El mayor consuelo en la hora de la muerte

Posted by: Laudem Gloriae

Fieles Difuntos

En el mes de María, procuremos conocer más a nuestra dulcísima Madre. Meditemos cómo defiende ella a sus devotos en la hora de la muerte. El texto está extraído de “Las Glorias de María”, de S. Alfonso María de Ligorio.
“El moribundo que tiene a su favor la intercesión de María, podrá decir la frase del Salmo 22:“Aunque camine por valles oscuros no temeré, porque Tú vas conmigo” 
San Antonio, recordando la bellísima frase de San Pablo:“Si Cristo está a favor nuestro, ¿quién podrá en contra nuestra?” (Rom. 8) exclama “Y si María está con nosotros, ¿quién podrá contra nosotros?”.
El P. Gaspar fue asaltado en su última enfermedad por tentaciones de la fe. Se encomendó a la Virgen María y se le oyó decir luego: “Gracias, Virgen Santísima por haber venido en mi ayuda”.
San Buenaventura dice que si es necesario, la Santísima Virgen enviará al mismo arcángel Miguel (el que venció a Satanás. Apocalipsis 12) y sus ángeles para que defiendan a sus devotos en las luchas que en su agonía tengan que sufrir contra los espíritus infernales.
San Jerónimo escribiendo a la devota Eustoquia le anuncia: “La Madre del Señor no solo te acompañará en la muerte sino que irá contigo hasta la presencia de Dios”. Esto es muy semejante a lo que la Santísima Virgen prometió a Santa Brígida: “Yo, su Madre y Señora amantísima, saldré al encuentro de mis devotos a la hora de su muerte, para consolarlos y fortalecerlos”.
San Vicente Ferrer anunciaba:- La Virgen Santísima saldrá en persona a recibir las almas de las personas devotas.

El caso del hijo de Santa Brígida:
Carlos, el hijo de Santa Brígida murió en plena batalla y la Santa sentía gran temor acerca de si se había salvado o no. En un éxtasis oyó que la Santísima Virgen le anunció que Carlos se había salvado por el amor y la devoción que le había profesado, y que Ella en persona lo había asistido en su última agonía y le había sugerido el acto de contrición antes de pasar a la eternidad. Luego Santa Brígida vio que el demonio se acercaba ante el Trono de Dios para presentar dos quejas contra la Santísima Virgen: la primera que Ella no lo había dejado acercarse a Carlos cuando éste se hallaba agonizante. Y la segunda que la misma Virgen María había acompañado personalmente a aquel pecador ante el Divino Tribunal... para interceder por él. Luego vio la Santa que Nuestro Señor lanzaba una mirada autoritaria al demonio el cual tuvo que salir huyendo, mientras el joven gozaba por haber logrado obtener su eterna salvación (Relevaciones 1, 1 c. 29).

Refiere el P. Binetti que un gran devoto de María, antes de morir le dijo estas palabras: “No se imagina padre, el consuelo que experimento por haber sido devoto de la Madre de Dios. No sería capaz de explicar la alegría tan grande que experimento en esta hora final de mi vida”.

Pidamos a la Santísima Virgen que nos alcance la gracia de conocerla y amarla cada día más, y Ella será nuestro gozo y paz a la hora de nuestra muerte.