Don Bosco, Apostol de la juventud y del confesionario (I)

Posted by: Corim

San juan Bosco 01 (01)

Juan Bosco, quien iba a ser más tarde el famoso Don Bosco, nació en Castelnuovo, diócesis de Turín, el año 1815, y luego de gastar toda su vida en bien de las almas de los niños y jóvenes murió el 31 de enero de 1888.

Cuando se pronuncia el nombre de Don Bosco, todos lo ligamos con la juventud, con sus hogares y colegios; así también como con su gran devoción a María Auxiliadora. Sin embargo San Juan Bosco tiene otra faceta que no muchos conocen, y es la ser un verdadero Apóstol del confesionario, ya que gastaba horas en este oficio, y hasta pasaba noches enteras confesando a
“sus chicos del oratorio”.
Vamos a considerar a partir de hoy una serie de anécdotas y algunos testimonios que nos darán una idea de este aspecto de la vida sacerdotal en Don Bosco.

Comenzaremos por un sueño que tuvo el Santo el 4 de abril de 1869. Nos dice el mismo Don Bosco:
“Soñé que estaba en el templo, el cual se hallaba totalmente lleno de jóvenes: los alumnos actuales y muchos más que vendrán en el futuro. Parecía que se preparaban para confesarse. Mi confesionario tenía una inmensa multitud de Jóvenes esperándome para confesarse.
Empecé a confesar, pero luego, al ver que eran tantos los que pedían confesión, me levanté del confesionario para ir a buscar a otros sacerdotes que me ayudaran a confesar.

“Al pasar por en medio de los jóvenes, vi que varios de ellos tenían un lazo amarrado alrededor del cuello. Me acerqué a uno de ellos y le dije: ¿por qué no se quita ese lazo o cuerda del cuello?, él me respondió: no puedo quitármelo, porque hay detrás de mí uno que sujeta el lazo.
Volví a mirar y vi que en medio de los jóvenes salían muchos cuernos. Observé más detenidamente y encontré allí un horrible animal, en forma de un gato enorme, con hocico monstruoso, largos cuernos, y que se encogía para que no lo vieran. Noté con horror que cada uno de los jóvenes tenía junto a él un animal tan horrible como el anterior. Y cada animal llevaba entre sus garras tres lazos. Me acerque a uno de ellos y le pregunté: -¿Que hace aquí? Él me respondió: -Con tres lazos obtengo que los jóvenes no se confiesen o se confiesen mal, y con ellos me llevo a la condenación a la décima parte de la gente. -¿Y qué significan esos tres lazos?, le pregunté. -No lo digo, porque usted les cuenta eso a los jóvenes.

“Yo tomé en mis manos la vasija del agua bendita y le dije: -O me dice qué son esos tres lazos o le hecho agua bendita. En nombre de Jesucristo, dígame qué significan. El monstruo se retorció y dijo: -El primer lazo significa que se callen sus pecados. Que no confiesen al confesor los pecados que han cometido. -¿y el segundo lazo? -El segundo lazo significa que se confiesen sin arrepentimiento, sin sentir verdadero dolor y pesar de haber ofendido a Dios: -¿y el tercer lazo qué significa? -El tercer lazo no se lo quiero decir. Ya le he dicho demasiado. -Me dice qué significa el tercer lazo o le hecho agua bendita. El monstruo empezó a despedir llamas por los ojos y gotas de sangre y gritó: -El tercer lazo significa que no hagan propósito de portarse mejor, y que no hagan caso a los consejos del confesor.

“El monstruo antes de desaparecer me dijo: -Observe el fruto que los jóvenes sacan de sus confesiones. El fruto principal de una confesión debe ser el enmendarse de sus faltas. Si quieres saber si ya los tengo atados con los lazos o no, observe a ver si se enmiendan o no se enmiendan, si mejoran de conducta y comportamiento o siguen lo mismo que antes.
Algo que me llenó de tristeza fue el ver que los que llevan tres lazos al cuello, o al menos uno, son muchísimos más de lo que yo había imaginado. Cada uno piense seriamente si tiene alguno de esos lazos al cuello, y trate de quitarlo.”