El Buen Pastor

Posted by: Laudem Gloriae

El Buen Pastor 01 (05)

En la dulce figura del Buen Pastor resume la liturgia del día todo lo que Jesús hizo por nuestras almas. El pastor es todo para sus ovejas: en sus manos están totalmente su vida, su nutrimiento, su vigilancia, y, si el pastor es bueno, nada tienen que temer bajo su protección y nada les faltará.
 
Jesús es el Buen Pastor por excelencia: Él no sólo ama, nutre y guarda sus ovejas, sino que les da también la vida y a costa de la suya. Por la Encarnación el Hijo de Dios vino a la tierra en busca de los hombres, que, como ovejas errantes, se alejaron del redil y se extraviaron en el valle tenebroso del pecado. Vino como pastor amoroso que no teme compartir la suerte de su rebaño para atenderlo mejor. Así nos lo presenta la epístola de hoy (I Pe. 2, 21-25) en el acto de cargarse nuestros pecados para curarnos con su Pasión:
“El mismo llevó nuestros pecados en su propio Cuerpo sobre el madero, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia; con cuyas heridas fuisteis sanados. Porque erais como ovejas descarriadas, más ahora retornasteis al pastor y obispo de vuestras almas”. “Yo soy el Buen Pastor –dijo Jesús– y doy mi vida por mis ovejas”; y en el Oficio de tiempo pascual la Iglesia canta repetidamente: “resucitó el Buen Pastor que dio la vida por sus ovejas y por su grey se dignó morir”.
 
¿Cómo se podrá sintetizar mejor la obra de la Redención? Y ésta parece todavía más grandiosa cuando oímos salir de la boca de Jesús la declaración:
“Vine para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn. 10, 10). Con razón podría Él repetirnos a cada uno: “¿Qué más cabía hacer a mi viña que Yo no lo hiciera en ella?” (Is. 5, 4). ¡Oh, si nuestra generosidad en darnos a Él no tuviese límites, como no los tuvo la suya en darse a nosotros…!
 
Este domingo IV de Pascua, o del Buen Pastor, es la jornada mundial de oración por las vocaciones. Sin el sacerdocio, no tendríamos la Eucaristía ni el inefable consuelo de oír que se nos dice en nombre de Dios:
“Tus pecados te son perdonados” (Mt. 9, 2). Sin el sacerdocio las Iglesias estarían desiertas, las escuelas serían laicas, los esposos veríanse privados de la bendición de Dios, los moribundos desprovistos de los últimos auxilios, los niños abandonados al mal y la humanidad toda hundida en su miseria, sin tener quien la levantase, la condujese a Dios e implorase a Dios en su nombre y para su provecho. (…) “Rogad al Señor de la mies que mande obreros a su mies” (Mt. 9, 38) “¿Qué oración –comenta Pío XI– puede haber más agradable al Corazón santísimo del Redentor?... Pedid y se os dará; pedid buenos y santos sacerdotes y el Señor no los negará a su Iglesia” (Ad catholici sacerdotii). A la oración hemos de unir las obras que “tienen por objeto custodiar, promover y ayudar las vocaciones sacerdotales” (Ib.).
 
¡Bienaventuradas las familias que les ha sido otorgado el honor de dar a Dios un sacerdote! ¡Bienaventurados todos aquellos que con la oración, el sacrificio y las obras, contribuyen a la formación de santos sacerdotes!
Jesús le dijo a Santa Teresa un día en que acababa de comulgar
“que no pensase se servía poco en ellas [en las congregaciones religiosas]; que qué sería del mundo si no fuese por los religiosos” (Vida 32,11)
 
No descuidemos este gran deber de todos, de rezar por el aumento, la perseverancia y la santificación de las vocaciones sacerdotales y religiosas; especialmente en estos tiempos en que tanto necesitamos santos sacerdotes y religiosos y que están tan atacados. Pidámosle especialmente a la Santísima Virgen, Reina, Madre y perfectísimo modelo de los sacerdotes y religiosos.

Fuente: Cfr. P. Gabriel de Santa María Magdalena, O.C.D., Intimidad Divina