Sobre la lectura de la Sagrada Escritura I

Posted by: Nycticorax

Pantocrator 01

Presentamos a continuación la primera parte del majestuoso prologo hiciera Mons. Juan Straubinger al Nuevo Testamento y que editara Club de Lectores para la Versión de la Santa Biblia, 1991.

(…)Pio XII ha dicho, Dios no es una verdad que haya de encerrarse en el templo, sino la verdad que debe iluminarnos y servirnos de guía en todas las circunstancias de la vida. No ciertamente para ponerlo al servicio de lo material y terreno, como si Cristo fuese un pensador a la manera de los otros, venido para ocuparse de cosas temporales o dar normas de prosperidad mundana, sino, precisamente al revés, para no perder de vista lo sobrenatural en medio de “este siglo malo” (
Gál., 1, 4); lo cual no le impide por cierto al Padre dar por añadidura cuantas prosperidades nos convengan, sea en el orden individual o en el colectivo, a los que antes que eso busquen vida eterna.

Un escritor francés refiere en forma impresionante la lucha que en su infancia conmovía su espíritu cada vez que veía el libro titulado
Santa Biblia y recordaba las prevenciones que se le habían hecho acerca de la lectura de ese libro, ora por difícil e impenetrable, ora por peligroso o heterodoxo. “Yo recuerdo, dice, ese drama espiritual contradictorio de quien, al ver una cosa santa, siente que debe buscarla, y por otra parte abriga un temor indefinido y misterioso de algún mal espíritu escondido allí… Era para mí como si ese libro hubiera sido escrito a un tiempo por el diablo y por Dios. Y aunque esa impresión infantil – que veo es general en casos como el mío – se producía en la subconciencia, ha sido tan intensa mi desolante duda, que solo en la madurez de mi vida un largo contacto con la Palabra de Dios ha podido destruir este monstruoso escándalo que produce el sembrar en la niñez el miedo de nuestro Padre celestial y de su Palabra vivificante”.

La meditación, sin palabras de Dios que le den sustancia sobrenatural, se convierte en simple reflexión – autocrítica en que el juez es tan falible como el reo -  cuando no termina por derivarse al terreno de la imaginación, cayendo en pura cavilación o devaneo.
María guardaba las Palabras repasándolas en su corazón (Luc., 2, 19 y 51): he aquí la mejor definición de lo que es meditar. Y entonces, lejos de ser una divagación propia, es un estudio, una noción, una contemplación que nos une a Dios por su Palabra, que es el Verbo, que es Jesús mismo, la Sabiduría con la cual nos vienen todos los bienes (Sab., 7, 11).
Quien esto hace, pasa con la biblia las horas más felices e intensas de su vida. Entonces entiende cómo puede hablarse de
meditar día y noche (Salmo 1, 2) y de orar siempre (Luc., 18, 1), sin cesar (1 Tes., 5, 17); porque en cuanto él permanece en la palabra, las palabras de Dios comienzan a permanecer en él – que es lo que Jesús quiere para darnos  cuanto le pidamos (Juan 15, 7) y para que conquistemos la libertad del espíritu (Juan 8, 31) – y no permanecer de cualquier modo, sino con opulencia, según la bella expresión de San Pablo (Col., 3, 16). Así van esas palabras vivientes (I Pedro, 1, 23 texto griego) formando el substrato de nuestra personalidad, de modo tal que, a fuerza de admirarlas cada día más, concluimos por no saber pensar sin ellas y encontramos harto pobres las verdades relativas – si es que no son mentiras humanas que se disfrazan de verdad y virtud, como los sepulcros blanqueados (Mat., 23, 27) - . Entonces, así como hay una aristocracia del pensamiento y del arte en el hombre de formación clásica, habituado a lo superior en lo intelectual o estético, así también en lo espiritual se forma el gusto de lo auténticamente sobrenatural y divino, como lo muestra Santa Teresa de Lisieux al confesar que cuando descubrió el Evangelio, los demás libros ya no le decían nada. ¿No es éste, acaso, uno de los privilegios que promete Jesús en el texto antes citado, diciendo que la verdad nos hará libres? Se ha recordado recientemente la frase del Cardenal Mercier, antes lector insaciable: “No soporto otra lectura que los Evangelios y las Epístolas”...continuará.