Del amor que Dios nos tiene (I)

Posted by: Nycticorax

Creación 03 de Adán (03)
Creación de Adán

Dice Santo Tomás que así como ninguna cosa hay con que más se encienda un fuego que con otro fuego, así ninguna hay con que más se encienda un amor que con otro amor. Y por eso, así como los beneficios recibidos mueven al amor del bienhechor, así, y mucho más, el amor, que es la causa de ellos. Trataremos aquí particularmente de tres grandes indicios y obras de este divino amor, que son las obras de la creación, glorificación y redención.

Pues, comenzando por la primera, como el hombre sea obra de las manos de Dios, hecha a su imagen y semejanza, y la más principal obra de cuantas en este mundo visible formó, ¿cómo no ha de amar lo que Él mismo con esta dignidad y preeminencia tan grande formó? Porque es cosa tan natural amar las personas a las obras de sus manos, que hasta un árbol que hayamos plantado de nuestra mano, le tenemos un particular amor. Y cuando al cabo de tiempo lo vemos florido o cargado de fruto entre otros muchos árboles, nos alegramos más con ver aquél que todos los otros, porque a los otros los miramos como a extraños, más a éste como a cosa nuestra.
Y como ésta sea una natural condición y propiedad de la naturaleza humana, la cual fue por Ti, Señor, creada, necesariamente hemos de poner en Ti esta perfección. Porque no puede haber perfección en la creatura que no esté mucho más excelentemente en el Creador. Pues según esto, si Tú, Señor, amas a todo lo que creaste como a cosa que salió de tus manos, ¿cuánto más amarás al hombre, para quien todo lo creaste? Y si así amas a lo que formaste, de cualquier forma que lo hiciste, ¿cuánto más al que creaste a tu imagen y semejanza?

Esta es una de las principales razones que alegaba el profeta Isaías al Señor para pedir misericordia, cuando decía:
“Míranos, Señor, con ojos de piedad, pues somos obra de tus manos” (Is 64, 8).
Y por esto mismo tenía David por cierta la misericordia de este Señor, cuando decía:
“Extenderás, Señor, tu diestra a la obra de tus manos” (Sal 79, 16). Y por esto mismo se maravillaba el santo Job de cómo este Señor permitía que el demonio le atormentase tan crudamente, siendo él obra de sus manos. Y así prosigue él esta razón diciendo: “Tus manos, Señor, me hicieron y formaron, ¿pues cómo me sueltas de ellas, para que venga a despeñarme? Acuérdate, te ruego, Señor, que Tú me hiciste como quien de un poco de barro hace un vaso, o cuaja un poco de leche. Tú mismo me vestiste de pieles y de carne, y me organizaste con huesos y nervios, y me diste vida y misericordia. Pues, siendo esto así, ¿cómo, Señor, desamparas lo que Tú mismo formaste?” (Job 10, 8). Todo esto decía el santo varón, presuponiendo el amor que el Señor tenía a lo que Él mismo había formado, como a obra de sus manos.

Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta