aguas mortales de la tribulación, y ahora le vemos liberado de las cadenas humillantes que le ataban al sepulcro y rodeado de gloria en su Resurrección triunfante.

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La Pasión del Señor (II)

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Pasión de Jesucristo 02 (02)

Vuelve Jesús a presencia de Pilato: El gobernador, conociendo el odio de los fariseos, desea salvar a Jesús. Espera hallar más justicia en el pueblo, y siguiendo la costumbre de indultar a un preso en el tiempo pascual, equipara a Jesús a un asesino llamado Barrabás: “¿A quien queréis que ponga en libertad, pregunta a la muchedumbre, a Jesús o a Barrabás?” El pueblo, seducido por los fariseos, pide la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Pilato se indigna; y para mover al pueblo a compasión, condena a Jesús a la pena de azotes, no obstante haberle declarado inocente.

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Si conocieras el don de Dios...

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Jesús y la Samaritana 01 (02)

“¡Si conocieras el don de Dios!...”, nos dice Jesús como a la Samaritana; si supieras, alma redimida, la hermosura, GRANDEZA y nobleza que se encierran en el don que te traigo de parte de mi Padre, en este don que hace revivir al alma muerta por el pecado y se llama GRACIA SANTIFICANTE. Este don hará que de ti desaparezca la mancha del pecado original y las vergonzosas huellas de tus crímenes, aunque estos fuesen más numerosos que las arenas del mar y más graves que las mayores iniquidades cometidas en la tierra.

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La Pasión del Señor (I)

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Pasión de Jesucristo 01 (05)

A mediados del cuarto año de su predicación, Jesucristo subió a Jerusalén para celebrar allí la Pascua con sus apóstoles.
El Cristo, verdadero rey de Israel, quiso entrar triunfalmente en la Ciudad Santa. El pueblo, al saber que llegaba Jesús, corrió a su encuentro, llevando palmas y ramos de olivo, alfombrando con hojas el camino que debía recorrer, mientras gritaba lleno de júbilo
: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Gloria al Mesías!”

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Los enemigos de Jesucristo

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Fariseos 01 (01)

Durante los tres años de su vida pública, Jesucristo tuvo que combatir la incredulidad de los judíos y la hostilidad celosa de los jefes de la nación. Israel esperaba un Mesías poderoso, para restaurar el trono de David y dar a los judíos el imperio sobre todos los otros pueblos.

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La inmortalidad del alma y sus consecuencias

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Muerte del alma fiel 01 (01)

Así como se conoce el árbol por sus frutos, se conocen los dogmas verdaderos por los buenos frutos que producen. La creencia en la inmortalidad del alma produce excelentes frutos: es para el hombre consuelo en la desventura, móvil de la virtud, fuente de los mayores heroísmos.

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La Penitencia como virtud y como Sacramento

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San Pío de Pietrelcina 01 (01)
El Padre Pío confesando a un niño

La palabra penitencia significa arrepentimiento, expiación y designa ora una virtud, ora un sacramento.
 
1º virtud de la penitencia: La penitencia es una virtud sobrenatural que lleva al pecador a detestar sus pecados y a castigarse a sí propio para reparar la injuria hecha a Dios.

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Tener el espíritu alegre en medio de las pruebas

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San Pedro Damián 01 (01)
San Pedro Damián

De las cartas de San Pedro Damián, Obispo

Me has pedido, amadísimo hermano, que te escriba una carta de consuelo, con el fin de confortar tu ánimo, entristecido por tantas calamidades como tienes que soportar.

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¿Sirven los sufrimientos? (II)

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Virgen de los Dolores 03 (04)
Virgen de los Dolores

I. Ventajas del sufrimiento
El pecado habrá de expiarse en esta vida o en la otra, y esta es ley de la justicia divina, de la que nadie puede librarse. Luego, ya que tantas veces ofendimos a Dios, debemos alegrarnos cuando el Señor nos castiga en este mundo, donde son los castigos menos rigurosos que en el otro.

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¿Sirven los sufrimientos?

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Job 01 (01)
Job y sus amigos

Es muy común oír decir esta objeción contra Dios –u objeciones  similares–: “¿Qué he hecho yo a Dios, para que me mande tantos males?...” Dios podría reducir al silencio, poniendo ante los ojos atemorizados de ellos, la larga serie de pecados que sólo la indiferencia religiosa oculta a sus miradas, y los dolores eternos del infierno a que esas faltas son acreedoras.

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Cumplir la ley de Dios sin pretextos

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Presentación de Jesús en el Templo 01 (01)

La Fiesta de la Presentación del Señor en el Templo, que hace unos años era conocida como la Purificación de la Santísima Virgen María, fue instituida, justamente, en memoria del día en que Nuestra Señora fue al Templo de Jerusalén para cumplir la ley de la purificación y presentar a su divino Hijo Jesucristo.

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La oración y la penitencia

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San Jerónimo 01 (02)
San Jerónimo Penitente

Extractos de la Encíclica “Caritate Christi Compulsi”
 
8. (…) Frente a este odio satánico contra la religión, que recuerda al
misterio de iniquidad de que habla San Pablo (II Tes 2, 7), los solos medios humanos y las providencias de los hombres no bastan: y Nos, Venerables Hermanos, creeríamos ser indignos de Nuestro apostólico ministerio si no tratáramos de señalar a la humanidad los maravillosos misterios de luz que esconden en sí ellos solos la fuerza para subyugar a las tinieblas.

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San León el Grande

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San León I y Atila
San León I y Atila

 
Los males de la época
León nació entre los años 390 y 400 y recibió una esmerada educación en Roma, tanto en el campo de los estudios como en el de la vida cristiana. Como archidiácono, pronto se convirtió en hombre de confianza del papa Celestino I y hasta la corte imperial recurrió a él para llevar una misión de paz a las Galias.

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Santa Ángela de la Cruz

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Santa Ángela de la Cruz 01 (02)
Santa Ángela de la Cruz
Religiosa y fundadora (1846-1932)


“Ser pobre con el pobre para llevarlo a Cristo”

 
Una niña pobre
Se llamaba María de los Ángeles Guerrero González y nació en Sevilla el 30 de enero del año 1846, de padres muy pobres pero cristianos de verdad.
No tuvo tiempo de dedicarse a jugar, ni siquiera a estudiar, ya que todavía niña entró a trabajar en una fábrica de calzados.

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El pensamiento de Santa Catalina sobre el purgatorio

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Purgatorio 01b (02)

Hemos estado contemplando desde el inicio del mes a los Santos que ya gozan de la visión de Dios en el Cielo, para luego meditar esa otra realidad de las Almas que purgan por sus penas no satisfechas en el Purgatorio; por eso queremos presentar con relación a dicho tema una parte de la Audiencia general de Su Santidad Papa Benedicto XVI, del día 12 de enero de 2011, en la que presentaba la figura de Santa Catalina de Génova (S. XV):

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La familia que reza unida permanece unida

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Carlos I de Austria 05 Familia en exilio

Si en el mundo hay obras divinas, una de ellas es la familia. Dios la ha creado para que fuera en el mundo una imagen viva de su fecundidad, una manifestación perpetua de su providencia, una prueba palpable de su amor. La existencia y la felicidad de la familia dependen de Dios. Por consiguiente, el culto de Dios, en el seno de la familia, es un deber de estricta justicia.

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La Gracia, el medio necesario para salvarse

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Cielo 02

El fin asignado al hombre es la felicidad de ver a Dios en la vida futura. Pero como este fin es sobrenatural, es decir, superior a la naturaleza humana, el hombre no puede conseguirlo con sus solas y propias fuerzas: necesita del socorro divino, que se llama gracia. Por ella, Dios eleva al hombre hasta sí y le hace capaz de participar de su vida, de su gloria y de su felicidad infinita. La gracia es, pues, el medio indispensable para la salvación.

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Santa Teresa, Maestra de la vida espiritual

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Santa Teresa de Jesús 02 (02)

Teresa de Cepeda y Ahumada nació el 28 de mayo de 1515. De pequeña soñaba con la vida de los mártires y quiso imitarlos, huyendo con su hermano Rodrigo para ir a morir a la “tierra de los moros”. Fracasado el primer intento, años después, tras la muerte de su madre y pese a la oposición del padre, volvió a huir de su casa para ingresar en el convento de las carmelitas.

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Reglas para la lectura de la Biblia

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Pantocrator 02(01)

Nunca se dirá bastante acerca de la Palabra de Dios, es por eso que a pesar de haber terminado el mes dedicado a las Sagradas Escrituras, queremos re abordar esta cuestión, pero desde un punto de vista más práctico. Pero antes citamos un párrafo del Sumo Pontífice sobre un aspecto importantísimo de la Biblia: “Como han afirmado los Padres sinodales, aparece

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Los ángeles, amigos del hombre

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Ángel Custodio

Todos, desde pequeños, hemos oído que tenemos a nuestro lado un ángel de la guarda. La verdad es que las representaciones pictóricas de estos seres celestiales de rostro juvenil o con aspecto de niños inocentes siempre han despertado nuestra simpatía, mientras que las de los demonios, repugnantes y amenazadoras, despiertan temor y repulsa.

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Sobre la lectura de la Sagrada Escritura IV

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biblia 01

Culminando en breve el mes dedicado especialísimamente a las Sagradas Escrituras presentamos la última parte del Prólogo de Mons. Juan Straubinger. En una futura entrega veremos las reglas para leer provechosamente la Divina Palabra:
 
Vengamos, pues, a buscarlo en este mágico
“receptor” divino donde, para escuchar su voz, no tenemos más que abrir como llave del dial la tapa del Libro eterno.

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Sobre la lectura de la Sagrada Escritura III

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Straubinger, Johann

Continuamos con el Prólogo de Mons. Juan Straubinger:
El amor lee entre líneas. Imaginemos que un extraño vio en una carta ajena este párrafo:
“Cuida tu salud, porque si no, voy a castigarte”. El extraño puso los ojos en la idea de este castigo y halló dura la carta. Mas vino luego el destinatario de ella, que era el hijo a quien su padre le escribía, y al leer esa amenaza de castigarle si no se cuidaba, se puso a llorar de ternura viendo que el alma de aquella no era la amenaza sino el amor siempre despierto que le tenía su padre, pues si le hubiera sido indiferente no tendría ese deseo apasionado de que estuviera bien de salud.

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Los Dolores de Nuestra Señora

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Los Siete Dolores de la Santísima Virgen María

¡Oh vosotros, todos los que pasáis por el camino, atended y mirad si hay dolor semejante a mi dolor!
(Lam 1, 12)
Los siete Dolores de la Virgen

Se celebra hoy en toda la Iglesia la Fiesta de los Siete Dolores de la Santísima Virgen María, Madre del Redentor.
Esta fiesta la celebraban los Servitas ya en el siglo XVII y fue extendida por el Papa Pío VII en 1817 a toda la Iglesia, para que pudiera celebrarse con grandeza sus Dolores, ya que el Viernes Santo, en el cual también se los conmemora, nuestras miradas se centran en el Sacrificio Cruento de Nuestro Señor.

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Sobre la lectura de la Sagrada Escritura II

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La Virgen, el Niño y el Libro 01

Transcurriendo en el mes dedicado a la Santa Biblia continuamos con la segunda entrega del Prólogo de Mons. Straubinger:
Y aquí, para entrar de lleno a comprender la importancia de conocer el Nuevo testamento, tenemos que empezar por hacernos a nosotros mismos una confesión muy íntima: a todos nos parece raro Jesús. Nunca hemos llegado a confesarnos esto, porque, por un cierto temor instintivo, no nos hemos atrevido siquiera a plantearnos semejante cuestión. Pero El mismo nos anima a hacerlo cuando dice: “Dichoso el que no se escandalizare de Mi” (Mat., 11, 6; Luc., 7,23), con lo cual se anticipa a declarar que, habiendo sido El anunciado como piedra de escándalo (Is., 8, 14 y 28; Rom., 9, 33; Mat., 21, 42-44), lo natural en nosotros, hombres caídos, es escandalizarnos de Él como lo hicieron sus discípulos todos, según  Él lo había anunciado (Mat., 26, 31 y  56). Entrados, pues, en este cómodo terreno de íntima desnudez – podríamos  decir de psicoanálisis sobrenatural – en la presencia “del Padre que ve en lo secreto” (Mat., 6, 6), podemos aclararnos a nosotros mismos ese punto tan importante para nuestro interés, con la alegría nueva de saber que Jesús no se sorprende ni se incomoda de que lo encontremos raro, pues Él sabe bien lo que hay dentro de cada hombre (Juan 2, 24-25). Lo sorprendente sería que no lo halláremos raro, y podemos afirmar que nadie se libra de comenzar por esa impresión, pues, como antes decíamos, San Pablo nos revela que ningún hombre simplemente natural (“psíquico”, dice él) percibe  las cosas  que son del Espíritu de Dios (I Cor., 2, 14). Para esto es necesario “nacer de nuevo”, es decir, “renacer de lo alto”, y tal es la obra que hace en nosotros – no en los más sabios sino al contrario en los más pequeños (Luc., 10, 21) – el Espíritu, mediante el cual podemos “escrutar hasta las profundidades de Dios” (I Cor., 2, 10).

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Sobre la lectura de la Sagrada Escritura I

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Pantocrator 01

Presentamos a continuación la primera parte del majestuoso prologo hiciera Mons. Juan Straubinger al Nuevo Testamento y que editara Club de Lectores para la Versión de la Santa Biblia, 1991.

(…)Pio XII ha dicho, Dios no es una verdad que haya de encerrarse en el templo, sino la verdad que debe iluminarnos y servirnos de guía en todas las circunstancias de la vida. No ciertamente para ponerlo al servicio de lo material y terreno, como si Cristo fuese un pensador a la manera de los otros, venido para ocuparse de cosas temporales o dar normas de prosperidad mundana, sino, precisamente al revés, para no perder de vista lo sobrenatural en medio de “este siglo malo” (
Gál., 1, 4); lo cual no le impide por cierto al Padre dar por añadidura cuantas prosperidades nos convengan, sea en el orden individual o en el colectivo, a los que antes que eso busquen vida eterna.

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