Quién es el hombre (II)

Posted by: Ioseph

Adán y Eva 02 (02)

Hemos esbozado, aunque muy resumidamente, seis concepciones erradas acerca del hombre. La primera (materialismo) dice: incluso en su núcleo, el hombre no es más que materia; la segunda (idealismo): es una manifestación del espíritu absoluto; la tercera (sociologismo): el hombre es sólo un momento en la totalidad social; la cuarta(individualismo): solamente es hombre en cuanto como personalidad se apoya sobre sí mismo; la quinta (determinismo): el hombre se mueve por completo en la necesidad de las leyes universales; y, finalmente, la sexta (existencialismo): el hombre es completamente libre y señor de sí mismo.

¿Cómo es posible que cada una de estas imágenes del hombre se oponga siempre a otra? El hombre no es ciertamente nada que se proyecte en la inalcanzable lejanía del espacio interplanetario o del tiempo universal. Está ciertamente ahí, sin más. ¡Es lo sencillamente cercano, a saber, nosotros mismos! ¿Cómo es posible, pues, que al hablar de él aparezca esa enormidad de contradicciones, y no precisamente entre personas ignorantes y carentes de formación, sino entre los espíritus más poderosos; no entre incautos soñadores, sino entre quienes intercambian sus conocimientos y pueden ayudarse mutuamente en la búsqueda de la verdad?. En un error sin fin, se malentiende el hombre a sí mismo. Pero ¿cómo puede ser así?

Al abandonar a Dios, se vuelve incomprensible para sí mismo. Sus innumerables intentos de autointerpretarse terminan siempre en estos dos extremos: en absolutizarse o en inmolarse, esto es, en reclamar la exigencia absoluta de dignidad y responsabilidad, o en entregarse a una ignominia tan profunda como nunca más volverá a experimentar.
Tanto más sabe el hombre de sí mismo cuanto más se entiende a partir de Dios. Pero para ello debe saber quién es Dios, y esto sólo puede hacerlo si acepta lo que Él dice de sí mismo.
Si se rebela contra Dios, si piensa mal de Él, entonces pierde el conocimiento sobre su propio ser. Esta es la ley fundamental de todo conocimiento humano. La primera rebelión tuvo lugar con el pecado original, que sucedió al principio y que todavía resulta incomprensible cómo pudo suceder. Pero, desde entonces, toda la historia humana sufre las consecuencias.

Esta doctrina puso a la revelación en una frontal oposición con cualquier naturalismo y optimismo. Ella nos dice que el auténtico hombre, tanto su historia como su obra, nada tiene que ver con las concepciones modernas, según las cuales camina, mediante un progreso seguro, hacia un autodesarrollo cada vez más pleno. Este hombre no existe.
El pecado original consistió en que el hombre se negó a seguir siendo retrato, en que quiso ser original, sabio y poderoso como Dios. En consecuencia, perdió la relación con Él. El puente cayó al vacío. La figura se precipitó sobre sí misma y surgió el hombre perdido.
En esta situación el hombre ya no sabía quién era ni dónde estaba el sentido de su vida.

Esta es la segunda definición que el hombre conoce por la revelación. La primera es: el hombre es imagen de Dios. La segunda: se ha rebelado contra la relación con su original, pero sin poder invalidarlo. Por tanto es una imagen distorsionada. Y esta distorsión explica completamente cómo se comprende a sí mismo, qué hace, quién es.
Si se repasan las respuestas que el hombre da a la pregunta sobre el sentido de su vida, (...) hay que concluir que el hombre no sabe quién es. Sólo que se ha acostumbrado tanto a este no-saber, que lo encuentra correcto, que lo confunde con la problemática de la naturaleza, a la que paso a paso supera la ciencia, y que hasta se siente orgulloso de ello.

Fuente: Romano Guardini, Quién es el hombre