Con él estaré en la tribulación

Posted by: Ioseph

Ecce Homo

Sabemos que nadie vive en este mundo sin tribulación (Kempis), y que nos es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios (Hc 14, 22). Los siguientes párrafos, tomados de las obras de San Bernardo de Claraval, nos servirán de fortaleza y consuelo para afrontar las dificultades propias de esta vida presente.
 
 
Con él estaré en la tribulación, dice Dios, ¿y yo buscaré otra cosa que la tribulación? Para mí lo bueno es estar junto a Dios, y no sólo esto, sino también hacer del Señor mi refugio, porque él mismo dice: Lo defenderé, lo glorificaré.

Con él estaré en la tribulación. También dice: Ponía mis delicias en estar con los hijos de los hombres. Por esto se le da el nombre de Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros». Desciende del cielo para estar cerca de quienes sienten su corazón agitado por la tribulación, para estar con nosotros en nuestra tribulación. Llegará también el tiempo en el que seremos arrebatados en la nube, al encuentro del Señor, en el aire, y así estaremos siempre con el Señor, a condición de que procuremos ahora tenerlo con nosotros como compañero de viaje a aquel que nos ha de dar en premio la patria definitiva, o, por decirlo mejor, a condición de que sea ahora nuestro camino aquel que entonces será nuestra patria.
Para mí, Señor, es mejor sufrir las tribulaciones contigo que reinar sin ti, que vivir regaladamente sin ti, y que gloriarme sin ti. Es mejor para mí, Señor, unirme más íntimamente a ti en la tribulación, tenerte conmigo en la hoguera que estar sin ti, incluso en el cielo: ¿Qué me importa el cielo sin ti? y contigo ¿qué me importa la tierra? El horno prueba la vasija del alfarero, el hombre se prueba en la tribulación. Allí, allí estás tú, Señor, con ellos, estás en medio de los congregados en tu nombre, como en otro tiempo estabas con los tres jóvenes en el horno.
¿Por qué tememos, por qué dudamos, por qué rehuimos este fuego abrasador? El fuego quema, pero el Señor está con nosotros en la tribulación. Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Igualmente, si él nos libera, ¿quién podrá arrebatarnos de sus manos? ¿quién podrá arrancarnos de ellas? Finalmente, si él nos glorifica, ¿quién podrá privarnos de la gloria? Si él nos glorifica, ¿quién nos humillará?

Lo saciaré de largos días. Como si dijera abiertamente: «Sé qué es lo que desea, de qué tiene sed, qué es lo que le gusta. No le gusta ni el oro ni la plata, ni el placer, ni la curiosidad, ni tampoco honor alguno de este mundo. Todo esto lo estima pérdida, todo esto lo desprecia y lo estima como basura. Se tiene a sí mismo en nada y no tolera ocuparse de esas cosas que sabe que no pueden llenarle. No ignora a imagen de quién está hecho, de qué grandeza es capaz, ni admite una pequeña ventaja que pueda hacerle perder inmensas ganancias.
Así, pues, lo saciaré de largos días, ya que sólo puede satisfacerlo la luz verdadera, sólo puede saciarlo la luz la eterna.» Se trata, en efecto, de aquellos largos días que no tienen fin, de aquella claridad sin ocaso, de aquella saciedad que no admite cansancio.