Las obras de misericordia corporales (II)

Posted by: Nycticorax

Obras de Misericordia 01 (01)

Hemos dicho que las obras de misericordia corporales son siete:
1) Dar de comer al hambriento
2) Dar de beber al sediento
3) Dar posada al peregrino
4) Vestir al desnudo
5) Redimir (o visitar) al cautivo (preso)
6) Visitar y cuidar a los enfermos
7) Enterrar a los muertos

En la entrega anterior hablamos de las primeras cuatro obras de misericordia (“dar de comer al hambriento”, “dar de beber al sediento”, “dar posada al peregrino” y “vestir al desnudo”) que las agrupamos en una más general. Nos debemos ocupar de las que restan:

«Visitar a los presos»: En el mundo de hoy no resulta tan fácil visitar a los presos, como lo era en tiempos del Señor, y mucho menos redimir a los cautivos. Muchos prisioneros tienen limitadas sus visitas a los parientes cercanos. Pero sí podemos conectar con los capellanes de cárceles o penales y preguntarles cómo podríamos ser de utilidad a los presos. ¿Cigarrillos, material de lectura o de recreo? ¿Rosarios, devocionarios, escapularios?

«Visitar al enfermo»: ¡Qué afortunados son los médicos y enfermeras que dedican su vida entera a la sexta obra de misericordia corporal! (siempre que lo hagan movidos por el amor a Dios, y no por motivos «humanitarios» o económicos). Pero la enfermedad del hermano es un reto cristiano para todos sin excepción. Cristo nos acompaña cada vez que visitamos a uno de sus miembros dolientes, visitas que no curan, pero confortan y animan. El tiempo que empleemos en leer a un convaleciente, a un ciego, en aligerar el trabajo de una esposa unas horas, relevándola en el cuidado del marido o del hijo enfermo, tiene un mérito grande. Incluso una tarjeta expresando nuestro deseo de que el enfermo mejore, enviada por amor de Dios, nos ganará su sonrisa.

«Enterrar a los muertos»: Cuando vamos a una casa mortuoria, honramos a Cristo, cuya gracia santificó el cuerpo al que ofrecemos nuestros últimos respetos, siempre y cuando empleemos el tiempo en encomendar su alma a la misericordia de Dios por medio de la oración. El que acompaña un entierro puede decir con razón que está acompañando a Cristo a la tumba en la persona del prójimo.

Cuando, por amor de Cristo, nos ocupamos de aliviar los sinsabores de nuestro hermano, estamos agradando a Dios. Cuando nos empeñamos, por medio de las obras de misericordia corporales, de aligerar las necesidades del prójimo –enfermedad, pobreza, tribulación–, el cielo nos sonríe. Pero su felicidad eterna
tiene una importancia inmensamente mayor que el bienestar físico y temporal.
En consecuencia, las obras de misericordia
espirituales son más apremiantes para el cristiano que las corporales.

Fuente: Cfr. Leo J. Trese, La fe explicada