El Santísimo Nombre de María

Posted by: Juan Sobiesky

Sitio de Viena - Batalla de Kahlenberg
Batalla de Kahlemberg - Segundo Sitio de Viena

Después de la derrota de Lepanto, los turcos se retiran hacia el interior de Persia. Cien años más tarde, con inesperado coraje, reaccionan y ponen sitio a Viena.

Alborea límpido y radiante el sol del 12 de septiembre de 1683. El ejército cruzado
sólo unos miles de hombres se consagra a María. El rey polaco Juan Sobieski ayuda la misa con brazos en cruz. Sus guerreros le imitan.

Después de comulgar, tras breve oración, se levanta y exclama lleno de fe:
«¡Marchemos bajo la poderosa protección de la Virgen Santa María!»

Se lanzan al ataque de los sitiadores. Una tormenta de granizo cae inesperada y violenta sobre el campamento turco. Antes de anochecer, el prodigio se ha realizado. La victoria sonríe a las fuerzas cristianas que se habían lanzado al combate invocando el nombre de María, vencedora en cien batallas.

Inocencio XI extiende a toda la iglesia la festividad del
dulce y santísimo nombre de María para conmemorar este triunfo de la Virgen.


Un poco de historia:

En el año 1529 se da el Primer Sitio de Viena, cuando el sultán Solimán el Magnífico intenta concretar la invasión otomana de Europa Central. Amenazó el sultán con arrasar la ciudad y sembrar el lugar con cenizas y sal si los vieneses no se rendían. En el interior de Viena había unas dieciséis mil personas defendiéndose contra un ejército de unos 250.000 hombres. La ciudad resistió tres semanas valientemente. El 16 de Octubre por milagro, los turcos emprenden la retirada. Al día siguiente comenzó a nevar.

En 1532 Solimán nuevamente quiso conquistar la ciudad, pero esta vez los defensores tenían el apoyo de un gran ejército, comandado por el emperador Carlos V, por lo cual no pudo acercarse.

En 1571, cuando la cristiandad era amenazada nuevamente por los turcos, la Liga Santa, comandada por Don Juan de Austria, entabla la batalla el día 7 de Octubre. El Papa San Pío V pidió que todos rezaran, para obtener la victoria, especialmente el rosario. Habiéndola conseguido, él mismo instituyó la fiesta de Nuestra Señora del Rosario.

Nuevamente el 16 de Julio de 1683 se da el Segundo Sitio de Viena. En esta ocasión quien estuvo al mando fue el visir Kara Mustafá quien con unos 150.000 soldados turcos pretendían la conquista de Viena, la capital imperial del Sacro Imperio Romano Germánico, como comienzo de la islamización de toda Europa Central.

El Emperador de Austria, Leopoldo I, había firmado en Marzo de ese año una alianza con el Rey Juan Sobieski, de Polonia, en la cual acordaron cada uno ir en rescate del otro, si el turco atacaba. A la solicitud del embajador del Emperador, el Rey polaco dijo que sólo quería el bien de Dios y del hombre, y que mantenía la palabra dada en la alianza. A mediados de Agosto parte desde Cracovia al frente de su ejército polaco. En camino, las tropas visitaron el santuario de la Virgen de Chestochowa, patrona de Polonia, se consagraron a ella y Sobieski puso a Polonia bajo su protección.

El 12 de Septiembre tuvo lugar la batalla de Viena, llamada de Kahlemberg, monte en el cual se desarrolló. El Rey Juan Sobieski y su hijo habían dormido al aire libre bajo un roble en el Kahlemberg. Por la mañana, los miembros del ejército de rescate oyeron Misa y cayeron sobre los turcos desde las empinadas laderas del monte. La batalla fue repentina y rápida. A primeras horas de la tarde ya estaba decidida la victoria.
El ejército turco quedó desecho y se retiró en gran desorden hacia el Danubio, con tal apremio que la distancia que habían recorrido en ocho días al avanzar, la cubrieron en veinticuatro horas.

El triunfo de Sobieski fue completo y la batalla de Viena figura dignamente al par de las de Tura y Lepanto. El cristianismo le debió su salvación y la media luna victoriosa caminó hacia su decadencia. Este triunfo marcó el comienzo del declive del Imperio Otomano en Europa.

Juan Sobieski, postrado con las armas extendidas, declaró que él estaba peleando la causa de Dios y atribuyó la victoria sólo a Él. En su carta al Papa Inocencio XI escribe:
«Veni, vidi, Deus vicit», parafraseando a Julio César: «Vine, vi, y Dios venció».