Imitación de Cristo (IX)

Posted by: Corim

San José 15 (51)

Mucha paz tendríamos si no quisiéramos mezclarnos en lo dichos y hechos ajenos que no nos pertenecen. ¿Cómo quiere estar en paz mucho tiempo el que se mezcla en cuidados ajenos y se ocupa de cosas exteriores, y dentro de sí poco o tarde se recoge? Bienaventurados los sencillos, porque tendrán mucha paz.

¿Cuál fue la causa porque muchos santos fueron tan perfectos y contemplativos? Porque procuraron mortificarse totalmente en todos sus deseos terrenos; y por eso pudieron con lo íntimo de su corazón allegarse a Dios, y ocuparse libremente de sí mismos. Nosotros nos ocupamos mucho de nuestras pasiones y tenemos demasiado cuidado de las cosas transitorias. Y como pocas veces vencemos un vicio perfectamente, no nos alentamos para aprovechar cada día en la virtud; por eso permanecemos tibios y aun fríos.

Si estuviésemos perfectamente muertos a nosotros mismos y libres en lo exterior, entonces podríamos gustar las cosas divinas y experimentar algo de la contemplación celestial. El total, y el mayor impedimento es que, no estando libres de nuestras inclinaciones y deseos, no trabajamos por entrar en el camino de los santos. Y cuando alguna adversidad se nos ofrece, muy presto nos desalentamos y nos volvemos a las consolaciones humanas.

Fuente: Tomás de Kempis, De la Imitación de Cristo y menosprecio del mundo, libro I, cap. XI, Editorial LUMEN

Cuán falsa y engañosa es la felicidad de este mundo (IV)

Posted by: Nycticorax

Borrachos 01 (01)

c) Por los lazos y peligros que nos rodean: Y si no hubiese en el mundo más que solas penas y trabajos de cuerpo, no sería tanto para temer, mas no sólo hay en él trabajos de cuerpo, sino también peligros de alma, que son mucho más para sentir, porque tocan más en lo vivo.
Y éstos son tantos, que dijo el Profeta: “
Lloverá Dios lazos sobre los pecadores” (Sal 10, 7). Pues ¿qué tantos lazos te parece que veía en el mundo quien los comparaba con las gotas de agua que caen del cielo? Y dice señaladamente sobre los pecadores, porque como éstos tienen tan poca guarda en el corazón y en los sentidos, y tan poco cuidado de huir las ocasiones de los pecados, y tan poco estudio en proveerse de espirituales remedios, y, sobre todo esto, andan en medio de los fuegos del mundo, ¿cómo pueden dejar de andar entre infinitos peligros?

Pues por esta muchedumbre de peligros dice que lloverá sobre los pecadores lazos. Lazos en la mocedad y lazos en la vejez; lazos en las riquezas y lazos en la pobreza; lazos en la honra y lazos en la deshonra; lazos en la compañía y lazos en la soledad; lazos en las adversidades y lazos en las prosperidades, y, finalmente, lazos para todos los sentidos del hombre: para los ojos, para los oídos, para la lengua y para todo lo demás.
Finalmente, tantos son los lazos, que da voces el Profeta diciendo:
“Lazo sobre ti, morador de la tierra”.
Y si nos abriese Dios un poco los ojos, como los abrió a San Antonio Abad, veríamos a todo el mundo lleno de lazos trabados unos con otros y exclamaríamos con él, diciendo: ¡Oh! ¿Quién escapará de tanto lazo? Y de aquí nace perecer tantas almas como cada día perecen, pues, como llora San Bernardo, en el mar de Marsella, de diez barcos apenas se pierde uno; mas en el mar de este mundo, de diez almas apenas se salva una.

¿Quién, pues, no temerá un mundo tan peligroso? ¿Quién no procurará huir de tanto lazo? ¿Quién no temblará de andar descalzo entre tantas serpientes, desarmado entre tantos enemigos, desproveído entre tantas ocasiones de pecados y sin medicina entre tantas ocasiones de enfermedades mortales? ¿Quién no trabajará por salir de este Egipto? ¿Quién no huirá de está Babilonia? ¿Quién no procurará escaparse de las llamas de Sodoma y Gomorra y salvarse en el monte de la buena vida?
Pues estando el mundo lleno de tantos lazos y despeñaderos y ardiendo en tantos vicios, ¿quién se tendrá por seguro?
¿Andará, dice el Sabio (Pr 6, 27), alguno sobre las brasas sin que se les quemen las plantas y esconderá fuego en su seno sin que ardan sus vestiduras? Cierto está, dice el Sabio, que el que toca la pez se ha de ensuciar en ella, y así, el que trata con soberbios corre peligro de hacerse uno de ellos.

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta